La madurez jamona quiere compensar sus recetas de cómo alcanzar la felicidad pese a todo y su dimensión beata como libro-cinta de autoayuda con algunos maliciosos rasgos malditillos de su heroína archibuleada y ciertas travesuras más bien pueriles con las que suele desquitarse la ambivalente deseadora compulsiva, bien secundada por los colores pastel de las imágenes-vida interior de Ramona, por la edición sabiamente elíptica y punteada por overlaps audiovisuales bien dosificados por los excuequeros Laura Pesce y Francisco X. Rivera, por la música coruscante de Federico Bonasso, por una regia dirección de arte de Bárbara Enríquez con restallante visualidad de todosublimadora estética de casa clasemediera llena de flores en la Colonia Nápoles y por otra aclimatación de la lucidez culinaria de Canela (Jordi Mariscal, 2012) en los territorios de Me late chocolate (Joaquín Bissner, también 2012), para lograr en su conjunto una jocunda pantomima monologal hasta verborrágica muy atípica en el cine mexicano de antes o de ahora y una semifantasía social tan rebosante de inverosimilitudes consentidas como cualquier semijalada terrorífica tipo El incidente de Isaac Ezban (2014), en el seno de un apacible cuadro de costumbres que evita caer en los lugarcomunescos impulsos tediosamente fallidos de querer reducir de peso (a la fatigosa manera de la madurez obesa obsesa del Paraíso de Mariana Chenillo, 2013).
Y la madurez jamona funciona mucho mejor por su dimensión satírica, su tono ligero para abordar temas levemente duros nunca aspiracionales, su reivindicación de lo reivindicado (Ramona es por completo socialmente funcional desde un principio), su decidida burla frontal a las mujeres que ante su fracaso sentimental busca todo tipo de opciones extremas y descabelladas (“Es el destino, pero hay fuerzas poderosas que lo pueden cambiar”), su reconocimiento de la influencia decisiva de la infancia, y por eso da lo mismo que su moraleja declamada en off (esa voz en off en ocasiones simpaticona a semejanza de la protagonista, en ocasiones consternante a semejanza de la sobreexplotación de esa simpatía) como una receta de galletas (“Te hacen volar”) con suficientes gramos de buena suerte y otros tantos de esperanza (“Como vender sexo en galletas”), entre otros ingredientes indispensables (“Ya no soy supersticiosa, soy budista”), porque “Para ser feliz sólo hay que decidir ser feliz”, empalidezca ante la que situacional e implícitamente ha sido expuesta risa forzada tras sonrisa ñoña, y bendecida por un cuadro del modelo masculino hilarantemente encuerado en medio de la tienda que congrega a todas las trabajadoras (“Ante la tempestad, la compra”) y aquietadas féminas de ese planeta Cohen-Rodríguez: “Acéptate a ti misma y aprende a cocinar galletas sabrosas”, pues así hasta un residual escarabajo decorado podrá salir a la calle caminando a solas y por su propia dinámica, sin ayuda de nadie y en medio de la nada consecuente, mientras los demás humanos, sus semejantes, sus hermanos, más irreal película incluida, celebran con alborozo el triunfo del principio de realidad sobre el pensamiento mágico.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.