Eso se descubre en este libro de J. Fontanille al hilo de la lectura. En el primer ensayo, dedicado a la noción de isotopía, introduce los conceptos de coherencia, cohesión y congruencia, y revisa los procesos de categorización, donde puede observarse que el cuadrado semiótico es uno entre otros procesos de categorización posibles. Asimismo, el esquema narrativo se abre a nuevas posibilidades, además de las ya clásicas como la de la prueba y la búsqueda. Se trata, en este caso, del programa del don y del contra-don. Estos nuevos dispositivos son puestos a prueba en un poema clásico del siglo XVI perteneciente al género “blasón”. En el trabajo dedicado al punto de vista, elabora una teoría de la percepción, inscrita en el campo de presencia, que culmina en un modelo de cuatro instancias, las cuales emergen de la correlación entre la intensidad y la extensión de la percepción. Aparece aquí, también, la categoría de actantes posicionales, actantes primarios de la percepción y de la presencia, teóricamente anteriores y distintos de los actantes transformacionales o actantes narrativos.
Nuevos modelos surgen para analizar la dimensión afectiva en el estudio consagrado a La princesa de Clèves, de Mme de La Fayette. Se trata en este caso de los dispositivos modales que se hallan en la base de las pasiones y de las emociones. El desarrollo de las modalidades clásicas y de su sistema narrativo se amplía al ámbito de la tensividad por medio de la categoría hjelmsleviana de los constituyentes y exponentes de la dimensión afectiva, que dan por resultado lo que Fontanille llama pasiones de la presencia: espera (o nostalgia), felicidad, tedio y vanidad. Finalmente, el modelo le permite elaborar un mapa de la afectividad. Veremos funcionar estos modelos en el análisis de la novela de Mme de La Fayette.
Una revisión de la retórica, vinculada con la enunciación, por una parte, y con la figuratividad, por otra, permitirá un análisis exquisito de Alcoholes, de Apollinaire. La visión tradicional de la retórica como adorno del lenguaje da paso aquí a una posición esencialmente creativa de las figuras retóricas. Los modelos explicativos elaborados por Fontanille permiten recorrer las complejidades de un poemario como Alcoholes y dar cuenta de sus diferentes niveles de significación: estados de alma, simbolización, irrisión, escenas mentales, estados de cosas.
La obra poética de René Char, especialmente Furor y misterio, le sirve a Fontanille para tratar la categoría posmoderna de la intertextualidad, y las clásicas categorías literarias de género y de estilo desde una perspectiva rigurosamente semiótica. Por lo que se refiere a la intertextualidad, el autor se remonta a la semiótica del mundo natural de los Presocráticos para observar cómo R. Char la reformula y la recrea en términos modernos, hasta convertirla en una forma de vida. En cuanto al género, Fontanille se centra en el género formulario (o aforístico), típico de Hojas de Hipnos. El mismo libro de René Char le servirá para dilucidar la vieja categoría de estilo. Aquí, el autor abre un nuevo campo de observación en el texto literario con la noción de “tensión intersticial”. Para eso, elabora varios modelos analíticos que le permiten explicar la identidad de los diferentes estilos en función de la intensidad de la percepción y su distribución en el campo textual: individualidad, singularidad, originalidad y temperamento. Trabajando con esmero las nociones de “asunción/innovación”, por un lado, y de “recurrencia/permanencia”, por otro, logra una segunda tipología del estilo que da por resultado: audacia vs. constancia y tendencia vs. remanencia.
Finalmente, el último ensayo titulado sencillamente “Fenomenología”, desarrolla los conceptos y categorías que llegan a la semiótica desde Husserl a través de Merleau-Ponty: experiencia, presencia, devenir, fluencia, captación impresiva, estesia, apariencia y aparición, y finalmente estética. Y, naturalmente, el novísimo concepto greimasiano de imperfección. De exposición más fenomenológica, como su título indica, este ensayo acude únicamente al sencillo modelo analítico de la imperfección y sus variedades, que es el mismo modelo que da origen a los modos de presencia: correlacionando una mira (intensa o débil) con una captación (amplia o restringida), obtiene las modalidades siguientes: plenitud, carencia, inanidad, vacuidad. Se interesa igualmente por la profundidad del campo de presencia, propiedad que le permite describir la experiencia del tiempo y del espacio en el universo textual.
Para verificar la eficacia analítica e interpretativa de estas categorías fenomenológicas, elige la voluminosa novela de Ferdinand Céline Viaje al final de la noche. Allí veremos aparecer la pululación informe, que señala la carencia de ser, la semiosis del absurdo, la inquietud permanente, la soledad sin posible participación, la degradación, la angustia de la profundidad, la imaginación de la muerte…
Semiótica y literatura es un libro teóricamente riguroso, metodológicamente escrupuloso, y fundamentalmente, un libro didáctico, tanto por su organización como por su exposición literaria. Para los no iniciados en las problemáticas más actuales de la semiótica, les recomiendo que lean (mejor, que estudien), del mismo autor, Semiótica del discurso.1
Lo que he pretendido hacer, por mi parte, en esta presentación ha sido una breve guía de lectura de un libro exento de dificultades.
Semiótica y literatura
La semiótica francesa, y en general la europea, se formó durante los años cincuenta y sesenta, en la confluencia de la lingüística (Barthes, Greimas), de la antropología (Lévi-Strauss) y de diferentes corrientes formalistas, provenientes unas de la crítica literaria (la “nueva crítica”) y otras de la lógica matemática. Una parte de las investigaciones evolucionó hacia lo que se denomina corrientemente “semiología” —estudio de los signos—, bajo la influencia de la teoría de la comunicación. Pero la corriente más representativa ha permanecido fiel, a pesar de su diversidad, a una semiótica fundada en el principio de una “semántica” de los discursos, de los textos o de las imágenes.
SEMIÓTICA DEL DISCURSO
En esa perspectiva, el análisis semiótico de los textos parte del principio de que todo discurso es no tanto un macro-signo o un conjunto de signos sino un proceso de significación asumido por una enunciación. La teoría semiótica es, pues, concebida para dar cuenta de las articulaciones del discurso considerado como un todo de significación. Para eso, debe, al menos, a fin de captarlo mejor, segmentar ese “todo de significación”. Uno de los métodos posibles consiste en reconocer en cada texto cierto número de unidades formales cuyos límites serían definidos por las diferentes “rupturas” que se pueden detectar en la lectura: rupturas espaciales, temporales, actoriales, temáticas, figurativas, etcétera. Pero esa diligencia, si bien es indispensable, tiene sus límites: encuentra a fin de cuentas la cuestión de las “unidades mínimas” y recae así en la división por signos, que trata de evitar a toda costa.
Por esa razón, la teoría semiótica ha adoptado otro tipo de segmentación a fin de captar mejor su objeto, sin desnaturalizarlo sin embargo: introduce un conjunto de niveles de significación; en lo esencial, y yendo de lo más abstracto a lo más concreto, esos niveles se identifican con las estructuras semánticas elementales, las estructuras actanciales y modales, las estructuras narrativas y temáticas y las estructuras figurativas. Cada nivel, del más abstracto al más concreto, se supone que es rearticulado