El Tratado del Apocalipsis del beato Gregorio López (1542-1596). Iván Kopylov Sidorovich. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Iván Kopylov Sidorovich
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786079946883
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En esas circunstancias se tuvo que reforzar la fe de la gente, por eso san Juan se encargó de dirigir sus epístolas a las comunidades microasiáticas y proponer una ideología que aclarara el tema de la soberanía de Dios en la historia. Dios aplica sus propias reglas en este mundo; los sufrimientos de los justos son necesarias para la purificación de la fe, y a pesar del triunfo temporal de las fuerzas del mal todos los malhechores serán castigados.

      De hecho, la persistencia aparente del mal está enraizada en la voluntad de los seres humanos. La gente adora a la Bestia por su propia voluntad y Dios no quiere limitar ese libre albedrío (Apoc. 13:4). Adorar a la Bestia o no, ese es el problema de la decisión moral de cada persona, sea cristiana o no. Con todo eso el autor del Apocalipsis muestra con claridad que Dios dirige los rumbos de la historia social cuyo objetivo final es la salvación del género humano. Esa idea fue crucial en la obra de Gregorio López.

      A lo largo de la historia Dios permite que pasen cosas malas y al mismo tiempo limita la eficacia de la maldad, y castiga a los pecadores. Los ejemplos de tales castigos se ven en el ciclo de las siete trompetas, cuyas imágenes se ven parecidas a las plagas de Egipto descritas en el libro del Éxodo (7-12). Esos castigos tienen como objetivo llevar a los pecadores a la penitencia, lo que se deduce de las palabras que concluyen ese ciclo: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Apoc. 9: 20-21).

      La aparición de la ciudad celeste de la Nueva Jerusalén es el final escatológico de todo el libro que habrá de manifestar la renovación de toda la criatura. La historia humana se termina no con los desastres y las catástrofes que iban a destrozar la tierra, sino con la transformación de la propia tierra, con el triunfo de la alegría que tendrá que experimentar cualquier alma humana al entrar a la presencia de Dios. Así lo comenta Gregorio López:

      El núcleo de toda la narrativa del Apocalipsis está en la visión del Trono de Dios en el capítulo 5, cuando Jesucristo, representado como Cordero, logra abrir el misterioso libro de los siete sellos y luego todos los seres celestiales que se encuentran presentes adoran a Dios y a su cordero. Jesucristo crucificado y resucitado redimió a todo el género humano y por eso se glorificó como igual a Dios. En ese acto se ve el eje de la historia mundial, su punto focal. Para Gregorio López, con la apertura de los cinco sellos comienza el cumplimiento de las profecías escatológicas; el reinado del emperador Trajano es el periodo inicial para contextualizar la narrativa apocalíptica. No es casual que en los capítulos 4 y 5 empieza el ciclo de las visiones celestiales. Con esos enfoques dramatúrgicos se anticipa el buen final para el libro: el triunfo total de Dios y de Jesucristo descrito en el inicio del ciclo de las visiones precede a todas las etapas de las plagas apocalípticas y marca la fragilidad de la victoria temporal de las fuerzas del mal.

      Una herramienta estructural parecida se aplica en el capítulo 10. El ángel fuerte “levantó su mano al cielo, y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas” (10:6-7). Todo lo que el ángel había prometido, se cumplió en el siguiente capítulo, y ese momento se describe como el punto culminante: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (11:15). Y luego: “Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo” (11:19). Resuena el himno en que se proclama el establecimiento del reino de Dios y se anticipan los siguientes acontecimientos que han de pasar, pero ya se prevé la consumación del drama escatológico y toda la subsecuente narración ya está marcada por los indicios de la realización de los diseños de Dios.