Domando tus cocodrilos. Hylke Faber. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Hylke Faber
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная деловая литература
Год издания: 0
isbn: 9781607385943
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recurras a la violencia aunque a primera vista parezca prometerte obtener el éxito que quieras alcanzar, pues esta solo irá en contra de tus ideales. Más bien, utiliza el camino del amor y el respeto, aun cuando al transitar por ese sendero el resultado parezca lejano o incierto”.

      —Mahatma Gandhi

      Conéctate con tu verdadero propósito

      Cuando te despiertas a iniciar tu jornada, ¿ya sabes a qué te dedicarás durante ella? ¿Ya hay en ti un sentido de propósito? ¿O solo estás reaccionando a lo que aparezca en tu bandeja de entrada o en la pantalla de tu mente? ¿Estás dejándote guiar por las primeras tareas, los primeros sentimientos y las primeras ideas que vengan a ti cuando te despiertas? Tener un sentido de propósito nos ayuda a concentrarnos. Es como irnos de excursión con la meta de llegar a la cima de la montaña hacia la que nos dirigimos. Ese sentido de dirección es el que nos servirá para planificar nuestro viaje, para llegar más allá de lo presupuestado y para hacer más de aquello que nos sintamos más cómodos haciendo en ese momento. Lo más probable será que no nos detengamos en los paraderos que encontremos por el camino para disfrutar de un buen café y que a cambio llevemos agua extra para mantenernos hidratados aunque hacerlo signifique echarle más peso a nuestro equipaje. Por decisiones como esta debe ser que se dice que nuestra intención alimenta nuestra determinación.

      En el fondo, todos nos sentimos llamados a hacer algo grandioso en esta vida y, entre más claridad tengamos con respecto a cuál es ese llamado, más energía sentiremos para responder a él. Nuestro llamado es muy personal —es exclusivo de nosotros y no es algo que alguien más pueda decirnos—. Es algo muy profundo dentro de nosotros que nos da energía, que nos ayuda a comenzar nuestro día, a enfocar nuestras prioridades, a abordar los desafíos que enfrentamos y que nos motiva a seguir creciendo. La única persona capaz de definir ese llamado es la persona que en estos momentos está leyendo esta frase. (En caso de que te lo estés preguntando, sí, esa persona eres tú).

      ¿De dónde proviene nuestro llamado? Siendo sinceros, no hay respuesta para esta pregunta. Lo que sí sabemos es que estamos influenciados por las prioridades de otras personas —casi siempre, sin darnos cuenta—. Reflexionemos por un momento: ¿qué aprendemos sobre nuestro propósito a través de nuestra familia, la escuela, los trabajos, los amigos y el mundo en general? Recibimos toneladas de mensajes de las tribus a las que pertenecemos. Los siguientes son algunos de ellos: para sobrevivir, necesitas estar ocupado; para tener sentido de pertenencia, debes conformarte y no agitar tu entorno; para tener éxito, es imperioso ser mejor que quienes te rodean y hacer mucho dinero; para crecer, tienes que saber la mayor cantidad de respuestas posible; y para ser digno de respeto y admiración, debes ser especial.

      Y como queremos sobrevivir, pertenecer, tener éxito, crecer y ser dignos, y además preferimos no cuestionar las prioridades de las personas más cercanas a nosotros, adaptamos nuestra vida a las prioridades de nuestra tribu, en lugar de adaptarlas a las nuestras, por lo general, sin siquiera saberlo. O por el contrario, nos rebelamos y rechazamos las prioridades de la tribu y vivimos todo lo opuesto a lo que ellos valoran. Lo cierto es que, en ambos casos, corremos el riesgo de llevar vidas prestadas en lugar de auténticas, pues, inconscientemente, estamos reaccionando a nuestro entorno.

      Y ¿por qué vivimos vidas prestadas? Porque todavía no hemos descubierto quiénes somos, ni cuál es nuestro verdadero llamado, ni mucho menos nos hemos comprometido con él. En lugar de primero descubrir quiénes somos y adoptar una postura al respecto, somos influenciados por nuestra tribu y adoptamos nuestra posición bien sea uniéndonos a ella o yéndonos en su contra. Por un tiempo, viví el enfoque de mi tribu en lo referente al concepto de riqueza, subiendo la escalera corporativa tan rápido como pude. Luego, me rebelé y casi me convertí en monje, pensando que quería vivir sin tener que volver a pensar en el dinero. Sin embargo, el resultado final de estas dos decisiones fue que ninguno de los dos caminos era sostenible para mí, ya que ninguno reflejaba quién yo soy realmente. En lugar de guiarme según mi ser auténtico, lo que decidí hacer incluía dinero en el medio —obtener mucho o nada de dinero—. Fue después de una reflexión continua que aprendí que mi llamado tenía que ver con algo que era inherente a mí: mi deseo de crecer y descubrir más y más de quién soy yo de manera individual y en conjunto. Entonces, comprendí que, para encontrar nuestro llamado, tenemos que estar dispuestos a mirar hacia adentro y a desenmarañarnos de los mensajes y de toda la programación que nos fue impuesta.

      Lo único que sabemos con certeza sobre la vida es esto: todos moriremos. La mayoría de las veces, el hecho de vislumbrar y sopesar nuestra mortalidad suele ayudarnos a aclarar nuestro llamado. Uno de mis tíos, Gerrit Visbeek, murió de cáncer a los 62 años de edad. Hablamos muy seguido durante los últimos meses de su vida y me contó que su mayor arrepentimiento era haber pospuesto hasta cuando ya estaba en su lecho de muerte la labor de saber quién era él realmente. También me expresó que estaba descubriendo que su esencia tenía algo que ver con el amor que permanece hasta después de la muerte. Y en lugar de centrarse en ese amor y extenderlo a los demás, se dio cuenta de que había gastado una gran parte de su vida dedicado a otras prioridades —prioridades que había tomado prestadas de quienes lo rodeaban— como ser alguien en el mundo, tener éxito y acumular riqueza.

      Por lo que sabemos, es posible que mañana no nos despertemos de nuevo. Así que ¿cómo quieres vivir las próximas horas? ¿Quién quieres ser? ¿Cómo quieres vivir un poco más tu llamado hoy? Incluso si aún no tienes una idea muy clara sobre cuál es tu vocación, reflexionar al respecto te ayudará a avanzar hacia ella. Estas son preguntas esenciales para nuestro crecimiento. Mi tío Gerrit aprendió de su padre, Douwe Visbeek, que era imprescindible ser exitoso e importante para sobrevivir y disfrutar de una buena vida. Esto es comprensible, ya que mi abuelo provenía de orígenes muy humildes y tuvo que trabajar duro toda su vida, primero que todo, para obtener estabilidad financiera; y luego, para mantener su riqueza y estatus como un destacado productor lechero en el norte de los Países Bajos. Lo más probable es que mi abuelo haya aprendido sobre las prioridades de su vida a través de su padre y mi bisabuelo de su padre y así sucesivamente.

      Lo que esto muestra es que, en nuestra familia, muchos de nosotros hemos estado operando con estas brújulas prestadas para “hacerse rico” o “volverse respetable” que fueron tan importantes para mi tío y su padre. Tal como nos lo muestra la vida del tío Gerrit, una brújula prestada puede llevarnos muy lejos en términos externos (él terminó siendo dueño de uno de los invernaderos más grandes de los Países Bajos) y, sin embargo, tal como él me enseñó al final de su vida, una brújula prestada nunca nos conducirá hacia una vida verdaderamente satisfactoria. Hay mucha más inspiración en la autenticidad.

       PuntajeEn una escala de 1 a 10, ¿qué tanta de tu energía inviertes en prioridades que sean realmente auténticas para ti (y no prestadas de tu tribu)?Encierra en un círculo el número que te describa.1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

      DESCUBRIENDO NUESTRO COMPÁS

      Hallar el propósito de nuestra vida tiende a ser como escalar una montaña. Nuestra intención inicial es alcanzar determinado pico. Sin embargo, a lo largo del camino, descubrimos que esa no era la parte más alta de la montaña y decidimos redefinir nuestro objetivo. Lo mismo sucede en la vida.

      Con el paso del tiempo, nos conocemos de maneras cada vez más profundas —muchos vamos aumentando nuestra visión del propósito de nuestra vida a medida que envejecemos—. Esa ha sido mi experiencia. Cuando tenemos cinco años, identificamos nuestro llamado diciendo: “Quiero ser astronauta”. Cuando tenemos 12 años, reinventamos nuestro llamado afirmando: “Voy a ser maestro y ayudaré a los demás”. Y cuando ya tenemos 40, nuestro llamado se convierte en: “Daré lo mejor de mí cada día para criar a mis hijos y los guiaré hacia sus propios descubrimientos”.

      Siempre he sentido que mi llamado en la vida tiene algo que ver con ayudarles a los demás y con hacer tangible lo intangible. Siempre me ha encantado cómo la música —en particular, la música que se toca en el gran órgano eclesiástico del siglo XVII que se encuentra en el pueblo donde crecí— tiene el poder de transportarme a un espacio de vitalidad, asombro e inspiración que solo he experimentado en ese lugar. Cuando era niño, comencé a tocar algunas melodías en mi trompa con la esperanza