Semiótica y literatura. Jacques Fontanille. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jacques Fontanille
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789972453403
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los signos propiamente dichos. Es natural, pues, que se interese desde muy pronto por los estudios del texto literario; pero hay que precisar enseguida que comenzó a asomarse al texto literario con los métodos (formalistas sobre todo) que se habían elaborado en el campo de los mitos y de los cuentos populares. En ese sentido, la semiótica literaria era una suerte de “antropología estructural” del texto literario. Iluminación nueva y fecunda, sin duda, pero que no podía satisfacer plenamente a los especialistas de la literatura.

      La semiótica se convirtió progresivamente en una semiótica del discurso: con eso asume aquello a lo que estaba destinada desde un comienzo, es decir, a elaborar una teoría de los conjuntos significantes y no una teoría del signo; pero para lograrlo, necesitaba encontrar los instrumentos que le permitieran captar el discurso viviente, el discurso en trance de ser enunciado, el discurso que va inventando sus propias formas y que no se contenta con extraerlas de un “tesoro” preestablecido de estructuras, de motivos, de situaciones y de combinaciones. La semiótica ha llegado a ser una semiótica del discurso, devolviendo su lugar pleno al acto de enunciación, a las operaciones enunciativas, y no solamente a la representación del “personal” de enunciación (narradores, observadores, etcétera) en el texto: de ese modo, se encuentra ya en capacidad de abordar el discurso literario no solo como un enunciado con formas específicas, sino también como una enunciación particular, como un “habla literaria”, al decir de Jacques Geninasca.1

       CUADRADO SEMIÓTICO, RECORRIDO GENERATIVO, NARRATIVIDAD

      En esa perspectiva, el rol de los tres “pilares” de la teoría semiótica clásica, el cuadrado semiótico, la narratividad y el recorrido generativo, debe ser reevaluado.

      El cuadrado semiótico es un esquema de categorización: hace explícitas las relaciones —contrariedad, contradicción, complementariedad (implicación)— que organizan y definen una categoría semántica. Una cosa es, por ejemplo, descubrir que en un texto los elementos “tierra” y “aire” entran en contraste y que difieren por eso de las series de figuras opuestas, y otra muy distinta identificar claramente la relación que las distingue (por ejemplo, la contrariedad), así como sus posiciones respectivas en el seno de la categoría de los elementos naturales, es decir, en las culturas de origen indo-europeo, en relación con “fuego” y con “agua”. Además, gracias a las operaciones lógico-semánticas que están asociadas a esas relaciones —la negación y la aserción—, el cuadrado semiótico proporciona igualmente un simulacro formal de la manera como cada categoría puede ser recorrida a lo largo del texto, creando el primer esbozo de lo que se convertirá luego en relato.

      Pero el cuadrado semiótico no da cuenta del modo como la categoría adquiere forma a partir de la percepción, ni de la manera en que cada discurso es susceptible de inventar y de reformular sus propias categorías. Gracias al cuadrado semiótico, se podrá establecer la relación de contrariedad entre el elemento “tierra” y el elemento “aire”, o la contradicción entre el elemento “tierra” y el elemento “fuego”, pero eso no nos dirá “en nombre de qué” esas relaciones son constituidas de esa manera ni, por ejemplo, si esas posiciones están determinadas por la percepción de la solidez o de la fluidez, o más bien por la de la energía y de la inercia. Construir un cuadrado semiótico en el curso del análisis de un texto supone que tenemos que ver con una categoría estable, establecida, cuya formación está ya terminada; pero para dar cuenta de la manera como la percepción selecciona, reúne y ordena conjuntos de figuras para organizarlas en categorías, es preciso acudir a otros métodos y a otros modelos.

      Si se examina, por ejemplo, el funcionamiento de una de las isotopías en un texto, se la puede considerar simplemente como la repetición de un contenido semántico, la cual, en cuanto tal, puede pasar por una “instrucción de lectura”. En ese caso, estamos adoptando el punto de vista del discurso-enunciado: el sentido se supone acabado; se lo puede reconstruir por lo tanto más tarde a partir de las isotopías dominantes del discurso, y cada una de ellas es susceptible de ser organizada por medio de un cuadrado semiótico. Pero podemos interesarnos también por la manera en que el discurso elabora sus diversas isotopías, de qué modo se presenta la recurrencia de los contenidos, cómo se establece, entre figuras diferentes, la relación que habrá de permitir reconocer en ellas un parentesco semántico; podemos examinar también el modo en que un texto asocia y disocia, agrega y disgrega sus figuras para comprender cómo se forman las isotopías en el proceso mismo de la enunciación. En ese caso, estamos adoptando el punto de vista del discurso en acto.

      El recorrido generativo, por su parte, es un modelo de jerarquización de las categorías puestas en marcha en un discurso, desde las más abstractas, las estructuras elementales, hasta las más concretas, las estructuras figurativas del discurso. Permite, por tanto, situar el conjunto de las estructuras disponibles en el momento de una enunciación, unas con relación a otras; en ese sentido, es el simulacro formal de la “memoria” semiótica de un sujeto de enunciación en el momento en que enuncia.

      Así, por ejemplo, la categoría [vida/muerte], que pertenece a las estructuras semánticas elementales, puede ser rearticulada en [conjunción/ disjunción] en el nivel de las estructuras actanciales y narrativas, gracias a la puesta en relación, en el seno mismo de la primera categoría, de un actante Sujeto susceptible de estar conjunto o disjunto con un actante Objeto, cuyo contenido es la “vida”. Los enunciados de junción son luego reagrupados para formar programas narrativos, que, en el presente ejemplo, serán programas de preservación, de pérdida o de reparación, y que pertenecen a las estructuras narrativas temáticas. Estas últimas, finalmente, se convertirán en estructuras “figurativas” cuando reciban determinaciones perceptivas, espaciales, temporales y actoriales: por ejemplo, la categoría elemental [vida/muerte] podría en este nivel, al término de su recorrido, aparecer bajo los aspectos visuales de la luz y de la oscuridad, o combinada con una variación temporal, con la sucesión del día y de la noche, del verano y del invierno. Esta ilustración simplificada describe el proceso generativo “ascendente”, el de la construcción de la significación; el proceso “descendente” sigue el camino opuesto, que corresponde al análisis concreto, el cual parte de las figuras directamente observables para llegar a las categorías abstractas subyacentes. Así, partiendo de [día/noche], distinción figurativa que podemos descubrir en un texto concreto, podríamos encontrar sucesivamente, y en orden inverso: [luz/obscuridad], [conjunción/disjunción], [vida/muerte], y más generalmente, [existencia/inexistencia].

      Pero el recorrido generativo, tanto en sentido ascendente como descendente, no nos dice cómo procede la enunciación, cómo elige, combina, ordena, deforma o inventa las categorías: para eso, necesitamos otros instrumentos, es decir, es preciso conocer las operaciones de la praxis enunciativa. Concebir la enunciación como una praxis es admitir que las formas discursivas, elaboradas a partir de las categorías disponibles en el recorrido generativo pueden aparecer, desde el punto de vista del discurso en acto, como formas sui géneris.2 No por eso hemos de renunciar a la idea de que el discurso extrae de un “tesoro” colectivo formas y motivos; lo que sucede es que la convocación de las formas disponibles en la lengua y en la cultura no es más que una de las fases canónicas de la praxis enunciativa.

      El pensamiento mítico, según Lévi-Strauss, no hace otra cosa: si bien toma sus materiales de conocimientos de prácticas y de tradiciones bien establecidas, se tornan irreconocibles en el discurso mítico una vez que el bricolage —versión lévi-straussiana de la praxis enunciativa3 ha hecho su labor. Ya sea en la relación que une u opone varios textos —en el caso de la intertextualidad o en el plano de una cultura en su conjunto, como cuando se trata del diálogo entre culturas o semiosferas, según Iuri Lotman—, los movimientos incesantes de las figuras, de los textos y de los lenguajes conducen a nuevas formas, textuales o culturales, cuyo origen atestiguado, es no obstante sistemáticamente abolido: a fin de cuentas, en el movimiento mismo de la vida de una cultura, las formas semióticas que en ella surgen aparecen también como sui generis.

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