¿Te suena familiar algo de esto? Quizá, tu propio viaje de crecimiento tomará una forma muy diferente, pero es probable que incluya un patrón de estancamiento o lucha similar al que te estoy contando. El crecimiento no es un proceso lineal. La vida es desordenada y hay épocas en las que parece que retrocedemos mucho, antes de que algo cambie. En mi caso, pasé por una década o más de decadencia interior y la vida se me hacía cada vez más difícil a medida que me volvía más frágil por dentro. Sin embargo, por difícil que haya sido, eso fue lo que me costó evolucionar. A veces, nuestro camino es suave; a veces, no; es como un río.
Aunque en ciertos momentos la vida y el crecimiento nos parecen difíciles e impredecibles, también notamos algunos patrones en la forma en que aprendemos y tener conciencia de ello nos ayuda a ser más hábiles para navegar en medio de nuestros viajes de aprendizaje, ya que sabemos cómo reconocer y soltar a nuestros cocodrilos.
En 1999, me entrené para participar en mi primera maratón. Se celebró en la Ciudad de Nueva York. La primera vez que realicé una carrera de larga distancia para prepararme para el gran día, me sorprendió el dolor y la fatiga que experimenté alrededor de la milla 12. Cuando llegó el día de la maratón, sabía qué esperar y cómo moverme a través de esa inmersión en mi energía —había aprendido a confiar en mi ritmo constante, en mi gallardía y en mi perseverancia y comprendí que estas fortalezas eran mis mejores ayudantes—. Del mismo modo, podemos aprender a remontarnos sobre las olas en nuestros viajes de aprendizaje. Estas ondas siguen patrones comunes y es factible entrenarnos por medio de ellas para avanzar en medio del oleaje, equipados con una mentalidad y unos comportamientos específicos.
ETAPA 1: INCONSCIENTE-NO CALIFICADO
Echémosle un vistazo a la primera etapa de crecimiento. La llamaremos “inconsciente-no calificado”. Se trata de una fase en la que no sabes lo que no sabes. En mi caso, yo tenía puntos ciegos en grandes áreas de mi vida y de mi liderazgo. Por ejemplo, no tenía ni la menor idea de que la vida (sobre todo, la vida laboral) y la alegría tuvieran algo en común. Tampoco sabía que el hecho de tener la capacidad para identificar la grandeza de los colegas, así como tratarlos con sincero respeto, es importante y hace que el trabajo sea mucho más divertido. Mucho menos, sabía quién yo era, ni que mis cocodrilos me mantenían atrapado.
La vida es nuestra mejor maestra. Escuchamos esto todo el tiempo y, aun así, ¿qué tanto la escuchamos? Ciertamente, yo no lo estaba haciendo. Me había cerrado por completo, pensando que lo tenía todo resuelto: ganar mucho dinero, cultivar algunas amistades y formar parte de la súper élite que dirige el mundo era mi credo en ese momento. Con esta mentalidad fija, no aprecié la sabiduría de mi colega cuando me preguntó si en realidad me gustaba o no lo que hacía. Tampoco escuché el grito de transformación del colega que me hizo los comentarios acerca de lo “mal gerente” que yo era. Incluso, racionalicé los comentarios de mi jefe a pesar de que me había dicho que me iba a despedir. En el pasado, él ya había despedido a otros colegas y yo sabía que me estaba hablando en serio. Y aun así, no interioricé nada de esto. ¿Por qué no?
Porque tenía un sistema de creencias muy arraigado con relación a lo que significa ser una buena persona y a lo que tenía que hacer para ser feliz. Pensé que tenía que actuar para ser feliz, incluso si eso significaba alienar a los demás y, lo más doloroso, a mí mismo. Hoy, puedo verlo. En aquel entonces, era 100% inconsciente de esta orientación hacia el rendimiento por encima de todo lo demás. Así que era incapaz de hacer nada al respecto, pues esta falencia estaba manejando mi vida sin que yo mismo lo supiera.
“Escucha los susurros, para que no tengas que escuchar los gritos” es un viejo dicho cherokee. Mis propios susurros me dijeron una y otra vez que necesitaba parar, dar un paso atrás y mirar hacia dentro, ser más introspectivo, pero no quise hacerlo. Cerré mis oídos a todas las señales que se me cruzaron por el camino, llevando una vida que, mirando hacia atrás ahora, en muchos sentidos, parece un poco absurda. El sacerdote holandés Henri Nouwen escribió: “El ruido de nuestra vida nos vuelve ‘sordos’, incapaces de escuchar cuando nos llaman, ni desde qué dirección”. Según él, nuestra vida se vuelve “absurda” cuando perdemos contacto con la realidad tal como es o nos hacemos sordos a la canción natural de la vida. Además, afirma que la palabra absurdo tiene la raíz latina surdus, que significa “sordo”. Me habría beneficiado al haber abierto antes mis oídos a los ritmos naturales a los que fui llamado a vivir. En inglés, las palabras hearing (que significa audición) y healing (que significa curación) tienen solo una letra de diferencia: podríamos llamar a esto una coincidencia o considerarlo como un indicador del poder curativo transformador de sintonizarnos con los ritmos naturales de nuestra vida. Hasta que lo hagamos, permanecemos inconscientes, no calificados, enajenados de dónde estamos atrapados y dónde debemos crecer.
ETAPA 2: CONSCIENTE-NO CALIFICADO
En algún momento de mi vida, comencé a escuchar los gritos y a tomar conciencia de dónde yo no era calificado. Paradójicamente, mi insomnio me despertó al darme cuenta que necesitaba transformarme. “¿Qué le había pasado al niño sensible que amaba los campos, los campanarios de la iglesia y la naturaleza, y que tenía muchas amistades maravillosas?”, me pregunté. Me di cuenta que me había convertido en un robot impulsado por mis apegos al rendimiento, al prestigio y al poder. La persona en la que me había convertido tenía muy poco que ver con el chico que yo recordaba que había sido. Comprendí que mi vida se había vuelto ingobernable —mi salud estaba fallando, ya no podía dormir, solo me quedaban algunas amistades superficiales y mi trabajo se estaba volviendo rutinario—. Esa noche de insomnio durante mis vacaciones en Ameland fue el momento en que ingresé en la siguiente etapa de crecimiento: me convertí en un “consciente-no calificado”. En otras palabras, ahora sabía que no lo sabía. Vi que había grandes partes de mi enfoque sobre la vida que debían cambiar para poder comenzar a vivir desde un lugar mucho más auténtico.
Llegué a la etapa de ser consciente-no calificado al permitirme estar más presente, más consciente de lo que en realidad estaba sucediendo a mi alrededor, abriéndome a los comentarios que recibía de la vida. Una forma en que podemos acelerar nuestro crecimiento es estando presentes en lo que estamos viviendo y dejando entrar por completo todo aquello que notamos. Cuando nos detenemos el tiempo suficiente, con la atención enfocada en lo que sucede en nuestra vida, estamos en capacidad de crear una distancia suficiente de nuestros hábitos que nos permita ver qué nos está frenando y dónde están nuestras mayores oportunidades de crecimiento. A menudo, nos resistimos a hacerlo porque ser honestos con nosotros mismos es demasiado amenazante para nuestros cocodrilos, pero esa es nuestra única vía para avanzar hacia el aprendizaje real.
ETAPA 3: CONSCIENTE-CALIFICADO
El paso de la fase inconsciente-no calificado a la fase consciente-no calificado es el comienzo del crecimiento. Esta transición es importante, ya que solo crecemos una vez que hayamos tomado consciencia de lo que aún tenemos que aprender. Nos estamos dando cuenta de que no lo sabemos todo (casi siempre, al darnos cuenta de nuestras propias deficiencias, propias de los cocodrilos), pero aún no hemos adquirido el conocimiento y las habilidades que necesitamos para superarlo. No es sino hasta que llegamos a una encrucijada y tomamos la decisión deliberada de desarrollarnos más plenamente que comenzamos a pasar de ser conscientes-no calificados a ser “conscientes-calificados”. Necesitamos desarrollar la resolución interna para abordar por entero nuestra(s) área(s) de desconocimiento. Durante esa noche de insomnio sentí que, si quería volver a ser feliz, tendría que cambiar mi vida. Entonces, me decidí a encontrar una nueva forma de vivir, sin importar qué. Busqué libros, maestros y, por último, la meditación me encontró y, a través de ella, comencé a encontrar un camino de regreso a quien realmente era. Descubrí cómo dejar de lado las viejas creencias prestadas que me habían mantenido estancado, por ejemplo, como “debería ser reconocido”, “ser mejor que los demás”, “ser perfecto”, “saberlo y poderlo todo” y “tener todas las respuestas”. Dejar de lado todas estas creencias