Aproximación psicoanalítica a la psicopatología. Jaime Coloma Andrews. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jaime Coloma Andrews
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789569441547
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juego entre la existencia y la estructura.

      Este cuadro se basa en la necesidad de intentar siempre el diagnóstico estructural. De algún modo esta tabla está sostenida por esta exigencia lacaniana de hacer diagnóstico estructural. Tomo la determinación lacaniana y la hago propia, porque no se puede evaluar a un paciente antes de hacer diagnóstico estructural. Esto implica considerar que hay diferencias cualitativas entre los cuadros psicopatológicos, diferencias que instalan un modo de ser, en esta área de la existencia, de un modo definitivo, desde un comienzo muy temprano. Hacer diagnóstico estructural significa, por tanto, lograr un diagnóstico en el cual no haya intercambio entre la neurosis, la psicosis y la perversión. No obstante, lo rotundo de esta aseveración tendría que, paradójicamente, vacilar a partir de las posibilidades reales que da la práctica. Espero poder explicarme, aunque las paradojas nunca logran la limpidez de las explicaciones.

      En todo caso, creo que lo más interesante en la definición y operatividad de lo estructural radica en destacar el carácter de lo excéntrico. Hago esta aseveración porque vale la pena tener presente que “lo estructuralista” en Lacan empezó a cambiar a partir de su seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Insisto, más allá de las determinaciones de la academia implícita a toda escuela, a mí me parece válido y eficiente distinguir entre yo y sujeto, precisamente por este rasgo de lo céntrico versus lo excéntrico. Lo céntrico como sistema, el yo. Lo excéntrico como estructura, el sujeto. No distinguir entre yo y sujeto conlleva reducir todo enfoque a una presentación yoica, reduciendo todavía lo inconsciente a formas del yo, vale decir, enfoques más cercanos a lo consciente que a lo inconsciente, como, en mi criterio, aparece en los kleinianos y en los intersubjetivistas, tan de moda estos últimos en las tendencias psicoanalíticas actuales.

      Lo excéntrico de la estructura y del sujeto lo tengo presente por la conocida fórmula lacaniana respecto del sujeto: $ (A), siendo S, el sujeto, un sujeto tachado, dividido. Esta fórmula supone, en síntesis, que hay un sujeto cuando este se determina en función de una otredad, de algo excéntrico, el gran Otro lacaniano que representa la presencia del lenguaje como gran gestor del sujeto. Vale decir, es en el lenguaje donde se da el ensamblaje jerarquizado de los elementos parciales integrados a una totalidad representacional, radicalmente no-comuni-cacional. Esto último, precisamente, para destacar el carácter de estructura que brota del lenguaje, desplazando su función comunicativa a un lugar eventual y secundario que es, por lo demás, dudoso. Esto de que “siempre se comunica” desconoce que la recepción del mensaje del otro está herida por un gran vacío, un hiato de distancia insalvable, que hace que la recepción sea, al modo como podría decirlo Bion, siempre una transformación, nunca un hecho o un dato de lo exterior y objetivo. El que nos comuniquemos es un tema sumamente complejo y que valdría dedicarle una reflexión que, por ahora, y quizás para siempre, posterguemos. Aunque en realidad, nunca se sabe lo que viene por delante.

      Lo que importa es que la estructura hace sujeto al recibir al individuo sin habla, el llamado infans. ¿Por qué detenerse en esto? Porque me parece dudoso y un riesgo de inconsistencia conceptual el igualar el concepto de estructura que estamos empleando para distinguir entre la psicosis, la neurosis y la perversión, al concepto de estructura que hemos situado en el lugar de la posición conceptual lacaniana y que hemos opuesto a la idea de función y de existencia.

      Para no confundir las cosas, acepto que puedan ser limitaciones intelectuales mías. La estructura solo puede darse plenamente, como tal, en tanto S tachado función del Otro en la neurosis ($ (A)). Para que haya sujeto del inconsciente, sujeto dividido, es necesario que el lenguaje se instale en la existencia, quizás en el puro ser, vaya uno a saber, en la experiencia de la continuidad del infans, que es algo fácil de suponer en el origen. Es necesario que el lenguaje instale allí su función de corte, lo que implica que lo estructural implícito al lenguaje se sostiene en la condición diferencial del significante, no del significado. Por eso el lenguaje sería radicalmente estructural y no comunicacional. Este significante, cuya producción supuestamente goza el lactante al producir el laleo, el gorjeo, se corta por la introducción de la diferencia que opera y que Freud llamaría un adulto experimentado. El orden de lo significante es impuesto así, desde fuera, como una ley. Algo habría que pensar aquí sobre la ley paterna, el Nombre del Padre, la metáfora, la metonimia, entre otros. Sin embargo, lo que estoy buscando justificar es esta diferencia entre la estructura como distinción psicopatológica y la estructura como criterio teórico, global.

      Decíamos que la estructura como excéntrica, sostenida en un gran Otro, se daría consistentemente solo en la neurosis. En la psicosis y en la perversión el lenguaje no cumple su función de hacer sujeto. En la psicosis, según las enseñanzas de Lacan, que me parecen válidas y sugerentes para leer la presencia de la psicosis, el agujero simbólico impide la posibilidad de hacer sujeto, según la operación de la llamada forclusión, que es un repudio básico al Nombre del Padre que se instala con el corte.

      En la perversión, en tanto, el corte de la Ley se ha desplazado al yo, como una manera de usar del principio de realidad freudiano, para satisfacción exclusiva del principio del placer, en sus connotaciones no solo energéticas, sino también sensuales, sexuales. Se ha dicho que el principio de realidad es el mismo principio del placer, diferido por razones adaptativas. En la perversión, según creo, esta identidad se hace plena: se busca traspasar la representación, necesaria para ejercer el principio de realidad, de modo de usarla, llegando al acto. Se trata de salir de la representación, cumpliendo de algún modo el cometido del principio del placer. El perverso, apoyado en la representación, hace del Mundo una ocasión para llevar al acto a la pulsión. Supongo que esto podremos aclararlo en clases posteriores. Lo que en este momento interesa es que el sujeto tachado función de un (A) no opera ni en el psicótico ni en el perverso, porque, por definición, no aceptan, repudian la tachadura del sujeto.

      Digamos que tanto la psicosis como la perversión son formas particulares de asentamiento del yo. La psicosis porque requiere restituirse, en ausencia del simbólico al imaginario yoico, como forma de participación, sin duda radicalmente fallida, en el Mundo y la perversión porque requiere del yo para transformar en acto la pulsión.

      ¿Cómo sostener, entonces, las diferencias psicopatológicas estructurales? En mi afán de usar solo a los autores y no de plegarme doctrinariamente a ellos, construyo según mi criterio, una respuesta que me parece operativa. Lo estructural en los cuadros psicopatológicos sería lo propio de la neurosis, sería allí donde tomaría peso el lenguaje y su función de corte, precisamente por su carácter representacional. En la psicosis, dice Lacan, retorna lo real que, siguiendo a Calligaris, se imanta a lo imaginario. Por lo tanto, el corte no ocurre, sino en una deriva imaginaria que escamotea el lugar de la Ley. En la perversión el corte es nuevamente situado, con gran coherencia, sin deriva, en el lugar del yo, para birlar el peso de la Ley.

      El diagnóstico estructural puede hacerse y tendría que poder hacerse desde todas las posturas. Quería de alguna manera integrar los aportes de las distintas escuelas psicoanalíticas, distinguiendo entre lo funcional, lo estructural y lo existencial, partiendo de que todas las aproximaciones psicoanalíticas deberían saber hacer un diagnóstico estructural, es decir, saber distinguir entre una neurosis, una psicosis o una perversión. Pero cuando nosotros integramos lo estructural tenemos lo psicótico, lo neurótico, lo perverso, entendiendo que lo neurótico, lo psicótico y lo perverso, sí pueden