Por otra parte, está claro que, al momento de escribir la edición original, Simon tuvo conocimiento de toda la obra de John Dewey escrita hasta 1947, que, como ya se dijo, influyó en él de manera trascendente. Simon reconoció reiteradamente ese efecto (Simon, 1947; 1991.a).
Vale recordar entonces que, en la búsqueda de la verdad, Dewey separó las instancias de las consecuencias no deseadas de aquellas propias de la acción. De esta manera, distinguió la tarea del científico o investigador de laboratorio que trabaja con el conocimiento puro, percibiéndolo más cercano a la verdad que aquel que lo hace actuando en el mundo, estableciendo la utilidad de las teorías al circunscribir su valor. Expresó: “Las teorías son herramientas. Como es el caso de todas las herramientas, su valor reside no en ellas mismas, sino en su capacidad para trabajar mostrando las consecuencias de su utilización” (Dewey, 1920).
Pero también Dewey estableció una conexión entre el momento concreto de la acción y el momento de la decisión de anticipación, creando mejores condiciones, estableciendo un modelo de investigación diferencial entre el pensamiento científico y el sentido común. Manifestó: “No es verdaderamente realista o científico tener visiones restringidas, sacrificar el futuro por la presión inmediata, ignorar hechos y fuerzas desagradables y magnificar la calidad duradera con la que se colman los deseos inmediatos. Es falso que los males de las situaciones surjan de la ausencia de ideales, dado que emergen de ideales equivocados” (Dewey, 1920).
En consecuencia, para Dewey, la caracterización de la verdad como una actividad objetiva desinteresada resultaba, en realidad, una tragedia que obligaba a trabajar para revertirla y tratar de cambiarla por un sentido de la verdad que fluya del compromiso con el mundo e involucrando en la tarea tanto al diseño como a la acción de decidir, disipando así la creencia persistente de que el observador pasivo está más cerca de la verdad que el actor (Dewey, 1938). De alguna manera, Dewey había distinguido el proceso de la adopción de decisiones del proceso de encontrar sentido. (26)
Al considerar varios aportes (y entre ellos los de Dewey), Simon realizó la diferenciación entre las decisiones orientadas a finalidades últimas (es decir, fines, lo que debe ser: un valor futuro) y las orientadas a lograr tales finalidades (medios, lo que es: un valor actual), estableciendo una jerarquía de las decisiones a partir del fundamento teleológico (27) de los humanos. Asimismo, formuló la distinción entre las enunciaciones acerca del mundo percibido (hechos) y las expresiones de nuestra actitud y motivación que forman parte de la construcción de las decisiones (valores). Pero cuando se enfrentan situaciones en un mundo que no se controla, se deben atribuir valores a los hechos, es decir, se deben interpretar los enunciados de nuestras percepciones en función de valores, pero a sabiendas de los límites de la capacidades humanas de procesamiento; de ahí el cuestionamiento formulado a los límites de la racionalidad que realizó Simon en la edición original de esta obra.
Es cierto que las teorías que tratan del proceso de decisión no tienen mucho que decir respecto de la generación de las alternativas. Se presume que deben ser determinadas. Las alternativas, en realidad, constituyen el objeto de nuestra contemplación, son preexistentes al momento de decisión, constituyendo una fase intermedia y no una salida. El proceso de dar o encontrar sentido, por el otro lado, enfatiza el halo de la acción por la inmediatez, caracterizando a la inmersión en la acción como la fuente de la verdad, algo así como la afirmación de Sartre de que la existencia precede a la esencia. (28)
Simon intentó, en su obra Ciencias de lo Artificial (Simon, 1969.a; 1981.g; 1996.g), enunciar esa complementariedad de ambas perspectivas, aunque sin rotularlas ni describirlas antagónicamente. Lo artificial es esencialmente diseño, proceso por el cual se otorga forma a una idea, en la que confluyen y se complementan el pensamiento referido al diseño y el acto de diseño. En dicha obra, Simon posibilitó la complementariedad de una actividad humana contenida en una disciplina objetiva y analítica, como el proceso de adopción de decisiones, con una actividad humana subjetiva de otorgamiento de forma, como el proceso de crear sentido.
En nuestros días, una aplicación de esa teoría puede percibirse en la adopción de las decisiones estratégicas de cualquier institución (situaciones nuevas en condiciones de ignorancia o incertidumbre) en las que ambas perspectivas pueden ser combinadas, lo que no implica ni integrarlas ni sintetizarlas la una en la otra, sino vincularlas en interrelación.
Dentro de la metodología de considerar a estas observaciones desde un principio académico y de investigación, y habiendo realizado la comprensión del marco del proceso de decisión (que se expandirá con el contenido del original de la obra y los comentarios y observaciones), resulta conveniente comprender ahora el marco del proceso de sensemaking.
Para ello, en primer lugar se deben discriminar los tipos de situaciones de ignorancia, de acuerdo con el siguiente cuadro:
TIPOS DE SITUACIONES DE IGNORANCIA
Luego, la complementariedad con el proceso de decisión, para determinar la interpretación de la realidad a fin de hacerla comprensible y con significado para un determinado procesador:
EL PROCESO CONCEPTUAL DEL SENSEMAKING
05. En el Comentario al Capítulo I, Simon se explayó sobre los roles de las instituciones sociales y los mercados y su influencia en el comportamiento de las sociedades modernas, resaltando el impacto que los ordenadores han tenido en su desarrollo. Analizó también la especialización vertical en la toma de decisiones y las líneas de investigaciones sobre el tema desde la publicación de la primera edición de la obra.
Simon desdeñó la falsa dicotomía de discernir acerca de la primacía en el análisis de los individuos o de la organización, considerando que la causa principal de esa anomalía era la deficiente interpretación del concepto de “organización”. Le atribuyó importancia a la organización, teniendo en cuenta el marco que conforma, por sobre la personalidad de los participantes (capítulos V y X), por la forma que toma la organización a través de la influencia y la autoridad (Capítulo VII) y los ambientes de información en los que se adoptan las decisiones (Capítulo VIII). Para Simon existió siempre una lógica común en los conceptos de “organización” y “dirección” (management), siendo significativos los aportes de las ciencias sociales y humanas, que él denominó “ciencias de lo artificial” (Simon, 1969.a; 1981.f; 1996.f).
Puede decirse, en realidad, que la Teoría de la Organización es una disciplina joven cuya génesis está enmarcada por la irrupción de obras seminales en la primera mitad del siglo XX: “La aparición de este campo, constituido por un grupo de investigaciones guiadas por intereses específicos y más o menos identificables, puede relacionarse con un grupo de libros escritos entre 1937 y 1947 (producidos por Barnard, (29) Roethlisberger y Dickinson, (30) y Simon” (31) (March, 1965). Yo agregaría, por su influencia, a Parsons, (32) de cuya obra un enorme pensador dijo: “Nadie entre los contemporáneos ha desarrollado una teoría comparable de la sociedad. La obra actualmente presente no tiene competencia en cuanto a la altura de abstracción y diferenciación, alcance teórico social y sistemático, con simultánea conexión con la literatura de diferentes áreas de investigación. Pese a que el interés en esta teoría ha disminuido desde mediados de los años sesenta y que el planteamiento de Parsons ha sido empujado hacia el trasfondo, momentáneamente, por planteamientos de investigación hermenéuticos y orientados hacia la crítica, actualmente no se puede tomar en serio ninguna teoría social que, por lo menos, no se refiera a la de Parsons. Quien se equivoca acerca de esta circunstancia se deja capturar por la actualidad, en vez de estar sensible