Las impulsividades han sido estudiadas “según su objeto: impulsiones sexuales, impulsiones sanguinarias o criminales, impulsiones destructivas, impulsiones de automutilación o de suicidio, impulsiones de fuga (dromomanía), de robo (cleptomanía), de incendio (piromanía), de los toxicómanos (dipsomanía)”. (27) En los casos de ansiedad, cuando hay una psicosis de base, se habla de “actos bruscos al estallar; automutilaciones o crímenes místicos, suicidio de los ansiosos graves”. (28)
En todos los casos clasificados por la psiquiatría en la categoría de “impulsiones”, se evocan significantes como “imperioso, “irresistible”, “emergencia brusca”, “intensidad”, “brutalidad”, “peligrosidad”, “desproporción”. Estos significantes aluden a que en todos los casos hay disolución de la voluntad, sobre todo cuando se trata de descargas motoras incoercibles, atribuidas más que todo a los epilépticos, delirantes, paranoicos, melancólicos, ansiosos, “el celoso que se ciega y mata a un rival”, (29) los obsesivos, “oligofrénicos (idiotas, imbéciles y débiles mentales) […]”. (30) Estos seres son presentados a nivel psiquiátrico como el paradigma de lo que sería vivir expuesto al movimiento irrefrenable de la pasión, pues se considera que suelen golpear, romper y producir “descargas paroxísticas”, bien sea de forma intermitente o continua. (31)
En la enseñanza de Lacan, el lugar en donde el pasaje al acto adquiere la mayor consistencia teórica y clínica es en el texto El Seminario, Libro 10, La angustia. Desde un comienzo y hasta el final de su enseñanza, el pasaje al acto evoca, para Lacan, ruptura, sea con la personalidad, con la palabra como mediación, con el lazo social y con el Otro de la ley; de ahí que se articule con fenómenos como el suicidio, en donde la transferencia al Otro simbólico y, por la misma razón, su llamado, queda clausurado “y el sujeto resulta arrojado al vacío […]”. (32) Esto acontece a nivel simbólico, pero en el pasaje al acto este ser arrojado puede ser puesto en escena en lo real, asumiendo el sujeto la forma de un objeto que se arroja al tren, por una ventana, un balcón, un despeñadero.
1- Jacques Lacan, El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Buenos Aires, Paidós, 2004, p. 356.
2- Ibid.
3- Sigmund Freud, Psicopatología de la vida cotidiana [1901], vol. 6, Buenos Aires, Amorrortu, 1976, p. 177.
4- Ibid.
5- Ibid.
6- Ibid.
7- Jacques Lacan, El Seminario, Libro 10, La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 139.
8- Véase ibid., ١٢٧-١٤٤.
9- Ibid., p. 139.
10- Ibid.
11- Graciela Brodsky, “La transferencia según el Seminario 10 de Jacques Lacan”, en: La angustia en Freud y Lacan: cuerpo, significante y afecto, Bogotá, Nueva Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, 2010, p. 160.
12- Ibid., p. 161.
13- Ibid., p. 160.
14- Ibid.
15- Pablo Muñoz, “El pasaje al acto como ruptura del lazo social”, en: Teoría y testimonios. Vol. 3, Desamarrados. De la clínica con niños y jóvenes, Buenos Aires, Asociación Civil Proyecto Asistir, Grama ediciones, 2011, pp. 33-39.
16- Antoine Porot, Diccionario de psiquiatría clínica y terapéutica, Barcelona, Labor S. A., 1967, p. 10.
17- Ibid.
18- Ibid.
19- Ibid.
20- Ibid.
21- Ibid., p. 326.
22- Ibid.
23- Ibid.
24- Ibid.
25- Ibid., p. 327.
26- Ibid.
27- Ibid., p. 326.
28- Ibid., p. 327.
29- Porot, Diccionario de psiquiatría clínica y terapéutica, op. cit., p. 326.
30- Ibid., p. 327.
31- Véase ibid.
32- Muñoz, “El pasaje al acto como ruptura del lazo social”, op. cit., p. 34.
Suicidio y subjetividad
El suicidio es, entonces, el acto de ruptura por excelencia con el Otro simbólico que sirve de soporte al lazo social, y dicho acto no es pensado desde el psicoanálisis como una realidad externa al sujeto, sino, más bien, interna. Si bien tanto el pasaje al acto suicida como al acto criminal no deben ser pensados por fuera de su realidad social y sin duda se trata de hechos sociales, ambos son impensables para el psicoanálisis por fuera de su relación con la subjetividad. Por esta razón, en nuestro libro una de las preguntas centrales es la siguiente: ¿qué clínica del pasaje al acto suicida es posible y cómo responder a quienes vienen a vernos con intención latente o manifiesta de suicidarse?
Todo intento de suicidio es logrado desde el punto de vista subjetivo, mas no desde el punto de vista objetivo. Cada atentado contra sí mismo, buscado consciente o inconscientemente, tiene efectos devastadores en la subjetividad, y se habla de “intento” o de “gesto suicida” por el hecho de que el daño producido, como lo afirma el padre de la sociología y contemporáneo de Freud, Émile Durkheim, es “obra de la víctima misma […]”.