El regalo del lobo. Irene Henche Zabala. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Irene Henche Zabala
Издательство: Bookwire
Серия: Irene Henche
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417241926
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directa y genuina con el mundo de las ideas.

      Jung nos habla de los grandes pilares de este puente: los arquetipos, que solo pueden expresarse a través de imágenes. Dada su naturaleza inefable, se manifiestan de manera indirecta y simbólica y requieren de un individuo para ser recreados, para estar vivos. Uniendo las visiones de Moreno y Jung en este punto, podríamos decir que el arquetipo se torna verdadero cuando regresa a la vida a través de la originalidad y la creatividad de un individuo, cuando es recreado con la espontaneidad y no pierde su energía para fluir, quedando encerrado en una serie de conservas culturales.

      Siguiendo esta idea, el Psicodrama Simbólico crea un espacio que es nuevo cada vez que tiene lugar el encuentro dentro de un grupo, o en el vínculo con la dirección del grupo. En este espacio imaginario, las imágenes arquetípicas van a ser una fuente de inspiración para que cada persona en el seno de un grupo creativo pueda volver a vivir, en un como si bendito, los hitos de su guion de vida.

      Freud nos dice que cualquier sueño puede llevarnos, mediante un proceso de asociaciones interminables, a todos los contenidos de nuestra biografía, a las escenas nucleares, a los modelos que están grabados en nuestra memoria afectiva, a nuestra concepción del deseo. Desde mi punto de vista, esto podría aplicarse en todo caso a los sueños simbólicos. Aun así, el ser humano se encuentra tan sofocado por conceptos, creencias y puntos de vista procedentes de los sistemas de referencia —familia, escuela y sociedad, etc.— que es necesario que una y otra vez surja la conexión con lo simbólico para sumergirse en otro universo de contenido, para beber de una fuente cristalina de sentimientos, pensamientos, percepciones e intuiciones, de manera que de verdad el individuo sea capaz de conectar con su filosofía de la vida original, con los deseos propios en su guion de vida y con la energía y el saber para poder hacerlos realidad. Para ello, en mi opinión, se requiere no un sueño ni una sola historia que recoja imágenes arquetípicas, por muy poderosas que estas sean, sino muchos sueños, muchas historias.

      En el inicio de este viaje simbólico, a través del primer cuento se va a poner en marcha el reloj. El reloj de pared con su péndulo es un símbolo capital en este relato. Primero, porque el tiempo se pone en funcionamiento, es un punto de no retorno, la vida va a fluir y ya no habrá posibilidad de dar marcha atrás, ni de ensayarla ni de prepararla, ni de repetir la toma como se hace al rodar una película. No obstante, lo que sí podemos hacer es narrar nuestra vida: la narrativa es una manera de recrear o de crear verdaderamente lo vivido y lo por vivir.

      En este trabajo, la invitación es volver al inicio, volver al origen. Cómo fue mi nacimiento psíquico, cómo fue el primer vínculo madre-hijo. Cómo pude crear ese objeto protector y transicional o por qué no pude crearlo. Cuál fue la dimensión del apego en la que hunde sus cimientos mi identidad. Todas estas preguntas son cruciales y todos nos las hacemos, consciente o inconscientemente.

      Así iniciamos un viaje a través de los Doce Cuentos que será siempre una experiencia única y enriquecedora.

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      8

       Los Siete Cabritillos y El Lobo

       Estoy a salvo

      (Versión de los hermanos Grimm)

      Había una vez una madre cabra que tenía siete hijitos cabritillos a los que quería como solo una madre puede querer a sus hijos. Un día tuvo que ir al bosque y buscar comida; entonces llamó a los siete a su presencia y les advirtió:

      —Queridos hijos, yo tengo que salir al bosque. Protegeos del lobo, que, si entra, os devorará enteros. El malvado se disfraza a menudo, pero lo conoceréis inmediatamente por su voz ronca y sus patas negras.

      Los cabritillos dijeron:

      —Querida madre, tendremos cuidado, puedes irte sin ninguna preocupación.

      Entonces la madre baló y se puso en camino llena de tranquilidad. No había pasado mucho tiempo cuando alguien llamó a la puerta de la casa y exclamó:

      —Queridos niños, vuestra madre está aquí y os ha traído algo a cada uno de vosotros.

      Pero los cabritillos reconocieron en la voz ronca que se trataba del lobo.

      —No abrimos —exclamaron—, tú no eres nuestra madre, ella tiene una voz fina y melodiosa, pero tu voz es ronca; tú eres el lobo.

      Después de esto el lobo se fue a la tienda y se compró una docena de huevos, se comió sus claras y se aclaró con ellas la voz. Luego regresó, llamó a la puerta de la casa y dijo:

      —Abrid, queridos hijos, vuestra madre está aquí y os ha traído algo a cada uno de vosotros.

      Pero el lobo había colocado sus negras patas en la ventana, los cabritillos lo vieron y exclamaron:

      —No abrimos, nuestra madre no tiene las patas negras como tú; tú eres el lobo.

      Entonces el lobo corrió a casa de un panadero y le habló así:

      —Me he dado un golpe en la pata, échame por encima un poco de masa.

      Y cuando el panadero le había untado ya la pata, el lobo corrió a ver al molinero y le pidió:

      —Espolvoréame blanca harina sobre la pata.

      El molinero pensó: «Este lobo quiere engañar a alguien», y se resistió a hacerlo, pero el animal repuso:

      —Si no lo haces, te devoraré.

      Entonces el molinero tuvo miedo y le puso la pata blanca. Sí, así son los hombres.

      A continuación, el malvado llegó por tercera vez frente a la puerta de la casa, llamó y dijo:

      —Abridme, niños, vuestra querida madrecita ha regresado a casa y os ha traído algo del bosque a cada uno.

      Los cabritillos gritaron:

      —Enséñanos primero tus patas para que sepamos que tú eres nuestra querida mamita.

      El lobo colocó la pata en la ventana; cuando la vieron blanca, creyeron que era verdad todo lo que decía y abrieron la puerta. Pero quien entró fue el lobo. Los cabritillos se asustaron y quisieron esconderse. Uno saltó por encima de la mesa, el segundo se metió en la cama, el tercero en la estufa, el cuarto en la cocina, el quinto en el armario, el sexto debajo del barreño de lavar y el séptimo en la caja del reloj de pared. Pero el lobo los encontró y no gastó muchos cumplidos, engulléndolos a todos menos uno. Después de que el lobo hubo calmado su apetito, se marchó, se tumbó en la verde pradera bajo un árbol y se durmió.

      No mucho más tarde regresó la mamá cabra a casa desde el bosque. ¡Pero, ay! ¿Qué es lo que vio? La puerta de la casa estaba abierta de par en par, mesas, sillas