Cartas a Thyrsá II. Las granjas Paradiso. Ricardo Reina Martel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ricardo Reina Martel
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788419092854
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ven y acompáñame a la biblioteca. —Le señala el viejo Galeón, pero Ixhian desenfunda su daga, a sabiendas de que intenta retenerle.

      —Vaya, estos caballeros luciérnagas siempre con la violencia de por medio.

      —Se acabó, Gordo. Cruzaré esa puerta con mapa o sin él, y aunque tenga que cortarte esa barriga.

      —Vale, vale… no seré yo quien te lo impida, amigo. Eres un testarudo y, en vista de que me es imposible razonar contigo, me rindo. Mejor despedirnos como amigos que perderte.

      —Déjate de charlatanerías y abre la cancela de una vez.

      En ese instante se asoma el Núcleo, la piedra de las sirenas, entre los pliegues de su camisa.

      —¡Oh! ¡La joya de las sirenas! ¡Qué bien le vendría a mi colección!

      El comandador dirige la punta de la daga hacia el Gordo.

      —Ni se te ocurra intentarlo —le dice.

      —¡Por todos los dioses! ¡Basta de intimidaciones! Márchate de una vez y cruza las granjas. Pero ten cuidado, que hay agujeros que te pueden llevar a lugares indeseados. En las granjas podrás satisfacer tu hambre. Las Mariposas suelen ser buenas cocineras. ¡Gracias a Dios que aprendieron! Te será fácil reconocerlas, pero ten cuidado, que en todo esto hay trampa. La memoria de los magnificentes aún es poderosa.

      El Gordo Gum le abre una puerta enmohecida.

      —Adiós, Gordo, has sido muy amable. Cuando despierte el Gris, dile que ya he partido.

      —Amparito te echará de menos. Ten cuidado, mi niño, no vayas a terminar como este viejo portón, hundido en el fondo del mar, y recuerda que la presunción te puede perder.Todos los comandadores pecáis de eso.

      Sin demora, el comandador se aleja de la aldea y al mirar hacia atrás, percibe la figura de un enorme barco encallado sobre la arena. El camino serpentea sobre una llanura que comienza a poblarse de frágiles matorrales. En el cielo vuela algún que otro buitre solitario y distante. La naturaleza trae de nuevo la vida, tras solidificarse el océano.

      Querido amor:

      Te echo tanto de menos que no existe nada capaz de hacerme levantar el ánimo y en nuestra fuente, donde el agua no cae, dejo que la fragancia de este lugar me colme y sane, como si fuese un recipiente vacío. Miro el cielo y pienso que desde algún lugar también lo debes estar contemplando y demasiadas son ya las veces que me arrepiento de haberte dejado partir.

      No decaigas y mantenme presente en tus oraciones, porque necesito que pidas por mí. Resiste, aun a sabiendas de que la soledad te colmará de dolor y de que llegarán esos momentos en los que te sentirás abatido y sin fe. Nosotras continuamos en Casalún, en nuestro Valle, donde un día espero verte regresar. Las doncellas me acompañan en cada momento, y aunque todas percibimos la inquietud que se manifiesta en el bosque, ninguna mencionamos el nombre de Kudra.

      MadreAna padece dolores en su vientre. Ella dice que es la materia oscura que la está devorando, pero Eulalia, la sanadora, nos ha advertido de que no es más que fruto de la tensión y el miedo. La aldea se ha convertido en nuestro refugio, por lo que a ninguna de nosotras se nos permite salir. El invierno está siendo duro como ninguno; las soldados mayas rodean la aldea y ni tan siquiera las lecciones de canto bajo la acacia blanca consiguen hacernos elevar la moral.

      Supongo que debes haber alcanzado la primera aldea, pues según nos dijo Archa, la sibilina, esta no se encuentra demasiado lejos de la orilla. Apresúrate, Ixhian, la vida de todos está en juego. Algo está a punto de suceder y tan solo hay que saber escuchar el lamento del viento para saber que lo que quiera que sea cada vez se encuentra más cerca de nosotras. Me llegan imágenes de mi caverna en las Díalas y es entonces cuando salgo al exterior y desde la lejanía percibo llegar la tormenta, pero esta vez no viene precedida de lluvia, nada de eso.

      Cuídate, mi amor.Yo continuaré velando por esta tierra que tanto estimo, pues algo muy dentro me dice que es mi presencia la que contiene su ataque. Algunas tardes monto sobre Anais y acompañada de Eleonora y Asián cabalgamos hacia la fortaleza del Mananú, donde monta guardia todo un destacamento de guerreras mayas. Desde su mirador comprobamos que el horizonte se mantiene en equilibrio y nada lo altera. Archa y sus sibilinas levantan ruedas de protección durante la noche, por lo que ahora toda nuestra confianza está puesta en ellas, aunque también en la luz que baña el Valle de Tara, ya que es de buen juicio pensar que Kudra nunca atacará bajo cielo abierto.

      4. La granja del lago

      Asián, la segunda mariposa

      «Cuando el mundo era silencio, llegó la lluvia y se creó la música. Luego, aparecieron los frutos y con ello la vid. Se nos ofreció el vino y con ello la posibilidad de soñar. Por otro lado, el mar brindaba un desafío a la vez que libertad. Los adoradores eran una corriente de pensamiento ya desaparecida. Vivían casi desnudos y no necesitaban nada para sí. Su cometido principal consistía en adorar el mar. Eran una raza muy antigua, cuyos practicantes se engalanaban con restos de caracolas y algas marinas. Veneraban las olas, los flujos y las mareas, además de pasar muchas horas en quietud y en sintonía con las olas. Buscaban un conocimiento más profundo de las cosas y para nada les interesaban las montañas ni sus volcanes. Se cuentan que eran muy apasionados, entregándose a la danza con delirio, donde simulaban ser el movimiento de las olas. Para ellos tan solo existía el mar».

      ***

      El comandador aún no sabe nada de ellos, está a punto de cruzar un nuevo umbral. Camina como si tal cosa, rodea un riachuelo de aguas cristalinas y percibe como le siguen pececillos de plata. Ha cabalgado durante todo el día y necesita reponerse. Nada más devorar un trozo de pan, es consciente del cuaderno. No se puede contener y lo abre:

      Los lirios mueren.

      Lo que creíamos inmune ya no lo es.

      Las enramadas sofocan los espacios.

      Amor, cuídate del agua

      y de todo cuanto no es definible.

      Es la respuesta de Thyrsá. La lee una y mil veces, hasta memorizarla. Se queda dormido y sueña con el Valle de Tara y con la poderosa luz que lo inunda en verano. A la mañana siguiente habla con Dulzura y lee un nuevo mensaje de Thyrsá:

      No luches contra ti,

      date una oportunidad.

      Mejor una sola que muchas juntas.

      Una hermosa higuera se tuerce a un lado de la montaña e Ixhian se sacia de sus frutos. Desde las alturas percibe una campiña en la que se elevan leves cortinas de humo. El cielo es de un celeste que traspasa, ha llegado la hora de iniciar el descenso. Se oye un constante rumor del agua. La falda de la montaña guarda secretos. Cruza por delante de un viejo molino que le ofrece señales de otro tiempo. Apresura su marcha, no desea pasar la noche en un lugar tan sombrío. Desciende con cuidado. Aun así, una gran piedra se precipita de manera traicionera desde la cumbre y el comandador incita a Dulzura. Comienza a tronar, llueve a cantaros y el caballo relincha.

      —¡Corre, Dulzura! ¡Corre! —grita el comandador a la vez que intenta salvar la montaña. La precipitación le hace caer y nuestro hombre queda tendido sobre el suelo.

      No sabe cuánto tiempo ha sucedido. El sol brilla de nuevo y Dulzura pasta en un pequeño claro. Le duelen los huesos y su pierna se encuentra algo magullada. Camina con dificultad mientras recoge sus enseres diseminados por el suelo.

      Pese a que la luna no luce hoy primorosa,

      las aves volverán a cantar,

      prodigando su presencia

      sobre las ramas de los manzanos.

      ***

      Como si fuese una aparición, ve acercarse a una dama que porta una cesta bajo el brazo y esta, sorprendida, se le queda mirando.

      —Disculpe, mujer, ¿he alcanzado Paradiso?

      —Así se le conoce. Lo extraño es que