La persona en la empresa y la empresa en la persona. Carlos Ruiz González. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Ruiz González
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786079920197
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al imperio de lo impersonal, a las leyes necesarias de los grandes números, ante las que casi nada puede el discurso razonable o la acción libre. La política se convierte en administración y la filosofía política en economía política. Los acontecimientos sociales pierden su sentido humano”.[17] Todo parece haber quedado mediatizado, los fines en realidad son medios para otros fines y el ámbito de lo público se ha diluido en el ámbito de lo social y lo económico. La vida contemplativa ha sido hipostasiada por la vida activa, y ésta, a su vez, ha quedado bajo el gobierno del Homo faber, con su afán de instrumentarlo todo. Ante este panorama no resulta extraño que el filósofo viera invadido su terreno; lo que él hace no es importante porque carece de utilidad. La estrategia defensora pareció ser el castigo del menosprecio, mediante el cual aún intenta resguardar su amor desinteresado por la sabiduría: consciente o inconscientemente parece subyacer la crítica marxista al trabajo, y por ende a la libre empresa como su herramienta por excelencia, como factor de enajenación humana, que no vale la pena ser estudiado, a riesgo de trivializarse con él.

      Este orden de ideas es el que ha inspirado en gran medida el contenido de esta investigación: si bien para muchos resulta difícil aceptar que el trabajo productivo es fuente de dignificación personal, vehículo para el desarrollo de las capacidades personales y, en suma, un medio para ensanchar el espíritu, el propósito de este estudio es mostrar que se trata de una actividad indispensable, no sólo para garantizar la supervivencia de la humanidad en un sentido meramente material, sino más aún, para el despliegue de su condición racional, por lo que es necesario reconocer que se trata además de una labor fundamental, de una obligación moral y social devenida de nuestra propia naturaleza, indispensable para construir una vida plena y armónica. En consecuencia, la actividad económica en general –antes despreciada y relegada por algunos filósofos como actividad servil e inferior– se evidencia hoy como un instrumento relevante para alcanzar un objetivo superior: el desarrollo humano y social. Pero no sólo eso, si el trabajo productivo en todas sus vertientes actuales se ha erigido como la actividad más importante de nuestros tiempos, es preciso que las empresas contemporáneas asuman con plena conciencia la responsabilidad que tienen, pues al propiciar el trabajo en la mayoría de sus formas actuales, se han convertido en sitios de desarrollo e identificación social y personal.

      Si las personas contemporáneas se revelan a si mismas en su trabajo, la empresa toma preeminencia al ser uno de los lugares más importantes donde de forma organizada se lleva a cabo dicha revelación. En consecuencia, el desarrollo de un programa sobre filosofía de la empresa y, en particular, sobre los principios antropológicos que subyacen a la empresa, como el que se propone en esta investigación, tiene como uno de sus principales objetivos llamar la atención sobre la necesidad de examinar filosóficamente no sólo el trabajo, sino también a la empresa moderna, y colocar ambos temas, así como todos aquellos relacionados, entre los nuevos problemas de interés especulativo.

      Una revalorización de la importancia antropológica de la empresa permite, además, llamar la atención sobre un tercer obstáculo que posiblemente ha limitado el impulso de un proyecto como el que ahora nos proponemos desarrollar: en la actualidad, el papel de la filosofía respecto de la empresa se ha visto sumamente restringido al desarrollo de una pequeña área relacionada: la ética empresarial o la ética en los negocios, que en la mayoría de los casos se limita al estudio de los valores que deben orientar la acción de las organizaciones económicas, desarrollados muchas veces sobre suposiciones metafísicas y éticas no explicitadas, poco estructuradas o poco fundamentadas. Desde luego, resulta imposible negar la relevancia de este vínculo, que en todo caso debería ser más bien supeditación (de los principios de la empresa a los de la ética). Sin embargo, las especulaciones que la propia filosofía puede aportar a la empresa no se reducen únicamente a la enumeración de valores morales a los cuales ésta se debe atener. Por el contrario, el amplísimo bagaje teórico con el que cuentan sus representantes, su capacidad de análisis, así como su carácter dialógico, le acreditan como materia autorizada para examinar el fenómeno de la empresa desde una perspectiva mucho más amplia, que involucre especulaciones provenientes de la ética sí, pero también de la antropología filosófica, de la política e incluso de la metafísica.

      Más allá de la necesidad de ir superando los obstáculos mencionados, el propósito de este libro es demostrar que existen múltiples formas en que la empresa puede ensanchar las capacidades humanas a través del trabajo, aportación que hemos denominado con el nombre de valor humano agregado. La propuesta es que tal variedad puede ser agrupada en tres rubros principales, que dan lugar a los tres capítulos que conforman esta obra. El primero de ellos, que será tema del primer capítulo, es el del ámbito moral o, mejor dicho, de la virtud. Atendiendo a la distinción aristotélica entre poíesis y prâxis, se argumentará que el trabajo no sólo es actividad productiva sino también acción autotransformadora. El fruto del trabajo es extrínseco al agente que lo produce y también posee una dimensión metamórfica que incide en quien lo realiza, pues el fortalecimiento de la experiencia profesional particular produce mejores resultados externos y simultáneamente exige un cambio disposicional del sujeto como principio de acción, que habitualmente ejercido deviene en virtud. En otras palabras, una labor eficaz y fructífera sólo es posible si se acompaña del cultivo de hábitos buenos que sean capaces de transformar a su agente desde una perspectiva caracteriológica más íntima y vital. Los griegos bautizaron tal clase de hábitos con el nombre de virtudes, de modo que la formación del carácter es sinónimo de la formación de virtudes que permitan este señorío sobre sí y para el cual, además de la voluntad del sujeto, se requiere un entorno favorable que lo facilite y aliente. Y aunque la familia es la primera encargada de esta formación, la empresa, en tanto sociedad intermedia, no puede quedar excluida de dicha tarea. En consecuencia, el primer ámbito en el que la empresa puede ser formadora de hombres y aportarles valor es en su capacidad para desarrollar un ambiente propicio en el que sus miembros puedan forjar su carácter mediante el ejercicio de la virtud que exijan sus labores, de cara a la plenitud.

      Dado que la mayoría de las virtudes perfeccionan aquellas acciones que están orientadas hacia los demás, este ámbito reclama como consecuencia natural la consideración de la empresa desde una perspectiva social, en tanto