A mediados de 1919, un año antes de las elecciones, Obregón lanzó su candidatura, autopostulándose como un aspirante independiente, de ideología liberal y reformista pero no radical. Había crecido, mientras Carranza envejeció y Pablo González se desprestigió. [26] Por su parte, la estrategia electoral gubernamental fue peor que desastrosa. Para comenzar, el partido político que se había creado a finales de 1916, el Liberal Constitucionalista, dio su apoyo a Obregón; lo mismo hizo la principal organización obrera del país, la CROM —Confederación Regional Obrera Mexicana—, fundada en 1918 por Luis N. Morones, quien durante el proceso electoral se alió a Plutarco Elías Calles, el hombre más cercano a Obregón. [27] Además, Carranza decidió que su sucesor fuera un civil, alegando que la lucha armada había concluido. Al margen de que aún se padecieran auténticos estados de guerra en varias regiones del país, [28] lo que daba gran poder a los militares, la decisión de Carranza era a todas luces prematura, pues la principal institución política era entonces el Ejército Nacional, la única con redes, presencia y organización a todo lo largo y ancho del país. Para colmo, Carranza eligió un candidato poco afortunado: Ignacio L. Bonillas, quien carecía de capital político propio. [29] Por último, Estados Unidos había decidido obstaculizar al máximo cualquier posibilidad de continuidad de la política nacionalista de Carranza, y Bonillas era su embajador en Washington y, por ende, su ‘mancuerna’ en la política yancófoba.
Todos estos factores explican que la campaña de Bonillas sólo encontrara dificultades y contratiempos, a diferencia de la de Obregón, que crecía en apoyos cada día, comenzando con la llamada ‘clase política’. [30] Desesperado, el gobierno trató de impedir legalmente la posibilidad de que Obregón llegara a la presidencia, vinculándolo a un cabecilla rebelde de la zona veracruzana, Roberto F. Cejudo. Es probable que, en efecto, estuviera inmiscuido con éste. Como quiera que haya sido, el intento de Carranza fue un doble detonante: para que Obregón saliera huyendo de la capital y para que sus correligionarios, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles, organizaran la rebelión de Agua Prieta, [31] la que cundió rápidamente por varias regiones del país, sobre todo a través de la defección de la mayor parte del Ejército Nacional. [32]
Solo, sin elementos militares que lo defendieran, pues hasta los gonzalistas habían desertado, Carranza salió huyendo rumbo a Veracruz, donde creía que encontraría el apoyo de Cándido Aguilar y sus fuerzas. Ni siquiera pudo llegar a Veracruz, pues fuerzas gonzalistas atacaron su convoy, por la retaguardia, y otras le impidieron seguir la marcha. Tuvo entonces que internarse en la sierra de Puebla, donde murió asesinado la madrugada del 21 de mayo en un caserío llamado Tlaxcalantongo, a manos del rebelde Rodolfo Herrero. [33]
Finalmente había llegado la hora de Obregón. Muerto Carranza, era el revolucionario más importante. Como tal, había participado en la victoria sobre Victoriano Huerta; como revolucionario moderado que era, había vencido al rebelde popular por antonomasia, Pancho Villa; como revolucionario de clase media, había derrotado a dos miembros de los revolucionarios de la élite, José María Maytorena, en el ámbito regional, y Venustiano Carranza, en el nacional. A mediados de 1920, nadie podía competir con él. Aun así, no quería llegar a la presidencia como un rebelde triunfante, y menos como responsable del asesinato de don Venustiano. Quería ascender a la presidencia con plena legalidad. Por eso maniobró para que Adolfo de la Huerta fuera presidente provisional, [34] cuya gestión estaría marcada por la organización de unas elecciones extraordinarias en las que triunfara y se legitimara Obregón. [35] También hizo que el asesinato del viejo mandatario coahuilense recayera en Herrero. Su llegada a la presidencia fue diseñada estratégicamente como una más de sus principales batallas. El ranchero que se hizo militar y que luego se hizo político llegaba al Palacio Nacional. Como tantas veces se ha dicho, lo tenía ‘en la mira’ desde Huatabampo.
Obregón. Testamento político
ÁLVARO MATUTE / CARLOS SILVA
Instituto de Investigaciones Históricas - UNAM
Para Noé Espinosa Cruz, por toda la historia
Este ensayo trata sobre la vida del general Álvaro Obregón entre 1915 y 1919. En este periodo su salud se deterioró drásticamente a raíz de la pérdida de su brazo derecho en una de las más celebres de las batallas revolucionarias, la de Celaya contra los villistas en 1915. A partir de este acontecimiento su vida se aceleró y radicalizó por completo. Pretendió alejarse de la vida pública para aliviar sus males, firmó su testamento para asegurar a sus seres queridos y aprovechó el tiempo visitando infinidad de clínicas y médicos en México y Estados Unidos. Sin embargo, muchos obstáculos, que él mismo generó, le impidieron el retiro por entero de la vida pública, por lo que decidió fortalecerse: remendó su posición política y militar, se trataba del caudillo victorioso e invicto de la Revolución; rehízo sus redes políticas, a nivel local, nacional e internacional; fortaleció su apoyo incondicional de los sectores obrero y campesino, que lo convirtieron en el único interlocutor del gobierno constitucionalista, reafirmó sus bases de poder a nivel regional, principalmente en el norte del país, y contribuyó a la creación del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), logrando a partir de ello, y al paso del tiempo, colocar a sus operadores políticos en puestos clave, que en su momento le otorgarían incondicionalmente su apoyo. En conjunto, todo ello se convertirá en un poder ilimitado que utilizará contra sus adversarios para acceder a la Presidencia de la República en 1920. Asimismo, recompone su vida personal y, “aparentemente”, se enriquece como empresario. Para 1919 se encuentra listo para enfrentar su principal obstáculo político, Venustiano Carranza. “Sintió que el triunfo era más suyo” que del presidente. Quiso entonces poner en perspectiva lo que por “ley natural”, según él, le correspondía, la primera magistratura del país. Todo ello, definitivamente repercutió en la esfera política del México revolucionario y de los años posrevolucionarios.
El 27 de septiembre de 1916, a las once de la mañana, el general Álvaro Obregón Salido compareció ante la notaría número 2 de la ciudad de México y ante la presencia de su titular, Jesús Trillo, dictó el testamento de sus bienes. [36] Aunque puede parecer que este hecho es poco relevante en la biografía del futuro del caudillo, nuevas fuentes documentales, incluyendo este documento, permiten hacer una interpretación diferente de los hechos. Un primer acercamiento a este proceso sugiere, y en esto coincide la mayoría de la historiografía del momento, que a partir del 3 de junio de 1915 la vida de Álvaro Obregón cambió radicalmente. [37] Por la pérdida de su brazo debido a la explosión de una granada en el casco de la Hacienda de Santa Ana del Conde, Guanajuato. Obregón, tal como lo hace en su primera incursión revolucionaria en 1912, refiere que su actuación está cubierta y para el caso, refiere estas palabras al general Francisco Murguía después de aquel incidente fatídico: “diga usted al Primer Jefe [Carranza], que he caído cumpliendo con mi deber, y que muero bendiciendo a la Revolución. [38]
A partir de ese momento, la vida y las expectativas, personales y políticas,