Dios nos ha dado el don del libre albedrío, y podemos usarlo para elegir su camino o ir por el nuestro. Sea cuidadoso con la elección que haga. Sí, usted puede elegir ir por su propio camino, establecerse en Harán después de que Dios le ha llamado a Canaán. Y Dios le dejará salirse con la suya, al menos por un tiempo. Pero encontrará que, al hacerlo, nulificará la promesa de Dios para usted. Cuando vaya por su propio camino, hallará que no hay bendición al final del sendero.
Pero si usted se toma de su mano y va a donde Él le dirija, le bendecirá en formas que no puede comenzar a imaginar.
Promesa #2: Haré de ti una nación grande
La segunda promesa de Dios a Abraham es que se convertiría en una gran nación. Esta es la primera de muchas promesas incondicionales que Dios le hizo a Abraham. Es bueno que haya sido incondicional, porque si hubiera estado condicionada a la fidelidad y el desempeño de Abraham y de sus descendientes, la promesa hubiera sido hecha nula y sin efecto muy rápidamente. Abraham le falló miserablemente a Dios, y así lo hicieron sus descendientes.
Una y otra vez en las Escrituras vemos que hay promesas condicionales y promesas incondicionales. Muchos cristianos confunden las dos. Reclaman las promesas condicionales sin haber cumplido las condiciones.
Cuando Dios nos escogió en Cristo, fue un acto de pura gracia. Fue incondicional. No tuvo nada que ver con nosotros. Estábamos perdidos en pecado y éramos incapaces de cumplir con las demandas de un Dios justo y santo. Nuestra salvación fue un regalo de su gracia, no basada en nuestras obras. No tuvimos nada que ver con nuestra salvación excepto en la decisión de recibirla. Pero ahora que somos salvos, hallamos que hay una cantidad de promesas condicionales en nuestro andar cristiano.
Es importante notar esto: Cuando Dios le hizo esta promesa incondicional a Abraham: «Haré de ti una nación grande», él tenía setenta años, y Sara sesenta. Cuando Dios le dijo a Abraham que comenzara a contar estrellas, ya había pasado la edad de jubilación. Recurría a la Seguridad Social, se había unido a AARP1, y él y Sara calificaban para el descuento para mayores en el restaurante Waffle House. Es imposible comprender la clase de fe que se necesita para que un hombre sin hijos de la avanzada edad de Abraham creyera la promesa de Dios de que haría de él una gran nación.
No obstante, Abraham le tomó la palabra a Dios y contó estrellas, incluso aunque no podía verlas. Esa es una fe genuina en el más puro sentido bíblico.
«Pero, Señor, ¡soy viejo!». Comienza a contar estrellas, Abraham.
«¿Qué si me desvío de tu voluntad?». Sigue contando estrellas, Abraham.
«Pero, Señor, ¿qué si mis descendientes te abandonan?». Sigue contando estrellas, Abraham.
«¿Qué si se vuelven idólatras? ¿Qué si adoran a Baal o a Moloc?». Sigue contado estrellas, Abraham.
¿Por qué haría Dios la promesa incondicional a Abraham de que haría de él una gran nación? Porque la grandeza de esa nación no dependía de la fidelidad de Abraham o sus descendientes. La promesa incondicional de Dios a Abraham no fue cumplida por él o sus hijos. La promesa incondicional de Dios fue cumplida por «la simiente» de Abraham. ¿Quién o qué es «la simiente» de Abraham?
El apóstol Pablo responde esta pregunta en su epístola a los Gálatas: «Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo» (Gál. 3:16; ver Gn. 12:7; 13:15; 24:7). Durante siglos, los eruditos y maestros judíos malinterpretaron lo que significaba la promesa de Dios. Interpretaron «simiente» en un sentido de plural colectivo, sin darse cuenta nunca de que Dios estaba usando simiente en un sentido singular, refiriéndose no a muchas sino a una, Jesús el Mesías.
Millones de personas alrededor del mundo hoy y miles de millones a lo largo de la historia han adorado al Dios viviente por las bendiciones que Él derramó sobre Abraham, bendiciones que se cumplieron en Jesús. Como Pablo escribe en Gálatas 3:
Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham (vv. 6-9).
No es de sorprenderse que cuando Jesús dijo: «Antes que Abraham fuese, yo soy», los líderes religiosos recogieran piedras y quisieran matarlo.6 Pensaron que ellos eran las simientes de Abraham, sus descendientes prometidos. Pero era Jesús quien era la simiente, y a través de Él, incontables personas de cada nación en todo el mundo pueden venir a la fe salvadora y a la vida eterna. Y Jesús, la simiente singular de Abraham, también es el preexistente y eterno Creador.7
Promesa #3: Te bendeciré
Abraham no le pidió a Dios que lo bendijera, pero Dios se dignó a prometerle que bendeciría a Abraham. Dios lo bendeciría en formas que él nunca se imaginaría, mucho menos esperaría.
Por favor comprenda, no hay nada malo con pedir a Dios que le bendiga, nada en lo absoluto. Pero no creo que necesite pedir. Dios ha prometido que lo bendecirá cuando usted lo siga por fe y vaya a donde Él lo manda.
Puedo testificar el hecho de que, por las últimas décadas, Dios me ha bendecido ricamente en formas en las que nunca me hubiera atrevido o pensado a pedir. Al decir eso, no estoy presumiendo de mí mismo, porque le fallo todo el tiempo. Pero Dios sabe que en mi propia manera falible y propensa al pecado, busco servir a su reino con todo mi corazón. Busco glorificar al rey Jesús. Y para mi total asombro, Dios me bendice más allá de todo lo que yo pudiera pensar en pedir. No espero la bendición de Dios. No merezco su bendición, ni la pido, pero recibo su gentil bendición. Así es como nuestro amoroso Dios trabaja.
Le pido a Dios que bendiga el ministerio que Él ha edificado en nuestra iglesia y en nuestro ministerio global, Leading TheWay. Le pido que bendiga su mensaje mientras enseño, predico y escribo. Paso mi tiempo orando por otros y orando por el reino de Dios, luego busco primero su reino en cada momento en que me encuentro despierto. Y Dios, por su gracia, me bendice más allá de toda medida.
Promesa #4: Engrandeceré tu nombre
Dios le dice a Abraham: «Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición» (Gn. 12:2). Por cuatro mil años, los judíos han afirmado que Abraham es su padre. Los cristianos han afirmado por dos mil años que Abraham es su padre. Incluso los musulmanes, quienes acatan una religión basada en las obras por temor más que por fe, han visto a Abraham como su padre por mil cuatrocientos años.
¿Qué representa el nombre de Abraham? Simboliza una fe inconmovible y confianza en el Dios viviente. El nombre representa lo que Dios ha prometido. El nombre representa lo que Dios ha hecho. El nombre representa la fidelidad de Dios.
El nombre original, Abram, significaba solamente «padre exaltado». Pero Dios cambió su nombre de Abram a Abraham, «padre de multitudes». Esto simbolizó el hecho de que la fe de Abraham en el único y verdadero Dios un día sería compartida por multitud de personas de cada tribu, lengua y nación. Los descendientes de Abraham son judíos y europeos, norteamericanos y sudamericanos, negros africanos y árabes, asiáticos y nativos de la Polinesia.
Gálatas 3:14 nos dice: «Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu». El mayor descendiente de Abraham es, por mucho, el Señor Jesucristo. El mundo es bendecido al acudir a Jesús, la simiente de Abraham. Gente de todo el mundo es salva y redimida y se regocija, incluso en medio de la persecución, debido a aquel descendiente de Abraham, el Señor Jesucristo.
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