Consejos sobre la salud. Elena Gould de White. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Elena Gould de White
Издательство: Bookwire
Серия: Biblioteca del hogar cristiano
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877981797
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Se me ha mostrado que los que se compor­tan a menudo de esta manera pierden más de lo que ganan, porque agotan sus energías y trabajan a partir de nervios so­breexitados. Tal vez no se percaten de consecuencias negativas inmediatas, pero con toda seguridad están menoscabando su organismo.

      Que los padres dediquen las noches a sus familias. Dejen en el trabajo sus preocupaciones y perplejidades. Al padre de familia le sería muy provechoso establecer la regla de no me­noscabar la felicidad familiar por traer a casa los problemas del trabajo para enfadarse y preocuparse por ellos. Es cierto que a veces puede necesitar el consejo de su esposa con re­ferencia a problemas difíciles, y que ambos obtengan alivio de sus perplejidades al buscar unidos la sabiduría divina; pero cuando se mantiene la mente en constante tensión debido a asuntos de negocio, se perjudicará la salud tanto del cuerpo como de la mente.

      Procuremos que las noches sean tan dichosas como sea po­sible. Hagamos del hogar un sitio donde moren la alegría, la cortesía y el amor. De este modo se transformará en un lugar atractivo para los niños. Pero si los padres se mantienen en constantes problemas, y se muestran irritables y criticones, los niños adoptarán el mismo espíritu de desconformidad y contienda, y el hogar llegará a ser el sitio más miserable de la Tierra. Entonces los niños experimentarán mayor placer entre los extraños, en malas compañías o la calle, que en el hogar. Se podría evitar todo esto si se practicara la temperancia en todas las cosas y se cultivara la paciencia. La práctica de la autodisciplina por parte de todos los miembros de la familia transformará el hogar en un verdadero paraíso. Procuremos que los cuartos sean tan alegres como se pueda, y que los niños encuentren que el hogar es el sitio más atractivo de la Tierra. Rodeémoslos de una influencia tan hermosa que no se interesen por buscar la compañía de la calle y que no piensen en los antros del vicio sino con horror. Si la vida hogareña es lo que debiera ser, los hábitos allí formados constituirán una poderosa barrera contra los asaltos de la tentación cuando el joven tenga que abandonar el refugio del hogar paterno.

      El orden es la primera ley del cielo, y el Señor desea que su pueblo revele en sus hogares el orden y la armonía que prevalecen en las cortes celestiales. La verdad nunca posa sus delicados pies en un camino de suciedad o impureza. La verdad no produce hombres o mujeres rudos y desordenados. Eleva a todos los que la aceptan a un nivel superior. Bajo la influencia de Cristo se lleva a cabo una obra de constante pulimento.

      A los ejércitos de Israel les fueron dadas instrucciones espe­ciales acerca de la limpieza y el orden que debían caracterizar todas las cosas, dentro de sus carpas y alrededor del campa­mento, para que el ángel del Señor al pasar por el campamento no viera sus inmundicias. ¿Acaso el Señor prestaría atención a esos pequeños detalles? Ciertamente; porque el registro decla­ra que no fuera que al ver inmundicia, él no pudiera acompa­ñarlos al campo de batalla.

      Aquel que se preocupó tanto para que los hijos de Israel cul­tivaran hábitos de limpieza no aprobará ninguna suciedad en los hogares de su pueblo en la actualidad. Dios desaprueba la su­ciedad de cualquier clase. ¿Cómo podemos invitarlo a nuestros hogares a menos que todo esté ordenado, limpio y puro?

       Una señal externa de pureza interior

      Debiera enseñarse a los creyentes que aunque sean po­bres no deben ser sucios en su apariencia personal ni en sus hogares. Debe ayudarse a los que aparentan no compren­der el significado ni la importancia de la limpieza. Hay que enseñarles que quienes representan al Dios alto y sublime deben mantener su alma pura y limpia, y que esta pureza debe extenderse a su forma de vestir y todo lo concerniente a su hogar, de tal manera que los ángeles ministradores vean las evidencias de que la verdad ha operado un cambio en su vida, purificando el alma y refinando los gustos. Después de haber recibido la verdad, los que no cambian su forma de expresarse, o su atuendo o su conducta, viven para sí mis­mos, no para Cristo. No han sido creados de nuevo en Cristo Jesús, tanto para purificación como para santidad.

      Algunos son muy descuidados en su apariencia. Necesitan ser guiados por el Espíritu Santo en su preparación para un cielo puro y santo. Dios instruyó a los hijos de Israel que cuando vinieran al monte a escuchar la proclamación de la ley debían hacerlo con cuerpos y ropas limpios. Hoy día su pueblo debe honrarlo con hábitos de pulcritud y escrupulosa pureza.

      Los cristianos serán juzgados por sus frutos. El verda­dero hijo de Dios será ordenado y limpio. Si bien debemos evitar la ostentación y los adornos innecesarios, de ninguna manera hemos de ser descuidados e indiferentes tocante a nuestra apariencia externa. Todo lo concerniente a nuestras personas y hogares debe ser ordenado y atractivo. Debe enseñársele a la juventud la importancia de presentar una apariencia irreprochable, una apariencia que honre a Dios y la verdad.

       El ejemplo de la madre

      El vestido de la madre debe ser sencillo, pero aseado y de buen gusto. La madre que viste ropas rasgadas y desaseadas, que piensa que cualquier vestido es apropiado para el hogar, sin importarle cuán sucio o descuidado esté, da a sus hijos un ejemplo que los hará ser desaliñados. Y sobre todo, perderá su influencia sobre ellos. Sus hijos no pueden evitar notar la dife­rencia entre ella y quienes visten apropiadamente; y su respeto por ella se debilita. Madres, háganse atractivas, sin necesidad de usar atuendos elaborados sino vestidos apropiados y que les queden bien. Dejen que su apariencia enseñe una lección de buen gusto. Ustedes no deben perder el respeto de sus hijos.

      A los niños se les deben enseñar lecciones de pureza des­de su infancia. A temprana edad las madres deben empezar a llenar la mente de sus hijos con pensamientos puros y san­tos. Y una manera efectiva de hacerlo es manteniendo limpio y puro todo lo que hay alrededor de ellos. Madres, si ustedes desean que los pensamientos de sus hijos sean puros, dejen que el ambiente que los rodea sea limpio. Permitan que sus recámaras se mantengan escrupulosamente ordenadas y lim­pias. Enséñenles a cuidar su ropa. Cada niño debiera tener un lugar propio donde guardar su ropa. Pocos padres son tan pobres que no puedan proveer una caja grande para este fin, que puede acondicionarse con gavetas y cubrirse atractiva­mente.

       Enséñense verdades espirituales

      Para enseñar a los niños hábitos de orden se necesitará ocu­par un poco de tiempo cada día; pero éste no es tiempo perdi­do. En el futuro la madre verá recompensados con creces sus esfuerzos.

      Hay que asegurarse que los niños tomen un baño diario y luego frotar su cuerpo vigorosamente hasta que parezca relucir. Dígaseles que a Dios no le gusta ver a sus hijos con cuerpos sucios y ropas raídas. Luego hábleseles de la pureza interior. Haga la madre un esfuerzo constante por elevar y ennoblecer a sus hijos.

      Vivimos en los últimos días. Pronto Cristo vendrá para lle­var a su pueblo a las mansiones que está preparando para ellos. Pero en esas mansiones no puede entrar nada que contamine. El cielo es puro y santo, y los que pasen por las puertas de la ciudad de Dios deben revestirse aquí de pureza interior y ex­terior.

      Las personas saludables no deberían por ningún motivo des­cuidar el baño personal. Deben bañarse por lo menos dos veces por semana. Los enfermos tienen impurezas en la sangre y su piel no es saludable. La multitud de poros de la piel, a través de los cuales el cuerpo respira, se tapan y se llenan de desperdicios. La piel necesita ser limpiada cuidadosa y cabalmente con el fin de que los poros cumplan su función de librar al cuerpo de im­purezas. Por esta razón las personas enfermas necesitan las ven­tajas y bendiciones del baño, al menos dos veces por semana, y en algunos casos es necesario hacerlo más frecuentemente. Ya sea que la persona esté enferma o sana, la respiración será más fácil si se practica el baño. Gracias a él los músculos se vuelven más flexibles, se vigorizan la mente y el cuerpo, el intelecto se aviva y se despierta cada facultad. El baño relaja los nervios, promueve la transpiración general, acelera