Domando tus cocodrilos. Hylke Faber. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Hylke Faber
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная деловая литература
Год издания: 0
isbn: 9781607385943
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que era demasiado importante y que había invertido demasiado en mis formas de escuchar como para ahora comenzar a hacer algún cambio.

      Piensa en los susurros en tu vida que te has encargado de volver irrelevantes —tal vez, porque pensaste que no era el momento adecuado para detener tu impulso o porque despediste a la persona que te lo dijo o porque temías hacer los cambios que se requería—. Es muy humano querer descartar los susurros, pero el hecho es que, para crecer, debemos encontrar el coraje de abrir los oídos y escuchar.

      Con el fin de recordar el poder de los eventos relevantes que nos ayudan a crecer, también los llamamos “instantes de crecimiento”. Cuando nos activamos o cuando sentimos un sutil susurro, tenemos la opción de detenernos y preguntarnos: ¿cómo estoy creciendo? No dejamos que ningún momento sea irrelevante, pues cada uno nos brinda un potencial de crecimiento instantáneo y no queremos quitarle ni un ápice de nuestro máximo potencial a este nuevo estilo de vida producto de nuestro despertar. Ahora, escuchamos todos los comentarios que recibimos y nunca descartamos ninguna señal de que quizás estemos dirigiéndonos a un camino sin salida. Ya no ignoramos los empujones que nos sirven para proceder de una nueva manera que nos ayudará a crecer.

      SUSURROS A DIESTRA Y SINIESTRA

      Los susurros provienen de diferentes direcciones. Fred Kofman, otro de mis maestros, sugiere una forma de organizarlos que nos ayuda a abrirnos también a áreas de nuestra vida a las que no solemos mirar.

      Kofman describe la percepción de la realidad como una silla con tres patas: “mi yo, mí mismo”, “nosotros, las relaciones” y “eso, tarea”. La parte “eso” de nuestra percepción de la realidad está ligada a nuestro enfoque en lo tangible —qué hacemos, qué tan bien, qué tan efectivos y eficientes somos—. La parte “nosotros” describe nuestra atención a nuestra conexión con los demás —cuánta confianza y empatía hay, cuán profundos son nuestros lazos y cuánto disfrutamos de estar juntos—. Y la dimensión “yo” se refiere a nuestra vida interior —cuán alineados estamos con nuestros valores, cómo nos sentimos y cuán satisfechos estamos.

      Es una silla de tres patas, ya que nuestra perspectiva de la vida se equilibra solo cuando les prestamos atención a las tres áreas. Está fuera de balance cuando nos enfocamos en uno o dos aspectos de la realidad, excluyendo el(los) otro(s). Cuando solo nos enfocamos en las tareas, tenemos éxito por un tiempo, pero si ignoramos nuestras relaciones y nuestra vida interior, terminaremos quemando puentes con quienes nos rodean y nos convertiremos en extraños incluso para nosotros mismos. Cuando priorizamos las relaciones sobre todo lo demás, tendemos a perder el enfoque en nuestras tareas, así como el contacto con nuestras necesidades y aspiraciones auténticas. Y cuando nos enfocamos solo en nuestra vida interior, llegamos al punto de desconectarnos de los demás y de no ocuparnos de nuestras tareas, ni siquiera de las básicas.

      Ahora, pregúntate: ¿a dónde va habitualmente mi atención? ¿Está enfocada en mi yo, en mí mismo? ¿En nosotros y en las relaciones? ¿O en el eso, en la tarea? ¿Cuál es el impacto de esa atención específica en las otras dos dimensiones de mi vida? ¿En qué área escucho los susurros más fuertes? ¿Cómo estoy evolucionando al hacer esta reflexión?

      En mi caso, me centré tanto en el tema de mis tareas que perdí por completo el contacto con los demás y con mi verdadero yo. Esa noche, cuando me quedé despierto en Ameland, comencé a escuchar los gritos de los tres aspectos de la realidad: me sentía profundamente infeliz (mi yo), me había alejado por completo de aquellos que me importaban (el nosotros) e incluso en mi área de enfoque (el eso) estaba perdiendo, ya que me estaba volviendo cada vez menos efectivo en el exterior y más frágil por dentro.

      LOS OJOS DEL AMOR VERSUS

      LA MIRADA DE JUICIO

      Mantenernos valientes, humildes y fascinados nos hace más abiertos a ver en dónde tenemos oportunidades para crecer y aprender. Y hay otras mentalidades que podríamos adoptar para seguir en el camino del aprendizaje. Una que me gusta especialmente es mirarnos a nosotros mismos y a los demás con lo que podemos llamar “los ojos del amor”. Se trata de elegir ser gentiles con nosotros mismos, en especial, cuando la vida se pone difícil, en lugar de ceder a nuestro instinto de autojuicio de cocodrilo.

      Crecemos mucho con el simple hecho de ser gentiles con nosotros mismos. Observa qué tan rápido crecen los niños cuando están en una atmósfera de amor y no de juicios. Por desgracia, como adultos, la mayoría de nosotros tenemos doctorados en hacer juicios. Nuestro crítico interno es muy fuerte. Nos juzgamos y nos criticamos por no saber más y por no crecer más rápido; nos decimos que crecer es demasiado difícil, que no valemos la pena y que no tenemos tiempo para ello.

      Mirarnos a nosotros mismos con ojos críticos disminuye nuestro crecimiento y hace que terminemos en un espiral descendente. Examinemos cómo funciona este patrón autolimitante.

      Por temor a juzgar si lo intentamos y fallamos, preferimos mirar hacia otro lado desde nuestras oportunidades de crecimiento. Como resultado, poco a poco, nos volvemos incapaces de identificar esas oportunidades, nos ensordecemos a los susurros que surgen en nuestra vida, ya que estos nos piden que hagamos cambios y que corramos riesgos a los cuales les teme nuestro crítico interno. Esto significa que terminamos haciendo las mismas elecciones autolimitantes una y otra vez. Entonces, debido a que no podemos pasar por alto fácilmente las consecuencias de ese tipo de elecciones como las relaciones disfuncionales, la falta de satisfacción y la falta de efectividad, comenzamos a juzgarnos por estas desgracias creadas por nosotros mismos hasta terminar sintiéndonos aún peor con nosotros mismos. Y a medida que permanecemos en nuestra espiral inconsciente, autocastigadora y descendente, las capas de autojuicio se vuelven tan gruesas que, con el tiempo, terminan por paralizarnos. Nos sentimos mal con respecto a nosotros y hasta nos sentimos mal por sentirnos mal, volviéndonos cada vez más resistentes a dejar ir las viejas formas limitantes. Con cada revés, nos juzgamos más, nos sentimos peor y seguimos enredándonos en esta espiral descendente que tanto nos desanima y arrastra.

      He estado atrapado en este patrón autodestructivo muchas veces, durante los 10 años anteriores a esa noche en Ameland. Saboteé mi aprendizaje al negarme a reconocer el creciente dolor en mi cuerpo y en mi mente. No quería admitir que no me estaba amando a mí mismo, ni a lo que estaba haciendo, ni que la calidad de mi trabajo estaba disminuyendo. No quería aceptar que mis colegas estaban hartos de mí.

      Para lidiar con mi dolor, elegí la alternativa del autocastigo y culpar a los demás —trabajando cada vez más duro y siendo cada vez más agresivo con mis colegas—. Me estaba dopando con mi trabajo. Mi alto desempeño laboral se había convertido en un pobre sustituto de la tarea más difícil: mirar hacia adentro, reevaluar mis prioridades y cambiar de rumbo. Traté de hacer que mi inquietud desapareciera adoptando más estrategias de autoevaluación, trabajando aún más duro y, como resultado de todo esto, aislándome más, lo que me provocaba un mayor dolor, más frustración y más autojuicio. Estaba atrapado en una espiral descendente.

      Afortunadamente, había una forma de salir de este patrón. Cuando desperté después de mi insomnio, tomé la decisión consciente de aprender lo que fuera necesario de mi desesperación. Mi decisión y mis acciones posteriores me ayudaron a ir transformando poco a poco mi espiral descendente de adicto al trabajo en un viaje de crecimiento —remplazando la desesperación con esperanza, el estancamiento con creatividad y la soledad con conexión.

      ¿Qué me ha mantenido en marcha? Mi afabilidad y mi total honestidad: he estado aprendiendo a verme con los ojos del amor y no a través de una lente de juicio.

      El ejercicio de reflexionar siendo afable sobre algunas de las siguientes preguntas nos ayuda a salir del espiral de juicio negativo:

       ¿Qué me enseña esta estación de la vida?

       ¿Qué viejas formas de pensar me limitan?

       ¿Cómo me han ayudado estas formas de pensar? ¿Cómo me ayudan a mejorar mi vida estas estrategias comunes y comprensibles de la mente?

       ¿Qué no quiero ver? ¿Qué pasaría si me permitiera detenerme a ver y analizar estos pensamientos limitantes?

       ¿Quién