Después de final . Varios autores. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9789581205790
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Escalona en la telenovela homónima de Caracol, Vives decidió darle una mirada moderna al vallenato tradicional incorporando baterías, sintetizadores y guitarras eléctricas junto a músicos formados en el rock y el jazz. Era un camino consecuente con la historia personal del samario, fanático de Charly García y Fito Páez, y devoto de Distrito Especial, una banda cuya influencia ha reconocido siempre.

      La polémica entre los puristas fue tan grande como el éxito del proyecto, que fue rechazado por la programadora de Escalona (1991) y acogido por Sonolux, la casa disquera de la competencia. Clásicos de la provincia (1993) vendió cientos de miles de copias, y se convirtió casi en parte de la canasta familiar colombiana, con lo que se logró que el vallenato fuera aceptado en muchos entornos que antes lo descalificaban de manera peyorativa, racista y elitista.

      Sin importar las críticas que han recibido sus más recientes propuestas musicales o sus relaciones con la dirigencia política, a Vives le debemos que Colombia haya aceptado buena parte de su idiosincrasia. Gracias a él los medios masivos nos permitieron escuchar el trabajo de gente como Ernesto “Teto” Ocampo, Pablo Bernal, Iván Benavides, Mayté Montero, Richard Blair, Egidio Cuadrado, Carlos Iván Medina, y muchos otros. Gracias a su generosidad tuvimos al Bloque de Búsqueda, una banda inigualable que mereció mejor suerte y una vida más larga.

      Por su parte, Aterciopelados logró que el rock, el punk y el pop cohabitaran con las estéticas populares de nuestros barrios, gritando al mundo que no teníamos por qué avergonzarnos de nuestras maltrechas avenidas, de los stickers que adornaban las busetas, de los boleros que aprendimos a escuchar junto a nuestras madres, ni de “La cuchilla” que conocimos gracias a Nelly y Fabiola, Las Hermanitas Calle. Andrea Echeverri y Héctor Buitrago nos ayudaron a superar unos cuantos complejos y prejuicios para mostrarnos muchas de las cosas que tenemos en común.

      Tal vez la Sierra Nevada de Santa Marta no representaría lo que hoy representa si Vives no le hubiera cantado como le cantó o si no la hubiera puesto en la carátula de La tierra del olvido (1995). Es probable que a él le debamos el respeto que hoy sentimos por las mochilas arhuacas o los sombreros vueltiaos de cartón en “la hora loca” de los matrimonios. También le debemos el tropipop, pero esa es harina de otro costal.

      A Héctor y Andrea les debemos el rescate del sumercé y que San Victorino haya aparecido en MTV. Les debemos “Bolero falaz” (1995), una joya de innegable mestizaje que se convirtió en la canción de rock colombiano más importante de nuestra historia.

      Cuando las grandes disqueras y los medios vieron el impresionante éxito obtenido por Carlos Vives, se volcaron obviamente a buscar a su sucesor, y grandes dieron palos de ciego en su búsqueda. En ese proceso, vimos cantar a Tulio Zuluaga, Moisés Angulo, Aura Cristina Geithner, Marbelle, Marcelo Cezán, Iván y sus Bam Bam, Luna Verde, Caramelo, y muchos más. También vimos surgir a Shakira con sus Pies descalzos (1995).

      ¿Y qué tiene que ver el rock ahí? Pues que todos esos proyectos necesitaban músicos, y los encontraron precisamente en las bandas de rock que estaban presentándose en los bares de nuestras ciudades principales. Esto permitió que por primera vez muchos de estos rockeros tocaran profesionalmente ante grandes públicos, que grabaran en estudios importantes y aprendieran todo lo que nunca iban a aprender en la tarima de un bar frente a veinte personas.

      Al mismo tiempo, el mundo veía cómo la industria musical encontraba en los marginados una verdadera mina de oro; los sonidos de Seattle, el rap, el trip-hop, el rock industrial, el gótico, el rap metal y otros estilos se masificaban y dominaban los espacios que antes estaban reservados para artistas hechos con moldes obsoletos. El world music, impulsado por Peter Gabriel, también se hizo muy visible y tuvimos más razones para acercarnos a las fusiones sonoras. Richard Blair, ingeniero de sonido de Gabriel en los estudios Real World, vino a Colombia a trabajar con Totó la Momposina, y terminó trabajando con Aterciopelados, La Derecha y Carlos Vives, entre otros. Cuando muchos vieron que este inglés valoraba enormemente lo que se hacía acá, sintieron que ahora sí tenía sentido apostar por lo que antes les parecía tan poca cosa. Han pasado veinticinco años, y a Blair le sigue sorprendiendo que seamos así.

      Poco a poco, las bandas de rock de ciudades como Medellín, Cali y Bogotá empezaron a filtrarse en algunas emisoras (partiendo lógicamente con la radio pública y universitaria), gestionando las grabaciones que vendían en sus conciertos y en las tiendas especializadas. Un movimiento se empezaba a gestar con una actitud muy distinta de la de los colegas de los ochenta; en este rock tenían cabida muchos otros sonidos, y sus letras abrían espacios para hablar sobre nuestras realidades. 1280 Almas, Morfonia y Ciegossordomudos se sumaban a La Derecha y Aterciopelados en la parte más visible de la movida. El metal tampoco se quedaba quieto, y bandas como Kraken, Agony, Darkness, Kilcrops, Ekhymosis, Masacre o Acutor daban la batalla desde diferentes frentes. Personajes como Gustavo Arenas “el Doctor Rock”, Andrés Durán (El expreso del rock) y Lucho Barrera (Metal en estéreo) hicieron un aporte muy significativo para que esta escena más dura y radical creciera y se hiciera visible.

      En 1993, apareció en la televisión por cable MTV Latino, un canal que nos permitió confirmar que no estábamos solos, y que América Latina era un hervidero en el que confluían los sonidos anglosajones con nuestras músicas autóctonas. Allí pudimos ver en todo su esplendor a Café Tacvba, Fabulosos Cadillacs, Fobia, La Lupita, Los Tres, Control Machete, Fito Páez, A.N.I.M.A.L. y Los Rodríguez. Allí también veíamos a nuestros Aterciopelados.

      Soda Stereo era ya parte de la familia, y a los Caifanes los habíamos conocido antes gracias a su visionaria interpretación de “La negra Tomasa” (1988), una pieza premonitoria en la que unos mexicanos vestidos como The Cure rescataban la música de nuestros abuelos para lograr un éxito con ventas que superaron el medio millón de copias en la segunda mitad de los ochenta. MTV Latino consolidó todo eso para dar visibilidad y reconocimiento a las idiosincrasias latinoamericanas con nuestras estéticas, jergas, sonoridades y paisajes. Por primera vez veíamos videoclips filmados en plazas de mercado mexicanas, en avenidas bogotanas, en pirámides aztecas y en pueblos polvorientos de la Argentina; nos estábamos viendo reflejados en MTV.

      Dos años después de la aparición del célebre canal de videos, la cosa había adquirido dimensiones inimaginables y la gran explosión (al menos para Colombia) tendría lugar en el nacimiento de Rock al Parque. El fenómeno se había ganado un lugar muy relevante en la cultura y en las políticas públicas, y más allá de todo lo que se ha hablado acerca de su importancia, este festival empezó a contribuir enormemente en la profesionalización de la industria de la música en vivo y de nuestros músicos, que tenían la oportunidad de tocar sus canciones ante un público que iba a ver a sus bandas (no a Marbelle o Marcelo Cezán). De igual manera, los conciertos de bandas latinoamericanas (por fuera del marco del festival) se convirtieron en algo habitual en un país que gozaba de cierta tranquilidad tras la aparente caída del cartel de Medellín.

      El primer Rock al Parque tuvo lugar en 1995, el mismo año en que apareció la Frecuencia Joven de la Radiodifusora Nacional de Colombia (hoy Radiónica). Esta emisora tuvo en sus comienzos a los más respetados periodistas musicales del país, y desde sus inicios se convirtió en una vitrina fundamental para la difusión del rock hecho en Colombia. La frecuencia tuvo un programa que muchos recuerdan con un aprecio enorme por su tremendo aporte a la escena rockera que efervescía. 4 canales era transmitido los domingos en la noche, y por sus micrófonos pasaban todas las bandas que se encontraban trabajando en esa época; todas llevaban sus grabaciones, anunciaban sus conciertos y eran entrevistadas por Héctor Mora y Jorge Eduardo “Pito” López. La cortinilla de Catedral y sus “Redes rojas” (1994) era el anuncio inconfundible de que había llegado la hora del rock hecho en Colombia.

      La revista Shock también surgió en 1995 y representó otro gran empujón para muchas de las agrupaciones de todo el país. Aparentemente había un gran potencial, y la industria también apostó por las bandas colombianas más notorias; Estados Alterados, Aterciopelados, 1280 Almas, La Derecha, Kraken, Compañía Ilimitada y otras tantas tuvieron contratos con sellos disqueros. Sin embargo, en este negocio (como en cualquier otro), nada dura para siempre, y con el paso del tiempo las