La persona en la empresa y la empresa en la persona. Carlos Ruiz González. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Ruiz González
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786079920197
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En México son muy pocos los autores que se han dedicado a escribir sobre el tema de la empresa desde una perspectiva filosófica. En el ámbito internacional es posible encontrar mayores ejemplos entre los que se encuentran Adela Cortina, Robert Solomon, Rafael Alvira, Juan Antonio Pérez-López, Pablo Cardona, Alberto Ribera y Josep Rosanas.

      [4] Cuando hablamos de productivo nos referimos a cualquier trabajo que produce cosas, ya sea materiales o intangibles, que tienen vida independiente del sujeto productor. En este sentido, la administración o la dirección de empresas también son trabajos productivos en tanto que producen, por ejemplo, la configuración de una organización. Este concepto quedará más claro en el primer capítulo de esta obra, al tratar el concepto aristotélico de poíesis.

      [5] Cfr. Platón La República, Madrid, Gredos, 1981, III, XX, 451a.

      [6] Cabe aclarar que Aristóteles sí hizo un estudio sobre el tipo de actividad que representaba el trabajo productivo al cual designa con el calificativo de poiético y que será objeto de investigación más adelante. Sin embargo, eso no excluye el poco aprecio que tuvo el estagirita por el trabajo manual, que se encuentra en condición de inferioridad respecto de la contemplación teorética y la actividad política. Cfr. Aristóteles, Política, Madrid, Gredos, 2000, III, 5, 1278a 3 y VII, 9, 1328b 3.

      [7] Cfr. Ibid., VIII, 2, 1337b 9-15.

      [8] Utilizamos el término económicas en su sentido etimológico más primitivo, como el arte de administrar (νέμεωιν) un hogar o un patrimonio (οἶκος), y que en su sentido aristotélico se entiende como el “arte de utilizar” (Cfr. Ibid., I, 8, 1256b 13-15).

      [9] En este punto seguimos parcialmente la tesis de Max Weber, para quien la incubación del sistema capitalista en los países de mayoría católica fue mucho más difícil debido en parte al cariz predominantemente “ascético” propio de la religión, que despreciaba el éxito mundano en beneficio de la vida contemplativa. Cfr. Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Premia Editora, México, 1991, pp. 15 y ss. Aunque esta tesis weberiana ha sido ampliamente criticada debido a su carácter un tanto reduccionista –el ethos religioso protestante como explicación del surgimiento y preponderancia del sistema capitalista en gran parte de los países llamados occidentales–, nos parece un tanto acertada la idea de que el advenimiento del cristianismo, y su poderoso influjo, principalmente durante la Edad Media y el Renacimiento, influyeron decisivamente en la jerarquización de los fines considerados como valiosos, respecto de los cuales quedaron rebajadas las cuestiones mercantiles, calificadas como “mundanas”. Esta postura también explicaría en parte el nulo avance que hubo en cuestiones relacionadas con la administración durante aquellas épocas, de lo cual se queja por ejemplo Claude S. George, en su libro History of Management Thought: “Durante la época medieval no se escribió virtualmente ningún libro concerniente a los conceptos de administración. Esto no es sorprendente cuando nos detenemos a considerar el ambiente, los autores y sus factores. El pueblo vivía bajo condiciones hostiles […]. Quienes escribían eran escribas, miembros de órdenes religiosas, o líderes instruidos de la corte. Los libros fueron laboriosamente escritos a mano y sólo los conceptos más importantes fue valioso registrarlos bajo esas tediosas y penosas circunstancias. Los temas típicos incluyeron la religión, el gobierno del reino, las empresas bélicas y las leyes de la tierra […]. No se le dio alta prioridad al arte de la administración, a pesar de su importancia para cada uno de esos grupos […]. No es sorprendente, bajo esas circunstancias, que pocos o ningún escrito sobre administración se realizara durante ese periodo”. Claude George, Lourdes Álvarez, Historia del pensamiento administrativo, México, Pearson Education, 2005, p. 27.

      [10] Friedrich Meinecke define la razón de Estado de la siguiente manera: “Razón de Estado es la máxima del obrar político, la ley motora del Estado. La razón de Estado dice al político lo que tiene que hacer, a fin de mantener al Estado sano y robusto. Y como el Estado es un organismo, cuya fuerza no se mantiene plenamente más que si le es posible desenvolverse y crecer, la razón de Estado indica también los caminos y las metas de este crecimiento... La ‘razón’ del Estado consiste, pues, en reconocerse a sí mismo y a su ambiente y en extraer de este conocimiento las máximas del obrar”. Friedrich Meinecke, La idea de la razón de Estado en la Edad Moderna, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1983, p. 3. Esta idea se atribuye originalmente a Maquiavelo, fundador de la filosofía política moderna, quien sostenía la autonomía de lo político respecto de lo ético y lo moral. Cfr. Felipe Giménez Pérez, “La Razón del Estado en Maquiavelo y el antimaquiavelismo español y particularmente en Quevedo”, en El Catoblepas, Revista Crítica del Presente, núm. 13, 2003, p. 19.

      [11] Cfr. Nicolás Maquiavelo, El príncipe, México, Porrúa, 2003, particularmente capítulo XVIII.

      [12] Inmanuel Kant, “¿Qué es la Ilustración?”, Filosofía de la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 25.

      [13] Cfr. John Locke, Segundo Tratado del Gobierno Civil, Madrid, Alianza Editorial, 1990, capítulo V, sección 25 y ss.

      [14] “¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente, en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. [...] Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.” Carlos Marx, Manuscritos económicos y filosóficos, Biblioteca de Autores Socialistas [en línea], disponible en <http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/index.htm>, consultada el 29/07/19.

      [15] Hannah Arendt, La condición humana, Barcelona, Paidós, 2005, p. 175.

      [16] Hannah Arendt distingue tres tipos de vida propuestos por Aristóteles, que no están sujetas a “la necesidad y las exigencias humanas”: la vida dedicada a los placeres, la vida política y la vida contemplativa. En particular la vida política se desarrolla en la esfera pública, por lo que, al contrario de la vida privada, vive en el ámbito de libertad, que le permite articular grandes palabras y llevar a cabo grandes acciones frente a sus iguales. En cambio, la modernidad traslada el ámbito de la necesidad a la arena pública, trastocando lo que originalmente se concebía como político, es decir, lo público-libre. Cfr. Ibidem.

      [17] Alejandro Llano, “Hacia una teoría general de la acción”, epílogo del libro Carné Doménech Melé, Ética en el gobierno