El enigma del código de las favas. Alberto Alexis Martínez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Alberto Alexis Martínez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468559216
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vegetación propia del lugar, sobre el tipo de plantas y de árboles que allí crecen, por lo que prácticamente conocía como si fuera un botánico, y ello hacía que uno apreciara mejor aquel hermoso paraje, donde se respiraba un aire sano con fuerte olor a los árboles. Con el sonido del motor de la camioneta, los pájaros salían alborotados en bandadas de medio de los árboles provocando un fuerte barullo con su trinar y el aleteo.

      Luego de unos diez o quince minutos, arribamos a una portera blanca, que, accionada por un control remoto desde adentro de la camioneta, se abrió permitiéndonos acceder a un camino prolijamente arreglado.

      En los alrededores, estábamos rodeados por un campo de fina gramilla perfectamente bien cortada, como si fuera un campo de golf, alrededor del camino de balastro contorneado sobre sus lados por piedras pintadas de blanco, y una hilera de árboles de cada lado, que formaban como si fuera un túnel en medio de aquel paisaje.

      Se veían como islas de árboles de diversas especies que decoraban el horizonte del sitio, donde pude observar a un par de jardineros que trabajaban, uno recortaba el césped con un pequeño tractor en cuanto el otro aplicaba algún producto a los árboles en el fondo de ese inmenso jardín.

      El camino se proyectaba hasta algo de doscientos metros, donde se divisaba una inmensa casona blanca, tipo mansión del estilo neoclásico, que en mucho se parecía a las construcciones del tipo de la Casa Blanca en EE.UU., y que tenía una amplia escalera en su parte frontal.

      Así que llegamos al destino frente a la casa, haciendo un giro Malden estacionó justo delante de la amplia escalera que era blanca de mármol y que tendría unos seis metros de ancho.

      Descendimos de la camioneta y comenzamos a subir los escalones que conducían hasta el pórtico más elevado de la entrada que estaba debajo de un porche con gruesas columnas circulares que sustentaban la fachada superior decorada con bajorrelieves.

      Por su arquitectura, en mucho me hacía sentir que estaba en otro tiempo y otro lugar, como si hubiera viajado al Siglo XIX, si bien, era consciente de que debía estar atento a la realidad, pues por algún motivo yo había llegado hasta ese lugar que nunca lo habría imaginado ya que el litoral en el sur de Brasil, es habitado mayoritariamente por gente simple, y no es un lugar donde se podría encontrar una mansión oculta.

      La puerta, de madera finamente trabajada, era bastante más ancha de lo habitual, tenía aparentemente más de un metro, y estaba bordeada con fajas laterales de vidrio trabajado con grabados en bajo relieve.

      Así que subimos la escalera, pude ver entre los vidrios la sombra de alguien que venía desde el interior para abrir la puerta en cuanto nos aproximábamos a ella. Una vez arriba, se abre la puerta, y aparece la figura de un hombre negro de grandes proporciones, que sonrientemente nos mira y dirigiéndose a mí, me dice…

      - Buenas tardes Sr. Alexis, sea usted bienvenido… en correcto portugués, pero con acento extranjero, al que obviamente le reconocí la voz, por ser el que me había atendido la llamada telefónica días atrás.

      Dicho esto, me extiende su mano para saludarme y hace un amable gesto para que ingrese, al cual Malden acompaña con su brazo indicándome que pase.

      Saludé entonces a este gigante negro que me había sorprendido, y Malden me lo presenta diciéndome... este es Alí, mi inseparable compañero de aventuras.

      ¡Mucho gusto!, Respondí, al tiempo en que le contestaba el saludo dándole la mano, aunque en verdad, aún estaba algo sorprendido, no solo por su tamaño, sino por el tinte de su color propio del negro netamente africano – este es un rasgo clásico de ciertos grupos africanos, los cuales, difieren mucho del común negro brasileño.

      Es un placer Sr. Alí… - le respondí – en cuanto manteníamos el apretón de manos.

      Alí, vestía un impecable pantalón azul marino y zapatos negros perfectamente bien lustrados, una camisa blanca de mangas cortas, y un fino reloj que parecía ser de oro, por lo cual, obviamente, se percibía que no se trataba de un criado, ya que, sus modales y el trato con Malden, revelaban una buena vinculación entre ambos. En otro aspecto, Alí, también tenía un aspecto que, al igual que Malden, evidenciaba su origen extranjero, no solo por su forma de hablar, sino por su mirada franca, que era la de una persona que, si bien podría asustar por su tamaño y el color de su piel, a la vez, generaba simpatía por su cara de bonachón, que es la que cualquiera quisiera tener a su lado en un momento de dificultades.

      En ese momento, recuerdo que todo me indicaba que, de alguna forma, yo me sentía que estaba siendo tratado algo así como un invitado de honor, si bien, aún no sabía por qué ni para qué.

      Frecuentemente, cuando mantenía reuniones en oficinas o en la casa particular de algún cliente, yo siempre me sentía bien recibido, pero tratándose de asuntos de negocios, el motivo de cada reunión ya está previamente delineado, por lo menos de mi parte, pues yo sabía a lo qué me dirigía, cual era mi objetivo en cada reunión, y de alguna forma, era yo quien manejaba el tema, desde que era yo quien iba a ofrecer un negocio que, por estar vinculado a la Bolsa Mercantil y a contratos de inversiones, era algo que se realizaba con gente de mayor nivel económico y social.

      Pero, en este caso no, todo ello era un acontecimiento muy poco común, ya que en este caso yo era el invitado, aunque no había ningún motivo aparente para mi visita, y si bien no sentía ningún temor, me mantenía algo así como atento, o más bien curioso, observando todos los detalles y analizando sutilmente el entorno para encontrar indicios y arribar a alguna conclusión sobre la razón por la cual les interesaba mi visita.

      Lo que sí tenía muy claro, era que el ambiente estaba delineado por dos características fundamentales, una, es que se trataba de gente con mucho dinero, y la otra, es que existía en el medio un muy elevado nivel cultural.

      Nos dirigimos entonces a una sala, que estaba muy bien decorada, el piso con alfombras persa y excelentes pinturas que acompañaban el estilo clásico del mobiliario, con finos cortinados, y un juego de confortables sillones tapizados en terciopelo rojo oscuro, donde nos sentamos con Malden.

      Frecuentemente, dice Malden, me gusta reunirme con algunas personas interesantes para tomar un café, e intercambiar conocimientos, que para mí resulta muy saludable, lo que aquí no es muy común como tú, siendo uruguayo, lo debes haber percibido... En eso, se aproxima un ama de llaves y una mucama con un carrito trayendo una lujosa cafetera, y a seguir nos ofrece un café, lo que es habitual en toda reunión en Brasil. Ali también se aproximó para ser servido, en cuanto surgió con Malden un comentario haciendo algunas apreciaciones sobre los diversos tipos de café que se producen en Brasil.

      Luego Ali, tomando el platillo con su pocillo de café, se disculpó, pues tenía que retirarse para completar una tarea que estaba haciendo... Cuando se alejó observé que ingresó con su café en otra sala contigua, donde había un fino escritorio de madera labrada, con muchos libros esparcidos sobre él, y entornando las amplias puertas que tenían vidrios con finas cortinas transparentes, se sentó y se dispuso a trabajar.

      Malden, viendo como yo le seguía atentamente con la mirada, también él le observaba y luego, girando su cabeza hacia mí, me dice:

      - A este hombre, yo le debo la vida, hoy es como un hermano para mí, es mi más fiel amigo y compañero de aventuras.

      - ¿Él le salvó la vida? – Indagué.

      - Si, así es. Respondió… y continuó,

      - Yo nací en Rumania, y cuando muere mi madre yo tenía 12 años, entonces mi padre, que era inglés, decide retornar a Inglaterra llevándome con él.

      En Londres, seguí los pasos de mi padre, completé mis estudios y me gradué en Historia, Arqueología y Antropología.

      Tenía algo más de veinticinco años cuando ingresé al Ejército Británico, aún en plena Guerra Mundial, pero, por mi formación, fui designado oficial tras una corta preparación militar, y luego, me destinaron a una tarea administrativa en el Servicio de Inteligencia del Ejército.

      En ese entonces, las tropas alemanas en el Norte de África estaban siendo derrotadas por nuestro