Semiótica y literatura. Jacques Fontanille. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jacques Fontanille
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789972453403
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que imponerse (en el sentido de “estar por encima” y no de “reemplazar”) al recorrido generativo.

      La narratividad, finalmente, ha sido un principio organizador central en el análisis estructural de los años sesenta-setenta por razones históricas, pues se acababa de descubrir la “morfología” narrativa de Propp y de Lévi-Strauss, pero también por razones de fondo, ya que proporcionaba un principio de inteligibilidad para todo conjunto significante, cuya extensión fuera superior a la frase, y hasta para la frase misma.

      Ese principio de inteligibilidad se basa, en efecto, entre otras cosas, en la noción de actante, que se difundió entonces con diversas denominaciones: valencias verbales (Tesnière4) casos semánticos (Fillmore5), roles dramáticos (Souriau), actantes narrativos (Greimas6), etcétera. Bajo ese punto de vista, toda predicación, ya sea que se limite a la frase o que afecte a un texto completo, expresada directamente por un verbo o indirectamente por una serie de transformaciones narrativas, comporta cierto número de “plazas” actanciales que forman eso que Tesnière y Fillmore llaman “escena” predicativa. Ese principio de explicación único permitía, por ejemplo, considerar la reducción de un amplio relato a un “relato mínimo” (Cf. G. Genette7), el cual adoptaba la forma y el tamaño de una simple frase: Marcel llega a ser escritor resumía de esa manera En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.

      Esa reducción hacía posible al mismo tiempo una gramática narrativa de los textos: puesto que se podía justificar una determinada equivalencia entre una estructura narrativa tan simple como la de una frase y aquella otra, aparentemente más complicada, de un cuento o de una novela, resultaba posible formular el principio de inteligibilidad narrativa de todo discurso, apoyándose para ello en el conocimiento que se tenía de la predicación frásica. Dicho principio puede ser resumido en forma de una regla empírica: el sentido solo puede ser captado en su transformación.

      Si se distinguen, como era habitual hacerlo en los años sesenta y setenta en lingüística, dos tipos de predicados: los predicados de estado (descriptivos) y los predicados de hacer (transformadores, narrativos), entonces el sentido narrativo se atribuye a los predicados de transformación, que enlazan dos predicados de estado. Ese principio comporta una cláusula filosófica, si no ideológica, a saber, que el sentido humano no es captable más que en el cambio, establecido posteriormente: no hay sentido “fijo”, asignado a una situación separada de todo contexto, a un estado único, a un término aislado; solo hay sentido en el paso de una situación a otra, de un estado a otro, y en la relación entre al menos dos términos.

      Esta última observación nos remite a la primera: solo hay sentido en la diferencia entre los términos y no en los términos mismos, y como, en el discurso, los términos de una diferencia ocupan una posición cada uno, ese sentido no puede ser captado más que en el tránsito de una posición a otra, es decir, en la transformación, que se puede definir entonces como la versión sintagmática de la diferencia.

      Pero la transformación solo puede ser reconocida después de hecha, una vez que se sabe en qué término segundo ha sido transformado el término primero, en qué situación final ha sido cambiada la situación inicial. Lo que quiere decir que aquello que es captado en el análisis narrativo es una transformación acabada, una significación ya conseguida y fijada en el texto y no una significación en acto, en trance de ser construida bajo el control de una enunciación presente y viviente.

      La aproximación a los hechos narrativos en la perspectiva del discurso en acto requiere otros modelos, los cuales entablarán siempre estrechas relaciones con la enunciación.

       EL DISCURSO EN ACTO

      La otra perspectiva que se diseña, la del discurso en acto, no constituye sin embargo, propiamente hablando, otra semiótica: se trata siempre de una semiótica del discurso, es decir, de una disciplina que se esfuerza por establecer las condiciones en las que las expresiones y prácticas humanas, verbales y no verbales, crean sentido. Pero, en lugar de considerar la significación como resultado de articulaciones depositadas en un enunciado acabado, como lo hacía en sus comienzos, se preocupa ahora de indagar su emergencia, de descubrir las operaciones que la producen. Se esfuerza, en suma, por restituir el sentido de esa experiencia humana que consiste en producir y en interpretar cualquier cosa significante.

      Se podría, en ese sentido, considerar la semiosis como un proceso de producción/interpretación —y en eso podríamos concordar con la filosofía peirciana—, y ese proceso sería entonces susceptible de ser captado bajo diversos aspectos:

      1. Bajo el aspecto “incoativo” —el inicio del proceso semiótico—, tendríamos que ver con la semiosis emergente, que agrupa las condiciones perceptivas y sensibles, y hasta afectivas, de la significación.

      2. Bajo el aspecto “durativo” —el proceso semiótico en curso—, nos llevaría a la semiosis enunciante, a la significación en acto, a la presencia significante, a la actualidad de la experiencia semiótica.

      3. Y finalmente, bajo el aspecto “terminativo —el término del proceso semiótico—, nos encontraríamos con la semiosis enunciada, acabada en forma de un enunciado realizado y objetivado.

      En esa perspectiva, vemos bien que no hay lugar para distinguir diversas semióticas, sino únicamente diversos puntos de vista sobre un mismo proceso, cada uno de los cuales delimita una fase de dicho proceso y define su propio dominio de pertinencia.

      Más generalmente, el análisis semiótico de los textos, en cuanto al método, tiene que obedecer a una exigencia hermenéutica. En efecto, los diferentes modelos y niveles de análisis que propone no ofrecen interés si no permiten construir una competencia interpretativa más heurística que la simple competencia intuitiva, si no proponen soluciones interpretativas a las que no puede llevar la sola lectura intuitiva. Para satisfacer esa condición, la semiótica está obligada a desplazar regularmente el “punto de vista” analítico que propone y a suscitar de ese modo nuevas problemáticas.

      Por ejemplo, desde los años ochenta, la semiótica se presenta como una “ciencia de las axiologías”, o más modestamente, como un método de análisis de los valores en el discurso. Se centra para ello progresivamente en la cuestión de las diferentes “vías de acceso” a las axiologías, sobre las diferentes captaciones posibles de los valores: captación sensible y propioceptiva, captación cognitiva y ética, captación estética y figurativa, etcétera. Por tal razón, la semiótica discursiva ha llegado poco a poco a convertirse en una teoría de la circulación de los valores en el discurso: condiciones y modalidades de la inscripción de los valores en el texto, procesos de construcción, de destrucción y de intercambio de los valores, asunción enunciativa y pasional de los valores, tales eran las nuevas preocupaciones.

      Pero, paralelamente, se ha venido desarrollando el análisis modal, revelándose particularmente heurístico, puesto que da directamente acceso al conjunto de las estructuras narrativas y sintácticas del discurso: rinde cuenta, en efecto, tanto de los esquemas narrativos como de la identidad de los actantes, de las fuerzas que se oponen en los conflictos narrativos como de las que se gastan en las manifestaciones pasionales: los “estados de alma” de los sujetos semióticos no se forman directamente a partir del proceso narrativo mismo, sino a partir de las condiciones modales (querer, saber, poder, etcétera) a las que están sometidos.

      Hoy en día, como todo cambio de punto de vista, el del discurso en acto aporta su lote de modificaciones axiológicas, de focalizaciones y de ocultaciones. Lo que es pertinente desde el punto de vista del discursoenunciado, por ejemplo: la estructura diferencial de la categoría, no lo es ya desde el punto de vista del discurso en acto, que preferirá más bien la reunión de un conjunto de percepciones para hacer de ellas las partes constitutivas de un todo percibido como coherente. Lo que es fácil de determinar desde un punto de vista, por ejemplo: la orientación de un recorrido narrativo terminado, será particularmente problemático desde otro punto de vista, por ejemplo: la dirección de un devenir en