Álvaro Obregón. Jorge F. Hernández. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jorge F. Hernández
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9786078564576
Скачать книгу
definitivamente consolidar su presencia política.

      En su testamento resulta muy difícil saber si Obregón era un hombre poderosamente rico, tal y como se ha sugerido a lo largo del tiempo. No existe ningún indicio que lo ratifique en pesos y centavos. Sin embargo, otros documentos permiten observar que sí, se trataba de un hombre acaudalado. Baste recordar cómo, durante su retiro, entre 1917 y 1919, a pesar de su fracaso rotundo en negocios como la exportación de tomates con la casa W. R. Grace, [69] él mismo tuvo que solventar una parte de la deuda con su propio dinero, aproximadamente 5 000 dólares, lo cual no fue suficiente para cubrir el total, por lo que la deuda restante continuó aumentando, más intereses, hasta después de su muerte en 1928. [70]

      Sin embargo, entre 1917 y 1919 Obregón sí logró sus objetivos, y con creces, pese a su estado de salud:

      Los desórdenes fisiológicos que debió causar su mutilación lo impelían a comer en exceso. Obregón engordó, encaneció, se abotagó. Jorge Aguilar Mora explica el proceso:

      Después de la amputación, comenzó a sufrir trastornos reales e imaginarios, y aprovechaba cualquier ocasión, que de preferencia coincidiera con alguna diligencia de sus negocios, para visitar hospitales norteamericanos. La preocupación por su salud se volvió obsesión y anotaba mentalmente todos los cambios que se producían día a día en su cuerpo. A medida que aumentaba la agudeza de su auscultación, iba confundiéndose más y más con la mirada escrutadora de los otros. A los cuarenta años, cinco después de su mutilación, era ya un hombre viejo…

      Durante este periodo llevó a cabo la creación y consolidación de la empresa Oficina Comercial Obregón, [71] la cual representaba a una serie de cooperativas, todas ellas dedicadas a la producción del garbanzo. Primero, a nivel local, captando los mercados de Sonora, Sinaloa y Chihuahua, principales zonas de sus bases de poder político, y más tarde a nivel internacional, sobre todo en Estados Unidos, en las ciudades con alta ascendencia hispana, como California, Texas, Chicago y Nueva York. Sus constantes viajes a Estados Unidos durante este periodo fueron bien aprovechados por Obregón al abrir vetas comerciales muy importantes para la producción agrícola garbancera del norte y centro del país. Además, existe información documental de que Obregón, aparte de realizar una buena cantidad de actividades comerciales entre clientes e instituciones, públicos y privados, por lo menos hasta 1920, cuando el precio del garbanzo vino a la baja, logró penetrar comercialmente en espacios poco explorados, como el del ejército estadounidense, que lo compraba para “elaborar pan”. Asimismo, la oficina de negocios estadounidense se benefició de la Casa Comercial Obregón al adquirir el producto a un precio razonable para después venderlo más caro a los países centroamericanos. [72]

      Pero, ¿debemos considerar las constantes idas de Obregón al país del norte como meros viajes de negocios y de salud? Seguramente no. En el fondo, Obregón quería mostrar a Carranza su presencia y poder desde un aparente exilio. Los informes consulares al Departamento de Estado, en donde se da cuenta minuciosa de las actividades de Obregón, podrían contribuir a afirmar nuestra teoría. [73]

      Fortalecida su empresa exportadora, ayudado para su consolidación a través de su prestigio, posición y favores políticos, desde sus primeros viajes a Estados Unidos, Obregón fijó su posición. Abiertamente nunca había declarado sus intenciones políticas, aunque en la interpretación de los cónsules estadounidenses siempre quedó claro que sus actividades comerciales no se encontraban limitadas a ello. [74] De no ser así, entonces valdría la pena considerar por qué se le recibía con honores militares a su llegada a Estados Unidos, [75] por qué se ponían a su disposición, por órdenes de la Casa Blanca, guías e intérpretes para sus estadías, visitas, consultas médicas, reuniones comerciales de trabajo y, más allá, por qué era recibido por el propio presidente estadounidense para conversar sobre la situación política de México y el mundo. ¿Se trataba de una mera cortesía, del trato a un distinguido invitado? La prensa se encargó de esparcir los más disímbolos rumores acerca de su presencia, desde que había viajado con el fin de estudiar el terreno y repartir propaganda nazi, pues apoyaría a los alemanes en contra de Estados Unidos, y que se encontraba ahí para dirigir al ejército estadounidense para la guerra. [76]

      Sin embargo, quizás el gobierno de Estados Unidos tan sólo estaba convencido de que el sonorense era el único indicado para sustituir a Carranza en la presidencia en 1920, reconociendo con ello su trayectoria de militar victorioso, su enorme influencia y apoyo político en las diversas esferas de poder político y militar en México, además de su fructífero ascenso y consolidación como empresario, y lo más importante: su ascendencia y simpatía por su gobierno. [77] Obregón se dio el lujo de manipular su lugar de privilegio ante el gobierno estadounidense, disuadiéndolo de que con la posición de Norteamérica ante su inminente intervención en el conflicto mundial podría estar de lado de los aliados, o, en su caso, de los alemanes. Probablemente negoció su adhesión a Estados Unidos y con ello logró su apoyo para convertirse en 1919 en el candidato a la presidencia de México. [78]

      La candidatura de Obregón fue creciendo y se hizo inminente para finales de 1918 y principios de 1919. Para esas fechas comenzó a cosechar todo aquello que había sembrado desde poco antes de que se retirara de la vida pública. Había enmendado su poder político y económico, pero nunca su poder físico, pues en realidad estaba mermado por sus dolencias. En julio de 1919 hizo oficial y pública su candidatura a la presidencia, postulado por el Partido Liberal Constitucionalista y apoyado por el Congreso, [79] y aunque la realidad política no fue la misma que vivió entre 1916 y 1919, pues ya como presidente tuvo que pagar la factura de todo aquello que embargó para lograr, entre otras cosas, el reconocimiento de Estados Unidos. Personalmente se puede asegurar que cumplió con sus objetivos. Álvaro Obregón se convirtió en el presidente de México para el periodo de 1920 a 1924.

      Pero junto con él engordó su bolsillo. En unos años, la Quinta Chilla pasó de 180 a 3 500 hectáreas, sembradas en su mayor parte de garbanzo. [80]

      En 1925 realizó otro testamento, en el que, como en el anterior, nunca quedó clara la cantidad de sus bienes ni de su fortuna. Lo que sí se sabe es que al paso del tiempo su poder político, como sus condiciones físicas, fueron mermando; sus negocios fueron decayendo, al grado de morir totalmente endeudado, y lo que dejó, según su nuevo testamento, fue repartido en partes iguales para sus seres queridos, tal y como sucedió en 1916, pero en éste se le tuvo que restar alguna parte de la gran deuda heredada. [81]

      El presidente Álvaro Obregón, Harris & Ewing, 1921. Biblioteca del Congreso, Washington, EUA.

      El general y el intelectual

      ALEJANDRO ROSAS

      UNAM

      José Vasconcelos se encontraba en el exilio cuando se enteró del asesinato de Álvaro Obregón. Aunque habían atado su destino en 1920 para llevar a cabo una utopía educativa, poco duró la cruzada cultural. Vasconcelos fue Rector de la Universidad Nacional de México y luego secretario de Educación Pública durante el régimen obregonista (1920-1924), al que se sumó con abierto optimismo, pero las diferencias políticas, la imposición de Calles y la facilidad con la que Obregón apretaba el gatillo, los distanció de manera definitiva; Vasconcelos ni siquiera terminó el cuatrienio al frente de la Secretaría de Educación. En 1924 partió al exilio y nunca más volvió a ver a Obregón.

      A pesar de todo fue una combinación exitosa; el general y el intelectual; el hombre de la pistola junto al hombre de los libros. El hombre del poder que escuchó y dejó hacer al hombre del pensamiento. Las circunstancias fueron favorables y durante un par de años, a pesar del marcado idealismo de la cruzada educativa, fue un periodo luminoso, un momento en que se abrió la posibilidad de pensar un México distinto que Vasconcelos resumió en una frase: “Lo que este país necesita es ponerse a leer La Ilíada”. Leer, había llegado el tiempo de