Y un sonido fragoroso
Para asomarse a la voz
Es una palabra establecida
Por los fuegos de la vida
Por los truenos de la luz
Es una palabra sin cadenas
Anterior a tu condena
La palabra que te ofrezco
Es libre
Es libre, libre, libre, libre, libre
En Las Antillas, Antigua, 1980
Arriba en la cordillera
¿Qué sabes de cordilleras
Si tú naciste tan lejos?
Hay que conocer la piedra
Que corona el ventisquero
Hay que recorrer callando
Los atajos del silencio
Y cortar por las orillas
De los lagos cumbrereños:
Mi padre anduvo su vida
Por entre piedras y cerros
La Viuda Blanca en su grupa
—La maldición del arriero—
Llevó mi viejo esa noche
Para arrear ganado ajeno
Junto al paso de Atacalco
A la entrada del invierno
Le preguntaron a golpes
Y él respondió con silencios:
Los guardias cordilleranos
Clavaron su cruz al viento
Los Ángeles, Santa Fe
Fueron nombres del infierno:
Hasta mi casa llegaba
La ley buscando al cuatrero
Mi madre escondió la cara
Cuando él no volvió del cerro
Y arriba en la cordillera
La noche entraba en sus huesos:
El que fue tan hombre y solo
Llevó a la muerte en su arreo
Nosotros cruzamos hoy
Con un rebaño del bueno
Arriba en la cordillera
No nos vio pasar ni el viento
Con qué orgullo me querría
Si ahora llegara a saberlo
Pero el viento no más sabe
Dónde se durmió mi viejo
Con su pena de hombre pobre
Y dos balas en el pecho
1965
Arriesgaré la piel
Quizás me fuera necesario anoche
Tomar la inútil decisión de verte
Así sea en el centro de la noche
Así sea en el borde de la muerte
Mi corazón es un caballo alado
Mi decisión es una espada amarga:
Yo volveré a buscar lo más amado
Pese a la incertidumbre que me embarga
Arriesgaré la piel por un encuentro
Aunque paguemos caros los engaños
Porque la vida es un instante dentro
De la perdida inmensidad de este año
Año de espera y año sin memoria
Que no quisiera prolongar en celo
Entre el cuchillo de tus dos historias
Y las heridas de mis dos desvelos.
1998
Balada de los amantes
del camino de Taverney
El cuarto donde habita mi ruiseñora
Se nutre con el ruido de mi demora
Los cantos de la calle se están plegando
Y el mórbido reloj mira blasfemando
Después la lluvia encumbra sus volantines
Y moja alguna estrella que agoniza entre violines
Y agolpa sus rebenques desmelenados
Al anca de mi potro, que no ha piafado
De noche todo es claro si en su cortina
Ondula una cadera que se adivina
Sacude su pañuelo la amante raza
Y enciende las señales por donde pasa
Mi atávico desvelo buscando casa
La cama donde espera mi buenamoza
Es tibia como un vientre y es luminosa
Viniendo de la lluvia y forzando puertas
Aprecio que su gana ya esté despierta
La cama donde escurro mis homenajes
Es donde desterramos la barrera de los trajes
Y donde, de algún modo, su resolana
Se adueña de mi lengua, tan soberana
Allí nos respiramos de diestra suerte
Allí nos cobijamos (por si la muerte)
Allí yo le regalo mis estertores
Y allí ella me devora con mil amores
Cogiendo de mi sangre
Las frescas flores
La cama donde anida su pulpa suave
Es esa donde yergue su cuello mi ave
Y aquella donde estira su claro modo
Amándome de cerca y mordiendo todo
Su cama multiplica mi envergadura
Que es llave con la que abro su opulenta sabrosura
Que es fuego con el que echo
Su frío afuera
Y avivo su gemido cuando lo quiera
Viniendo de tan lejos estoy tan hondo,
Tan cerca de su dentro y tan al fondo
Tan ávido y completo, tan estrujado
Tan posesivo y pleno, tan aplicado
Que cuando el nuevo día se asoma, me alza
Desangrado
Ginebra, Suiza, 1983
Bandido
La noche me abre su manto
Su manto de estrellas blancas:
Compadre: voy a la sierra
Llevando mi muerte en ancas
Es negro el viento y la tierra
Negro