La crisis ambiental, la crisis de la salud y la crisis de valores están estrechamente relacionadas y son interdependientes. El sistema responde a la solicitud de la salud con un número cada vez mayor de servicios costosÃsimos y sofisticados tecnológicamente, tratando de modificar la historia natural de la âenfermedadâ, lo que de por sà ya significa âsalud perdidaâ, descuidando a su vez la prevención primaria a realizar bien sea en ambiente contaminado y malsano que nos rodea, como en los individuos, con una adecuada polÃtica de información y educación sanitaria en busca de un estilo de vida más simple y sostenible.
Al valor ético y social a veces se contrapone el valor económico, del cual la necesidad de volver sostenible el sistema de salud, garantizando condiciones de igualdad y universalidad.
Todos los paÃses del mundo se han comprometido a buscar respuestas para mejorar la salud de sus ciudadanos.
Distintos paÃses, principalmente aquellos más desarrollados, han hecho modelos de gestión de la sanidad esencialmente de dos tipos: un público principalmente público llamado Beveridge por el inglés que al final de la Segunda Guerra Mundial llevó al Reino Unido a una cobertura de seguro público, el âServicio Nacional de Saludâ, y el modelo Bismarck denominado asà por el estadista prusiano/alemán que introdujo el sistema privado de salud.
Distintos paÃses han intentado, incluso con las personalizaciones, de adaptar dichos modelos organizativos a la continua evolución de la demanda de salud, al variable cuadro ambiental y económico con el fin de asegurar al máximo el estado de salud de la población.
En los años 90 la Organización Mundial de la Salud ha desplazado aún más el nivel de atención de los sistemas de protección de la salud dirigiendo la atención no más simplemente a la cura de las enfermedades, sino a la búsqueda del bienestar psicofÃsico de los individuos y de los determinantes ambientales del bienestar.
Para organizar la asistencia sanitaria el hombre comenzó su lucha contra las enfermedades que en el siglo XIX se concentró en las terapias contra las enfermedades infecciosas. Alrededor de 1850 iniciaba la construcción de los primeros hospitales con pabellones, que pronto demostraron ser capaces de albergar y conectar las actividades especializadas que empezaban a surgir, en particular aquellas quirúrgicas, como consecuencia de los revolucionarios descubrimientos cientÃficos y las prácticas de una era en la cual se lanzaron las bases de la anestesia, la microbiologÃa, la antisepsia y la asepsia, pero también de los soportes de los diagnósticos de laboratorio, seguidos del diagnóstico radiológico (Röntgen, premio Nobel 1901), al cual se le añadirÃa un poco más tarde (Einthoven, 1908), el diagnóstico electrocardiográfico7 .
Para organizar la sanidad, además de la gestión del enfermo agudo y por lo tanto la urgencia/emergencia es necesario cada vez más saber manejar la enfermedad crónica a través de una visión holÃstica que incluye un manejo activo de la enfermedad y más a menudo de las enfermedades crónicas centrado en la prevención.
En los últimos años el modelo tradicional y jerárquico de sanidad que se identifica con la asistencia hospitalaria ha comenzado a vacilar, no sólo por el alto costo energético, tecnológico y de gestión, sino también por las profundas modificaciones epidemiológicas de las enfermedades. Tradicionalmente, la patologÃa aguda ha visto desarrollarse una medicina de espera que ha tenido un desarrollo de arriba hacia abajo en el hospital, estructura dedicada cada vez más dedicada a los usuarios, a la emergencia y a las curas de alta intensidad que necesitan de alta tecnologÃa. El hospital se ha vuelto ineficaz para el tratamiento de enfermedades crónicas cada vez más extendidas y que necesitan de intervenciones multidimensionales también de tipo socio sanitario.
El aumento de la expectativa de vida con el progresivo envejecimiento de la población ha llevado al aumento de las patologÃas crónico-degenerativas e incapacitantes, para las cuales el modelo de espera tradicional del hospital es inadecuado.
El intento de crear dentro de los hospital sectores ambulatorios para actividad externa especializada ha demostrado ser un fracaso por una serie de motivos: los costos estructurales y de gestión hospitalaria son demasiado altos para tales actividades, y los tipos de servicios son completamente diferentes dado que el enfermo agudo debe ser tratado en el hospital y el enfermo crónico deben ser tratado en el territorio a través del fortalecimiento de modelos organizativos caracterizados por la prevención.
Mezclar la gestión de la actividad para la enfermedad aguda con la gestión de la actividad para la enfermedad crónica, dentro del hospital, los recursos de las actividades propias para el enfermo agudo de alta tecnologÃa y urgencia. El centro de gravedad asistencial para las enfermedades crónicas debe ser trasladado en el territorio, con la necesidad de intervenir cada vez más eficazmente incluyendo las intervenciones de prevención. La prevención se convierte en el pilar del modelo distribuido de la sanidad en la medicina territorial: no sólo debido a su indiscutible importancia de la promoción y mantenimiento de la salud, sino también para una mejor utilización de los recursos que resulta en la reducción de costos. Las nuevas estrategias para la integración de las polÃticas de salud deben tener en cuenta necesariamente la sostenibilidad del medio ambiente.
Después de un perÃodo de constante evolución y adaptación a la estructura especÃfica realizada para las curas cada vez más precisas y eficaces, técnicamente avanzadas y pronósticamente favorables - el hospital - el foco se ha abierto en el territorio por varias razones.
El hospital, es una estructura altamente sofisticada de alta tendencia tecnológica con costos de gestión elevados sólo justificables por servicios de cuidados intensivos dirigidos a un paciente en crisis de emergencia posibles sólo en un ámbito protegido.
Por tanto el territorio se vuelve muy importante, no sólo para proporcionar asistencia y tratamiento a los pacientes de baja intensidad también garantizan la continuidad de la atención y la recuperación del paciente, pero sobre todo para prevenir y anticipar las patologÃas (¡detección temprana!) Y al mismo tiempo, representar un importante filtro de ingreso y selección de las hospitalizaciones.
El hospital por vocación trata (¡o deberÃa tratar!) El 100% delos enfermos agudos, mientras la sanidad fuera del hospital trata (¡o deberÃa tratar!) sobre todo a los sanos y hacer que se enfermen lo menos posible.
El objetivo del territorio, por tanto, está constituido por el 40% de individuos sanos, un 40% de individuos sanos con factores de riesgo y el restante 20% por individuos enfermos (de los cuales el 10% con discapacidad).
La misión del hospital está en el nivel más preciso de reparación y cura de los daños biológicos del individuo, mientras que la misión del territorio es evitar daños con múltiples estrategias sobre la salud de la población, incluso antes de informar sobre los riesgos y educar a los mejores estilos.
En un modelo distribuido de medicina territorial, los profesionales sanitarios y médicos de familia son las figuras centrales a fin de lograr una medicina proactiva. La medicina proactiva se ha centrado en la promoción de la salud y la prevención. La salud de una comunidad está determinada por factores socioeconómicos y ambientales, del estilo de vida y el acceso a los servicios. Es evidente que sólo el modelo de medicina distribuida en el territorio que incluye la prevención al centro del sistema puede garantizar la aplicación de la amplia gama de iniciativas, proyectos y polÃticas necesarias para la promoción eficaz de la salud.
De ahà la necesidad de una estrategia integrada entre los organismos gubernamentales y no, en las posibles áreas de intervención territorial: de la acción