Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón

      Regresé a casa, envuelto en una maraña de sentimientos y de pensamientos confusos que, claramente, no podía manejar desde la razón.

      Pasé las siguientes semanas en un estado de absoluta inestabilidad emocional, que intenté disimular como pude. Dicen que el tiempo todo lo sana y claramente, ésta no fue la excepción, ya, que luego de un tiempo y lentamente, Patricio fue esfumándose de mi mente, o al menos, se esfumó el sentimiento que tuve o que creí tener hacia él.

      A la distancia, recordando una de sus últimas palabras “solo dejá de idealizarme” comprendí que eso era exactamente lo que había sucedido. Desde un principio me había deslumbrado, no desde lo sexual, sino que por el combo que proponía; su posición socioeconómica, su nivel cultural, su trabajo…

      Continué con mi vida, picoteando por acá y por allá, teniendo experiencias sexuales mucho más intensas y satisfactorias, comparadas con la única que había tenido con él, lo que me hizo reflexionar sobre sus palabras y pensé en que, de haber tenido la oportunidad de que llegásemos a convivir, probablemente, al poco tiempo hubiese buscado a otro tipo que me calentara desde lo sexual.

      Pasados varios meses, volvimos a cruzarnos. Sentí que ya no me pasaba absolutamente nada con él y me alegró el saber que se había mudado a su propio departamento y que estaba comenzando una relación. Me propuso juntarnos para que conociera su departamento y a su pareja, cosa que, finalmente, no sucedió.

      Aunque finalmente me quedó claro que Patricio había sido solo una confusión, también era cierto que la experiencia vivida con él, había sido una primera advertencia sobre lo que más adelante terminaría sucediendo en mi vida.