No importa la edad que tengamos o los roles que cumplamos en una institución, todos necesitamos:
Sentirnos queridos, apreciados.
Saber que nos necesitan, que somos útiles.
Palabras de reconocimiento por pequeños o grandes logros.
Que nos escuchen y nos entiendan.
Saber que, a pesar de las turbulencias externas, en la institución encontraremos estabilidad.
Soñar, poder decirlo y que sueñen con nosotros.
Ayuda para lograr algunas metas.
Ejemplos de vida o de profesionalidad.
La mirada franca y empática de nuestro interlocutor.
Sentir el respeto de la comunidad.
Saber que alguien ora por nosotros.
Recibir de vez en cuando un presente material.
Escuchar palabras de elogio sincero.
Poder decir que “no” y que no se nos condene.
Sentir pasión por lo que hacemos.
Saltar de alegría o llorar en un rincón.
Esta lista es interminable; por favor, escribe lo que tú necesitas para tener un ambiente de paz.
Si observas la lista con cuidado, encontrarás que el ambiente de paz depende de las decisiones de PERSONAS, de las cuales tú eres parte muy importante. El ambiente de paz depende de nuestras acciones dirigidas por las emociones y las metas. Depende del autocontrol y de la dirección de Dios de nuestra vida. “¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti, a todos los que concentran en ti sus pensamientos!” (Isaías 26:3, NTV).
Actividad 4: La paz se contagiaEste cuento de Enrique Mariscal (2002) es una metáfora de nuestra influencia en las emociones y las reacciones de los demás. Luego de leerlo, dialoga con tus colegas acerca de lo que has aprendido.En un lejano pueblo había una casa abandonada. Cierto día un cachorro logró meterse por un agujero al interior de la residencia. Subió lentamente las viejas escaleras de madera hasta que se topó con una puerta semi abierta y entró en uno de los cuartos.Con gran sorpresa se dio cuenta de que dentro de esa habitación había mil perritos más observándolo fijamente. Vio que comenzaron a mover la cola, exactamente en el mismo momento que él manifestó su alegría.Luego ladró festivamente a uno de ellos y el conjunto de mil perritos le respondió de manera orquestada, idéntica. Todos sonreían y latían como él. Cuando se retiró del cuarto se quedó pensando en lo agradable que le había resultado el lugar y se dijo: “Volveré frecuentemente a esta casa”.Pasado el tiempo, otro perro callejero entró en la misma vivienda. A diferencia del primer visitante, al ver a los mil perros en el cuarto, se sintió amenazado ya que lo miraban de manera agresiva, con desconfianza. Empezó a gruñir y vio, asustado, cómo los otros mil perros hacían lo mismo con él. Comenzó a ladrarles y los otros también hicieron lo mismo. Cuando salió del cuarto pensó: “¡Qué lugar tan horrible es éste! Nunca volveré”.Ninguno de los perros exploradores reparó en el letrero instalado al frente de la misteriosa mansión: La Casa de los Mil Espejos. |
Las emociones en el aula: Banco de ideas
A continuación, se presentan algunas propuestas de trabajo sencillas y concretas para integrar en un currículum, con el propósito de reconocer las emociones, aceptarlas, expresarlas y controlarlas.
Hay actividades que son más apropiadas para niños y otras que se pueden adaptar para adolescentes y jóvenes. Depende en gran medida de la habilidad del docente para provocar el deseo de participar.
1, 2, 3 ¡abrazo!
Cambia el clima de la clase en dos minutos, pidiendo que se pongan en parejas, espalda contra espalda. Tú contarás hasta tres y deberán girar la cabeza hacia un lado o hacia el otro. Si ambos giraron la cabeza hacia el mismo lado, deberán abrazarse. Si no, vuelven a la posición neutral y esperan a que se cuente otra vez hasta tres. Repetir dos o tres veces más, o hasta que todos hayan podido darse un abrazo.
Scanner emocional
Cuelga una cinta ancha al lado de la puerta, a la que estarán pegados cuatro platos desechables o círculos de cartón de colores diferentes. En el centro del plato se escribirá el estado emocional: alegre, triste, nervioso, molesto/enojado. Cada alumno tiene un broche de ropa con su nombre escrito en él y cuando entra al aula puede colocarlo en el sitio que mejor describa su estado de ánimo.
El profesor puede testear rápidamente cómo está su clase ese día, escuchar lo que les sucede, e intervenir para ayudarles a manejar sus emociones.
Es importante recordar que no se trata de negar lo que sienten sino de colaborar con el bienestar. Básicamente se trata de escuchar con empatía.
El trueque de un secreto
(Velazco, 2017). Cada estudiante escribe, voluntariamente, un secreto personal en un post-it. Se recogen todos los secretos doblados y se colocan en un frasco. Después se toma uno y se lo lee en voz alta, sin saber quién lo escribió. Todos los que deseen pueden dar un consejo para sobrellevar el problema, o a dónde buscarían ayuda, a quién deberían contárselo, etc. o expresar lo que sienten (por ejemplo, que les ha pasado lo mismo, o que quisieran acompañar a quien lo sufre). El que escribió el secreto recibe estas palabras y no necesita decir que lo escribió; pero también puede decir “yo escribí el secreto” y recibir otro tipo de acompañamiento.
Círculo de atención
(Maurín, 2017). Es una actividad para reforzar la capacidad de escuchar a los demás. Se sientan o quedan parados en un círculo. Comienza la coordinadora de la actividad diciendo: “Yo soy Rita y me pica aquí” (se rasca la nariz). El que está a la derecha dice: “Ella es Rita y le pica aquí (se rasca la nariz). Yo soy Gustavo y me pica aquí” (se rasca la rodilla). El que sigue comienza introduciendo a Gustavo y luego agrega lo que le pasa a él. Terminada la rueda, cambia la consigna. Esta primera actividad tiene el propósito de ayudar a prestar atención a otros. En la segunda rueda, la coordinadora dice: “Yo soy Rita y mi mayor deseo es terminar mi carrera”. El que está a la derecha dice “Ella es Rita y su mayor deseo es terminar su carrera. Yo soy Gustavo y mi mayor deseo es que mi mamá supere su enfermedad”. El tercero dice “Él es Gustavo, y su mayor deseo es que su mamá supere su enfermedad. Yo soy Diego y mi mayor deseo es encontrar un buen trabajo”. Y sigue la rueda. Es una oportunidad para conocerse y generar empatía.
Practicar el diálogo con uno mismo o self talk
(Williams de Fox, 2014). Cada día sostenemos diálogos internos que nos ayudan a autorregularnos (positivos) o a veces se tornan en pensamientos rumiantes (negativos), no muy saludables para el bienestar. Pensamos: “¡Qué tonto soy, por qué lo hice!”, “Nunca me sale nada bien”. Estos son los diálogos que deberíamos desechar porque, lejos de ayudarnos a cambiar, nos empujan al desánimo. En cambio, estos otros diálogos: “Ya falta poco”, “¡Vamos, sí se puede!”, “Si practico todos los días un poco más, me va a salir”, “Paciencia, ya me toca el turno”, son ideas auto-reguladoras que construyen.