Cena de despedida Colpatria
Mayo 3 de 2018
Un saludo muy especial para todas las personas que hoy me acompañan en esta noche tan especial para mí y mi familia
Quiero saludar al Alcalde Enrique Peñalosa;
a los ministros Mauricio Cárdenas, Luis Carlos Villegas;
al Fiscal General Néstor Humberto Martínez;
al Gerente del Banco de la República, Juan José Echavarría,
al Superintendente Financiero Jorge Castaño,
a los exdirectores del Banco de la República,
a mis colegas banqueros y del sector financiero,
a la Academia, a los Amigos de Scotiabank, a los funcionarios y amigos de Colpatria
Y muy especialmente a la familia Pacheco Cortés, Eduardo, Mario, Rodrigo, Claudia
A mi querida familia y a todos ustedes… una muy feliz noche
Debo confesarlo: sabía que iba a estar en esta comida de despedida y aún más, que sería en honor mío.
En varias ocasiones fui invitado a cenas y reuniones para despedir a compañeros de trabajo, pero como siempre, aunque nuestra condición humana sabe y es consciente que el día también llegará para cada uno de nosotros, nos resistimos a esa realidad.
Por fortuna, solo tengo una enorme gratitud y grandes recuerdos en esta organización. Quisiera compartir algunos de ellos, en este día tan especial para mí y para mí familia.
Ingresé al Banco Colpatria en julio de 1981, por invitación de Hernando Botero, Gerente de Zona en Bogotá, para que fuera parte de su equipo como subgerente de la Oficina Calle 13. Había realizado mi práctica universitaria en el Banco de Bogotá y tuve una experiencia muy puntual en el Banco Internacional (hoy Citibank), llamado así porque el presidente de la época
Alfonso López Michelsen, dispuso que las empresas dedicadas a las actividades bancarias y mineras tuvieran mayoría accionaria colombiana.
Del primer cargo en Colpatria tuve la oportunidad de ascender rápidamente como Gerente de la nueva sucursal de la calle 74, frente a mi muy querido Gimnasio Moderno. Vinculé al Banco importantes empresas, muchas de ellas aún clientes de la entidad.
Luego me designaron como Gerente de la Oficina Calle 13, justamente donde había iniciado mi vida laboral en el Banco Colpatria.
Corría el año de 1984 cuando un cliente tuvo dificultades y para recuperar el dinero tuvimos que hacer efectiva una garantía que era un abono agrícola, esto a sabiendas de que, como dicen los postulados sobre la banca, aunque debe prestarse sobre el flujo de caja del negocio, no está de más una garantía real.
Se decidió hacer la venta de esta dación en Cali, dada su vocación agrícola, donde sería más fácil su liquidación con clientes agricultores en esta capital. Encargaron del tema al Gerente de esta sucursal con tan “mala fortuna” para él, que no se logró recuperar el dinero de la venta del producto, y esto le costó su salida.
Tras conocer el caso, uno de los vicepresidentes de la época, Francisco Muñoz, me ofreció ocupar la Gerencia de Cali, no sin antes advertirme que era un cargo muy importante y que podría tener dificultades de adaptación en mi condición de bogotano. Acepté el reto, nos trasladamos con mi familia a Cali, tenía 26 años y mi hijo mayor apenas 2.
Descubrí una ciudad maravillosa, una región rica, pujante, con una gente sencilla, laboriosa, muy hospitalaria. Aprendí que siempre existe la oportunidad de hacer negocios y algo fundamental para mi crecimiento personal: entender que la carrera séptima de Bogotá no es la calle más ancha de Colombia, como muchas veces creemos.
En Cali nació mi hija Natalia, y luego de vivir y trabajar durante 3 años en esta ciudad, asumía como presidente del Banco Mario Pacheco, quien contrató a los expertos en estrategia Luis Prieto Ocampo, José Fernando Londoño y Sergio Uribe Arboleda, para que hicieran un diagnóstico de la situación del banco y para que formularan recomendaciones.
Para que el Banco saliera de la situación crítica en la que se encontraba, este grupo de expertos recomendó que se cambiara la Dirección Ejecutiva, nominando directivos jóvenes que sugirieron fueran del mismo Banco. Uno de esos nombres fue el de Santiago Perdomo.
Nunca se me olvidarán las palabras de Mario Pacheco cuando visitó Cali, aún me desempeñaba como Gerente y me dijo: “El banco está en dificultades. El Grupo Colpatria lo está apoyando y si en un mes, Usted no tiene noticias mías, Usted estará en el deber y en el derecho de irse”, y efectivamente, al mes me citó en Bogotá en la oficina que también tuve la fortuna de ocupar desde 1994 hasta el 10 de febrero de este 2018.
Ahí en esa oficina, en un papelógrafo (para las nuevas generaciones uno de los recursos que se usaban para presentar información presencial –apenas nacían los acetatos-), Mario Pacheco pintó un organigrama simple y en uno de los espacios demarcados tenía el nombre de Santiago Perdomo como vicepresidente financiero del Banco Colpatria.
Ese día marcó mi regreso a Bogotá. Con gran felicidad y una enorme responsabilidad, a mis 29 años, el Banco Colpatria me confiaba una posición importantísima, a sabiendas de los altos riesgos que corría por mi edad y la, entonces, falta de experiencia. Una oportunidad inmejorable, pero tenía todas las ganas de trabajar y sacar adelante el banco.
Como presidente a Mario le sucedió Enrique Brando, quien impuso en el banco el check and balance y la rigurosidad en riesgos, que fueron definitivos para el futuro de la entidad.
A comienzos de la década de los noventa vendrían cambios importantes para el país y para los temas económicos y sociales, que representaron nuevas oportunidades para mí.
En 1990 nació un nuevo régimen laboral con la Ley 50, que cambió el régimen de cesantías de los trabajadores. Pasó del manejo particular de las empresas a fondos administrados por sociedades administradoras de fondos de cesantías. Esto se constituyó en un paso previo a la creación de las Administradoras de Fondos de Pensiones y Cesantías (AFP), que vieron la luz con la Ley 90 de 1994.
Fue en ese entonces cuando el grupo Colpatria, en su visión estratégica, decidió crear una Sociedad Administradora de Fondos de Cesantías y ahí fue cuando don Carlos Pacheco Devia, presidente del Grupo por aquella época, me invitó a ser el Gerente de esta iniciativa. Tuve la ocasión de participar en todo el proceso, desde la creación del vehículo legal hasta toda la estructura administrativa del negocio que empezaba en Colombia.
El 14 de febrero de 1993 se realizó el primer recaudo de cesantías. Fuimos la primera administradora en tener licencia de funcionamiento. Y en el primer año de operaciones logramos una participación cercana al 11% de los recaudos.
Luego de poner en funcionamiento la sociedad administradora, y como lo había conversado con don Carlos, me retiré. Me fui a trabajar en un emprendimiento propio, una sociedad comisionista de la Bolsa de Bogotá que habíamos adquirido con unos amigos. La actividad bursátil se profesionalizaba aún más y comenzaba un periodo de crecimiento para el negocio. Económicamente nos iba muy bien, pero…. Yo quería seguir mi carrera como Banquero.
A finales de 1993 recibí una llamada de Eduardo Pacheco. Me invitó a que nos tomáramos un tinto y me propuso volver al Grupo. Me ofreció la Vicepresidencia Ejecutiva de UPAC Colpatria. Eduardo era el presidente y ante esa propuesta, sin pensarlo mucho, hablé con mis socios, dejé atrás la etapa del emprendimiento con la comisionista y regresé feliz a Colpatria… fue en febrero de 1994.
Eran tiempos de grandes retos. La banca en Colombia estaba cambiando sustancialmente por la Ley 45 de 1990. Pasaba de banca especializada a banca universal o multibanca. La competencia arreciaba con la entrada de la banca española. El grupo Colpatria tenía varios vehículos financieros para desarrollar el negocio dentro de las