Los enfoques expuestos resultan necesariamente variados y abordan desde diversas perspectivas los factores de diferenciación establecidos por las distintas élites mediterráneas. En consecuencia, los trabajos que componen el presente volumen cubren un amplio arco que incluye miradas de corte teórico general, como el estudio de la construcción de la imagen elitista aristocrática en la Grecia arcaica, o el análisis de los grupos responsables de la difusión de rasgos helenizantes en los reinos helenísticos, o el enfoque comparativo de las historiografías en lenguas inglesa y alemana sobre la cultura política de la Roma republicana; se presentan, asimismo, miradas de alcance local, como el examen de las representaciones ligadas a los rituales y la propaganda organizados a través del ejercicio de las guerras locales entre vecinos eubeos, o el de la asimilación de modelos culturales romanos en la zona de Lucania, o el de los mecanismos de construcción de poder de la jerarquía donatista en el África romana. En los capítulos que componen este libro se estudian también tanto aspectos culturales, como la construcción de la imagen de las élites a través de la práctica y la representación de las competencias atléticas agonísticas, o la comunicación de las posiciones políticas elitistas a través de la moda o de las inscripciones, o la utilización de los despojos artísticos como mensajes políticos, cuanto el papel cumplido por las élites en el plano militar para la afirmación de los liderazgos políticos.
La publicación de estos trabajos es, en parte, la expresión de la producción y el intercambio vivaz entre los expositores y con el público presente en el evento, que incluyó a colegas, estudiantes y aficionados a la historia. Si bien estas páginas no pueden dar cuenta cabalmente de esa participación, ellas son un testimonio vivo del vínculo resultante que se produce en los eventos del PEFSCEA desde hace ya varios años.
Queremos manifestar nuestro más sincero agradecimiento al conjunto de personas e instituciones que han hecho posible el éxito del coloquio y esta publicación. En primer lugar, queremos expresar nuestra gratitud al profesor Hans Beck por su entusiasmo y su diligencia para realizar el evento en Buenos Aires y, a través suyo, a las respectivas instituciones que con sus aportaciones han permitido la concreción del encuentro (el Programa Anneliese Maier Research Award de la Alexander von Humboldt Stiftung/Foundation, la Cátedra John MacNaughton en la McGill University, a cargo de Hans Beck en ese momento, y la Cátedra de Historia de Grecia en la Universität Münster). Asimismo, agradecemos al profesor Francisco Pina Polo, quien confió en nuestra capacidad para realizar el evento, dando así el impulso inicial. Vaya también nuestra gratitud a los colegas y las colegas participantes, que en varios casos realizaron sus viajes y estadías en Argentina a sus expensas, permitiendo que el evento pudiera plasmarse. El agradecimiento también debe hacerse extensivo a la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) que hicieron posible con sus ayudas que el coloquio pudiera llevarse a cabo. Finalmente, queremos dar las gracias a nuestro infatigable equipo del PEFSCEA que desinteresadamente ha colaborado en la organización del evento –Sergio Amor, Sergio Barrionuevo, Diego Paiaro, Marcelo Perelman, Fernando Piantanida, Mariano Requena, Agustín Saade, Pablo Sarachu, Marianela Spicoli, Mariano Splendido–.
J. Gallego – C.G. García Mac Gaw
Introducción
Hans Beck - Francisco Pina Polo
Es paradójica la frecuencia con la que se han anunciado giros académicos en los últimos años, entre otros el espacial, el performativo y el de las redes. A veces, estos giros son simplemente subsumidos bajo el paraguas de un giro cultural inclusivo. En realidad, se encuentra más literatura sobre estas cuestiones que investigadores anunciando nuevos descubrimientos. Como Karl-Joachim Hölkeskamp (2015) ha observado, la caracterización de cada uno de estos giros en las Ciencias Humanas radica en modestos avances desde perspectivas cambiantes, ampliaciones temáticas y aproximaciones teórica y metodológicamente más complejas. Si bien ninguno de estos avances constituye un resultado innovador como tal, su interacción sí lo es: es necesario explorar las sociedades antiguas de manera que pueda mostrarse la interacción e interdependencia de una amplia red de contextos y expresiones culturales.
En paralelo a estas tendencias y avances, el estudio de las élites antiguas ha experimentado un salto significativo en los últimos años. Durante mucho tiempo se ha sostenido que las antiguas élites mediterráneas, independientemente de la configuración institucional y del tamaño del grupo, eran modeladas por el hecho de que había, en el extremo opuesto del espectro social, un elevado número de personas no pertenecientes a las élites que estaban sujetas a su autoridad. En ese sentido debe entenderse la celebre afirmación de Ronald Syme (1939: 7): “en todas las épocas, cualquiera que sea la forma y el nombre del gobierno, ya sea monarquía, república o democracia, una oligarquía acecha detrás de la fachada”1. Esta proclamación merece una cuidadosa reflexión en más de un sentido. Porque mientras Syme, el gran historiador del Imperio Romano, en su intento por asomarse tras la “fachada” de gobierno se propuso revelar las fuerzas de la ‘revolución’ augústea, su veredicto pasó sin problemas de un paradigma gubernamental a una configuración más universal, una configuración en la que, por un lado, había unas pocas personas que ejercían el poder, sobre todo mediante el monopolio de diferentes formas de capital características del gobierno de la élite premoderna –económico, cultural, simbólico–, y, por otro lado, estaba la mayoría de las personas sujetas a ese poder.
En la historia del Mediterráneo antiguo, el rasgo general del dominio de las élites es que se construyó sobre la intrincada relación entre el estatus social y una organización política que estaba a su vez orientada hacia la preeminencia de los niveles superiores de la sociedad. Sin embargo, el simple binomio élites/no-élites se complica a causa de las múltiples conexiones y relaciones mutuas que trascienden esa clara división. Por ejemplo, en el caso de las élites griegas, desde el final del período arcaico hasta comienzos del período helenístico se ha argumentado que su enraizamiento en las ciudades-estado que se suelen etiquetar como democráticas u oligárquicas –o, en pocos casos, autocráticas, caracterizadas por el gobierno de un círculo o clan restringido– no se tradujo en estrategias de distinción que fueran invariablemente de naturaleza democrática u oligárquica. Las élites de las ciudades-estado de la Grecia egea estaban expuestas a la misma conformación social de unos ‘pocos’ frente a los ‘muchos’, a menudo respaldada por regulaciones políticas que proporcionaban una apariencia o más democrática o más oligárquica. Sin embargo, en su intento por asegurar la jerarquía y la distinción social, las élites griegas dieron un giro a las formas específicas de la cultura para crear una jerarquía que les permitiera navegar por las relaciones potencialmente volátiles con las no-élites y adherirse a un código común de comunicaciones (Ober, 1989).
En otras palabras, los gobernados –los ‘muchos’– no eran simplemente sujetos pasivos sino agentes activos en la medida en que formulaban expectativas (sociales, económicas, de comportamiento) que debían ser atendidas por las élites. Las estrategias de respuesta tenían unas veces más éxito que otras, y esas tasas de éxito diferían considerablemente en muchos lugares. Pero la combinación no era casi nunca distinta: la interacción cotidiana en la cultura abierta de la polis griega requería, además de leyes sobre los derechos políticos, modos de comunicación y participación pública