Cartas a Thyrsá II. Las granjas Paradiso. Ricardo Reina Martel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ricardo Reina Martel
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788419092854
Скачать книгу
nada más? —contestó Eleonora con cierta suspicacia.

      —Dewa es alguien que se encuentra más allá de nuestra comprensión. Si he de elegir a una compañía masculina entre nosotras, que sea él —puse en voz alta mis pensamientos.

      —No pongo en duda tus razones, madre. Tan solo es una cuestión de saber comportarse y cuidar su modo de proceder.

      —Él está por encima de nosotras, no lo olvides nunca, Eleonora. Él pertenece a otra raza y nosotras no somos quienes para juzgarle. Estoy segura de que con su presencia el Valle se encuentra más seguro y, obviamente, todas nosotras.

      Con Dewa a nuestro lado alcanzamos cierto sosiego, ya que el brujo poseía una extraordinaria percepción, a pesar de sus extravagancias y locuras. Pasó el invierno y en la primavera regresaron Noru y el abuelo a Casalún, pero esta vez ya no cabía retorno. Habíamos sido convocadas a reunirnos en el Claro del Itsé, por lo que ante nosotras se abría un abismo que nos dirigía directamente hacia la batalla y, con ello, un horizonte donde la magia y lo milagroso se alineaban de nuestro lado.

      Fue en la selva del Urbián donde alcanzamos la virtud, aunque eso queda muy lejos aún. Por ahora centrémonos en cuanto supuso aquel tránsito caótico y demencial.Todas dependíamos del comandador, que en esos instantes cruzaba un puente con destino a Paradiso y con la misión de conmutar la condena a las Madres Mariposas. Mucho nos temíamos que Kudra había convocado fuerzas con la intención de aniquilar nuestra especie y todo cuanto de hermoso se había creado a lo largo de nuestra tradición. Si el comandador fracasaba, no tendríamos opción, por lo que tuvimos que recurrir a la sabiduría de antaño para poder hacer frente a tanta perversión.

      2. El puente

      Las Madres Mariposas aguardamos con premura el fin de la maldición. Estaba escrito que así habría de ser. Desde lo de las Cruzadas de las Mujeres permanecemos atentas a que un soldado comandador instaure el antiguo orden. Sien, mi hermana, apenas dice nada. Sus ojos se mantienen silenciosos. Ella vivió el mundo con mucha más intensidad que yo, amó de verdad y arriesgó su vida por una idea; sin embargo, por mi parte apenas conozco cuanto ocurre más allá de esta decrépita aldea que se derrumba. Entonces, decidme si os atrevéis: ¿quién soy yo?

      Me toca escribir esta historia y dejar constancia del paso del comandador por Paradiso. No soy pues Thyrsá, a ella le toca relatar su propia leyenda. Repito las mismas palabras que manifesté en el primer pergamino; aquella no era mi historia. Yo tan solo soy la voz del comandador. ¿Quién soy pues? Eso es lo que menos importa ahora, dado que tuve un papel secundario en toda esta historia y creedme si os digo que perfectamente prescindible. Soy la voz de Ixhian, la voz del comandador. Dejadme pues comenzar, dado que el tiempo apremia y, sin embargo, dispongo de todo el tiempo del mundo. ¡Qué tremenda ironía!

      Paradiso no es un lugar físico ni concreto, nada de eso; es un estado de conciencia, aunque parezca lo contrario. Es el lugar donde las Madres nos hallamos confinadas. Cada granja es un reino en donde habita una de nosotras.Vivimos en una cárcel, tan solo compensada por nuestros recuerdos en el mejor de los casos. Ese fue el precio que hubimos de pagar las Mariposas por no morir y dejar que todo sucediese tal como estaba establecido.

      El Gris y el comandador llevan dos días de travesía, dos días sepultados bajo un mar que, de manera engañosa, parece brindar una aparente calma. Cruzan un puente donde solo habita el silencio; el olor a sal es poderoso y el viento otorga una frescura sin semejanzas; las nubes se han convertido en paradojas y el cielo se cubre de un velo transparente. El Gris apenas habla mientras avanza cabalgando por delante del comandador y sobre un extraño caballo llamado el Cabalganieblas.

      Partieron de Casalún y cruzaron la Isla hasta alcanzar los acantilados del oeste, y tal como predijeran los magos en Casalún, el Paso de la Valsyria volverá a alzarse de nuevo bajo el santuario de Arduria Muzá.

      «Hay que llegar a Paradiso, el puente se abrirá una última vez. La solución no se halla en el combate, ahí no disponéis de opción alguna. Hay que despertar a las Madres Mariposas, aquellas que duermen».

      Cruzar Paradiso significa la gran aventura de nuestro tiempo, de eso no cabe la menor duda. Nuestros hombres vacilan a cada paso que dan, dado que el recelo y la desconfianza forman parte del camino.Atrás queda toda esperanza de llevar una vida placentera. Y delante, sin que ellos lo sepan, se ofrece una trayectoria que deshace cualquier tipo de coherencia.

      Algunos puentes son viejos y otros acabados de levantar; cruzan ríos, vaguadas o desfiladeros y salvan siempre zonas comprometidas. Un puente es el paso hacia un nuevo territorio y lo más probable es que tras cruzarlo cambie el sentido de las cosas. El comandador tiene miedo, ya lo he dicho. Hubiese preferido la posibilidad de la huida o poder mirar hacia otro lado. Pero, conforme avanza, los temores se diluyen y del miedo pasa a ese insólito júbilo que ofrece toda novedad y descubrimiento. El mar se agita y el puente se sumerge bajo el océano. Tres días de travesía, comienza a llover y no hay donde protegerse. El agua lo anega todo y el mar lo absorbe todo. El cielo se vuelve negro y las olas cruzan el puente sin permiso, hasta que llegado el momento Ixhian grita desesperado, aferrándose a Dulzura, que se alza en rebeldía.

      3. Aldea Galeón

      La primera granja agujero

      Una tierra extensa y monótona los recibe. Se llama la Tundra del Espejo y nace donde el agua se solidifica. Ninguna ondulación ni defecto sobre el suelo la señala. Tan solo inmensidad y la sombra reflejada de sus cuerpos. Se cuenta que la Tundra del Espejo expresa una lucha entre dos naturalezas: el agua y la tierra. Hace tanto que crucé por ella que apenas recuerdo ese tránsito. Eso sucedió al final de las cruzadas, cuando cada una de nosotras tomó posesión de su propia granja.Y ahora, tanto tiempo después, llega el elegido con la misión de liberarnos y poder redimir la sabiduría de antaño.

      —Avancemos, hay que cruzar esta zona antes de que nos sorprenda la noche —expresa el Gris, que cabalga delante.

      El comandador no habla. Su mente se repite una y otra vez, torturado por un discurso tras el que se esconde la figura de Thyrsá.

      —En pocas horas alcanzaremos la primera aldea, es lo único que conozco de Paradiso. Allí descansaremos, un amigo nos aguarda y te aseguro que tendremos banquete de sobra.

      La tundra se pierde a la vista y ni un solo árbol bajo el que cobijarse, tan solo una tediosa llanura. Al atardecer, los reflejos les ciegan los ojos y cuando pasan a darse cuenta, se hallan en medio de un formidable desierto de arena.

      —Vamos, caballito, ya pasaste lo peor. Verás que pronto encontramos agua —le grita el Gris al Cabalganieblas.

      «No es animal de espacios abiertos, le van más las brumas y los enigmas. El vigoroso sol le causa una fuerte derrota, desvaneciéndose su emisión y con ello el porte que le distingue. Le encanta el musgo que brota entre las rocas, junto a los arroyos y manantiales. Es pues un animal de luna. En ciertos momentos, y dependiendo de su estado, es un animal capaz de originar ciertos fluidos azules, sobre todo cuando se despereza, en que sacude su crin y mueve su larga cola, complacido. Al cabalgar, inclina su cabeza fijando sus ojos sobre el suelo y su velocidad es capaz de doblar la de cualquier rocín. Según se dice, goza de una fiereza sin igual para la batalla y es portador de una mordedura temible, aunque por lo general es un animal pacífico y al que le gusta pasar lo más desapercibido posible. Amante de la soledad y del retiro, huye de participar en grupos y manadas. Observador discreto y de cierto porte melancólico, patas cortas y de abundante pelo, siendo especialmente exagerado en la crin y la cola. Su tonalidad mantiene cierta tendencia a lo plateado; cuello corto, ojos azabaches y sin reflejos; pestañas rizadas que forman veladura; dentadura fuerte, nácar de estrellas y reflejos de hadas. Exigente en la bebida, se trata del mayor problema que supone el conducirlo, debido a que el Cabalganieblas solo acepta saciar su sed en remanso de agua fría, por lo que es de capaz de soportar la sed en distancias considerables y como último dato añadiría que le gusta bañarse en el agua que cae de la montaña, siendo esta una de sus grandes quimeras».

      ***