El Secreto Del Relojero. Jack Benton. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jack Benton
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Серия:
Жанр произведения: Зарубежные детективы
Год издания: 0
isbn: 9788835423249
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alejados de la carretera. Ninguno tenía vehículos en el exterior, lo que sugería que sus habitantes estaban trabajando en alguna ciudad lejana. Vio pocas señales más de vida: algunos juguetes de niño en la entrada de uno, un elegante gato sentado en la ventana de otro.

      Pasados lo bungalós, había tres granjas más antiguas, con muros de piedra y tejados de paja, un pedazo de un documental de viajes transportado a un sitio desconocido de Cornualles. Las dos primeras parecían vacías, con los portones cerrados y los buzones arañados, pero en la tercera un hombre mayor trabajaba en el jardín, echando los restos esqueléticos de plantas muertas en una compostadora antes de colocar las viejas bandejas en una pila.

      Slim levantó una mano en respuesta a un amable saludo.

      —¿Tiene un minuto? —preguntó.

      El hombre vagaba por el jardín.

      —Claro. ¿Es usted nuevo por aquí?

      —Solo estoy de visita. Vacaciones.

      El hombre asintió pensativo.

      —Qué bien. Yo hubiera elegido algún lugar más cerca de la costa, pero cada uno es como es.

      Slim se encogió de hombros.

      —Era barato.

      —No me sorprende.

      —Estoy buscando a alguien que pueda haber conocido a Amos Birch —dijo Slim, pues las palabras le salieron de la boca sin pensar realmente en qué estaba diciendo—. Ya sé que murió, pero me pregunto si tal vez tenía una esposa o un hijo. Encontré algo que podría pertenecerle.

      El hombre se puso visiblemente tenso al oír el nombre de Amos.

      —El que haya muerto o no es dudoso. ¿A quién le importa?

      —Mi nombre es Slim Hardy. Estoy en el albergue Lakeview en Penleven.

      —¿Y qué ha encontrado?

      Slim se dio cuenta de que no tenía sentido volverse atrás.

      —Un reloj. Oí que era aficionado a esto.

      El hombre se rio.

      —¿Un aficionado? ¿Quién le ha dicho eso?

      —Es lo que he oído.

      —Bueno, amigo mío, si yo encontrara un reloj de Amos Birch, yo me lo quedaría para mí o al menos lo guardaría bajo llave.

      —¿Por qué?

      —Son cosas muy buscadas. Amos Birch no era un aficionado. Era un artesano famoso en todo el país. Sus relojes valen miles.

      7

      Mientras Slim se sentaba al otro lado de la mesa destartalada del hombre que se había presentado como Lester «pero llámeme Les» Coates, se encontró pensando constantemente en el reloj que había dejado despreocupadamente sobre la cama en el albergue. Podría valer una pequeña fortuna, algo que, en ausencia de trabajos a la vista, le habría resultado muy útil ahora mismo.

      —Las historias continuaron —dijo Les tomando el té que Slim encontraba decepcionantemente flojo—. Fue literalmente un caso de visto y no visto. Desde el desplome de un pozo minero en Bodmin Moor al secuestro por un grupo terrorista internacional. Muy rocambolesco, podríamos decir.

      —¿Vivía cerca de aquí?

      —En la Granja Worth. Al norte de la mía, la segunda entrada a la izquierda. Tenía gente que trabajaba para él, pero era un mero mantenimiento. La gente siempre decía que la mantenía con pérdidas para desgravar impuestos.

      —¿Para sus relojes?

      —Eso fue luego. Empezó como granjero, al heredar la granja de su padre, creo. Luego, cuando aumentó el interés por su otro trabajo, recortó por un lado para expandirse por otro.

      —¿Eran amigos?

      Les sacudió la cabeza.

      —Vecinos. Nadie era en realidad amigo del viejo Birch. No era la persona más sociable, pero era bastante amable si te lo encontrabas por la calle.

      —¿Familia?

      —Esposa e hija. Mary la sobrevivió unos pocos años, pero, después de morir, Celia vendió la propiedad y se mudó. La nueva pareja que vive ahí son los Tinton. Gente bastante agradable, pero algo cerrados. Maggie es algo pija, pero no es buena gente.

      —¿Conocían la historia del lugar cuando lo compraron?

      Les sacudió la cabeza.

      —No sabría decirle. Ni siquiera supe que Celia lo había puesto en venta hasta que empezaron a llegar las furgonetas de la mudanza. Indudablemente no había carteles de venta hasta que apareció el de vendido. Habría estado bien que alguien del pueblo lo comprara, pero no puedes evitar estas cosas. De todos modos, a nadie le entristeció que Celia se fuera. Buen viaje.

      Slim frunció el ceño ante el repentino cambio en el tono de voz de Les. Le recordó la reacción que había recibido al principio al mencionar a Amos.

      —¿Por qué dice eso?

      Les suspiró.

      —La niña era mala gente. El viejo Birch tenía dinero. A la niña no le faltaba nada, iba por ahí con descaro. Se decían todo tipo de cosas sobre ella.

      —¿Como qué?

      Les parecía dolido, haciendo muecas como si las palabras fueran una fruta podrida en su interior y no tuviera otra alternativa que tragarla.

      —Le gustaban los hombres, eso decían. Los prefería casados. Más de un par de casas se vendieron mientras ella estaba por aquí, con familias que se separaban. Tenía solo diecinueve años cuando Amos desapareció y muchos dijeron que él ya había tenido bastante.

      —¿Cree que ella lo mató?

      Les golpeó la mesa lo suficientemente fuerte como para sobresaltar a Slim y luego dejó escapar una risa perruna.

      —Oh, Dios, no. ¿Cree que se habría librado con algo así? La chica tenía sus recursos, pero no puedo creer que ideara una forma de librarse de él.

      Slim quería preguntar a Les si conocía el nuevo domicilio de Celia, pero el viejo estaba frunciendo el ceño como mirando al vacío. Slim miró a su alrededor, buscando señales de la presencia de una mujer y no encontró ninguna. Se preguntó si las historias sobre el estilo de vida decadente de Celia Birch eran algo más que rumores.

      —Gracias por su tiempo —dijo, levantándose—. Le dejo con sus cosas.

      Les acompañó a Slim hasta la puerta.

      —Venga cuando quiera —dijo—, pero, si quiere un consejo, no profundice mucho.

      —¿Qué quiere decir?

      —Las puertas de este sitio siempre están abiertas a los extraños. Pero si curiosea demasiado en lo que hay detrás de ellas, tienden a cerrarse de golpe.

      8

      Slim comió en unos escalones con una panorámica del distante tapete verde de Bodmin Moor. Unas huellas de pisadas en el barro blando en un rincón del campo le decían que la ruta era popular, pero todavía no había visto otros paseantes.

      Se sintió un poco incómodo cuando llegó a la puerta de la Granja Worth, pero el sendero hacia el valle hacía un ángulo en torno a la parte trasera del corral antes de pasar un arroyo y dirigirse hacia el páramo, así que Slim pudo ver a través del seto según pasaba.

      Una granja enfrente de un patio de cemento rodeado