1.3. SOLUCIONES AL PROBLEMA ECONÓMICO A TRAVÉS DE LA HISTORIA
Históricamente, los humanos, en su búsqueda de respuestas al problema económico, han recurrido a las siguientes modalidades: la tradición, el mandato de una autoridad todopoderosa, el sistema de mercado y las economías mixtas. En el caso del Ecuador y de varios otros países de América andina, debido a las consecuencias que surgieron por el encuentro abrupto entre los españoles y nuestras civilizaciones aborígenes, es menester agregar una quinta: las estructuras dualistas.19
TRADICIÓN
Es con seguridad la opción más antigua que aún persiste en Ecuador en nuestras nacionalidades indígenas. Consiste en llevar a cabo las tareas de producción y de distribución en formas establecidas en el pasado distante, verificadas a través de procesos de ensayo y error y conservadas por la poderosa inercia de la costumbre. De este modo, la tradición tiene la singular ventaja de que cuando se trata de producir y distribuir, todo el mundo sabe no solo lo que corresponde hacer sino cuánto va a recibir como resultado de sus esfuerzos. La aceptación incuestionable del pasado hace que estas responsabilidades se cumplan tal como fueron establecidas por varias generaciones, frecuentemente desde tiempos inmemoriales. A las generaciones del presente no les toca cambiarlas sino más bien mantenerlas y entregarlas intactas a las generaciones venideras. Los ejemplos de la efectividad de esta práctica están en la presencia contemporánea de grupos humanos que han sobrevivido sin mayor evolución desde la Edad de Piedra hasta nuestros días, en hábitats en extremo inhóspitos como es el caso de los aborígenes de Australia y los bushman del desierto del Kalahari.
Como es común en la vida de los humanos, de la fortaleza arriba destacada se desprende también la debilidad mayor de la tradición como alternativa de solución al problema económico de siempre. Esta es su aversión al cambio. En sociedades basadas en la tradición, el cambio es una amenaza a toda una forma de vida y, en especial, a las estructuras de poder, razón por la cual no es de extrañar que en este tipo de conglomerados humanos sus estructuras y sus funcionamientos estén orientados a mantener las cosas como están. Eventos mayores como cambios climáticos, guerras, conquistas y, en forma persistente, el cambio tecnológico son y han sido fuerzas ante las cuales la tradición ha tenido que ceder, pero sin desaparecer en su totalidad. Nuevamente, el caso de las nacionalidades indígenas ecuatorianas es un buen ejemplo de esto último.
MANDATO DE UNA AUTORIDAD CENTRAL
Históricamente, esta solución ha ido muy de la mano con la tradición, especialmente cuando el poder del soberano ha sido entendido como derivado de los dioses. Bajo el sistema de mandato de una autoridad todopoderosa se produce y se distribuye de acuerdo con los dictámenes de ese poder central, como en los casos de los faraones en Egipto, los incas en el Tahuantinsuyo, las unidades feudales en la Edad Media, los regímenes del despotismo ilustrado en Europa, Meiji en el Japón, Stalin en Rusia, Mao en China y Castro en Cuba.
Su principal fortaleza radica en que cuando acierta esa centralización del poder tiene la capacidad de generar resultados excepcionales, como el episodio bíblico de las vacas gordas y de las vacas flacas, o el de la Restauración Meiji que, en menos de treinta años, sacó al Japón de la Edad Media y lo situó en la Edad Moderna. Sin embargo, esa misma centralización del poder, cuando no acierta, trae grandes miserias a mucha gente como lo atestiguan las trágicas experiencias de varios de los países mencionados anteriormente.
EL SISTEMA DE MERCADO
En el sistema de mercado que hoy predomina en el mundo, se produce y se distribuye de acuerdo con lo que la gente quiera y pueda comprar y vender en lo que a bienes, servicios y factores de producción respecta. Mercados para el intercambio de mercancías, incluyendo esclavos, han existido desde tiempos remotos en la antigüedad; pero el sistema de mercado como tal emerge solo cuando la mano de obra, el capital y la tierra se convierten en factores de producción susceptibles de ser comprados y vendidos para propósitos productivos dentro de un nuevo contexto institucional en el que sobresale el respaldo legal a los contratos y a la propiedad privada. En Europa Occidental, que es donde surgió esta notable invención, su gestación duró alrededor de nueve siglos desde el afianzamiento de las ciudades medievales en el siglo X, donde tomó forma el modus vivendi de producir para el intercambio, hasta la consolidación de la Revolución Industrial en el siglo XIX, cuya manifestación más elocuente fue la hegemonía mundial del “liberalismo económico” de Inglaterra.
A lo largo de estos siglos, los siervos de la Edad Media, en traumático cambio, se convirtieron en grandes masas de trabajadores asalariados como consecuencia de los cataclismos históricos que, para esa época, representaron el descubrimiento de América, la Reforma, la Revolución comercial, los cercamientos de las tierras del común para la cría de ovejas y la Revolución Industrial. De igual manera, cuando la circulación del capital y la búsqueda de réditos dejaron de ser usura, en forma insostenible se convirtieron en irremplazables recursos de financiación de los enormes proyectos de exploración, descubrimientos, conquistas, comercio y desarrollo industrial en los que se embarcaron los europeos de esa época. Por último, la tierra, especialmente después de las Cruzadas, resultó ser un activo de singular valor para ayudar a cubrir las ingentes deudas adquiridas por los presuntos reconquistadores de Tierra Santa que, al regresar sin botín, no tuvieron otra alternativa que poner en marcha el proceso de transformación por el cual de heredad inalienable el feudo pasó a ser recurso transable.
A la fecha está claro que la mayor fortaleza de este sistema es el amplio espacio que da a la iniciativa individual y a la creatividad empresarial que, desde el siglo antepasado, han traído prosperidad sin precedentes a la especie humana. A su vez, su mayor debilidad está en que la distribución de esos beneficios no se hace en función de las necesidades de la gente sino de acuerdo con su capacidad de pago, lo cual ha ocasionado notorias inequidades distributivas dentro de los países y en el planeta entero.
ECONOMÍAS MIXTAS
En 1992, el Banco Mundial, en su informe anual sobre el desarrollo en el mundo, nos advierte que en él “se sintetizan e interpretan las enseñanzas obtenidas durante más de 40 años de experiencias en cuestiones relativas al desarrollo” y pocas páginas después, en forma consonante con esa advertencia, hace el siguiente pronunciamiento:
Una cuestión fundamental del desarrollo, y el tema principal de este Informe, es la acción recíproca entre el Estado y el mercado. No se trata de una cuestión de elegir entre la intervención estatal y el laissez-faire, dicotomía popular pero falsa. El mejor método descubierto hasta ahora para producir y distribuir con eficiencia los bienes y servicios es un mercado que funcione en régimen de libre competencia. La competencia interna y externa ofrece los incentivos que dan rienda suelta al espíritu de empresa y al progreso tecnológico. Sin embargo, el mercado no puede funcionar en un vacío y necesita un marco jurídico y normativo