3. España tiene en el momento de la transición una clase media más importante que en el caso portugués.
Durante los años cincuenta y sesenta surge en España una clase media con cada vez mayores recursos y con mayor peso específico: Una clase de pequeños y medianos empresarios que alcanzan el treinta por ciento de la población. Al mismo tiempo, la clase obrera tiene en muchos casos la aspiración de pasar a formar parte de esa clase superior, y por tanto se torna menos polarizada.
Quizás pueda decirse que en el caso portugués la clase obrera es la que más influye en la transición. El progreso económico de Portugal y de España es parecido en magnitud durante las dictaduras, pero lo cierto es que su distribución fue muy diferente.
En el caso portugués el peso específico de la clase media no fue tan relevante y el poder de las «élites» y «familias» durante la dictadura fue más evidente. La diferencia entre las clases fue quizás demasiado grande y eso hizo que la clase trabajadora no viese el progreso hacia la clase superior como posibilidad, con lo que las posturas se tornaron más polarizantes. Como hemos dicho en el apartado anterior, la expropiación a los empresarios existentes mata la capacidad de la clase media que existía para dar el salto y crear sus propios negocios e instaló una mentalidad de funcionariado en una capa significativa de la población.
Esta clase media en España tuvo una influencia fundamental en el desarrollo de una clase empresarial de pequeñas empresas y negocios que han sido protagonistas de gran parte del desarrollo económico español de los siguientes años y de la salida de la economía española al extranjero en general y a Portugal en particular.
No sé dónde lo leí, pero recuerdo con claridad la anécdota que el embajador de los Estados Unidos en España en los años 74 y 75 relataba tras los turbulentos incidentes que se produjeron en Portugal tras la revolución de los claveles en 1974. Fue un día a ver a Franco, quien por aquel entonces ya estaba muy enfermo. Aparentemente el motivo formal era solo interesarse por su salud. Pero el propio Franco le manifestó que suponía que el motivo de su visita era manifestarle su preocupación porque lo que estaba aconteciendo en Portugal se repitiese a su muerte en España. «Bueno, ya que lo menciona, sí que me gustaría tener su punto de vista sobre el asunto», parece que tuvo que admitir el embajador. Según decía lo que leí, Franco le dijo: «No se preocupe, señor embajador, entre España y Portugal existe una diferencia fundamental: es la clase media, tiene mucho que perder. Y será eso lo que no permitirá que algo semejante suceda en España». Con el tiempo puede afirmarse que en cierta forma tuvo razón.
Todos estos factores que se dieron durante la transición a la democracia de los dos países, han afectado las distintas evoluciones económicas y sociales que se han vivido en los dos países desde entonces y han influido en que los dos países sigan rumbos algo diferentes.
Como dijimos antes, es solo a partir del ingreso conjunto de ambos países en la Comunidad Europea que los expertos dicen que los dos países comenzaron a «mirarse» un poco más de cerca. Esto nos deja con una realidad: los dos vecinos llevamos muy poco tiempo intentando conocernos. Siendo este período tan corto, debemos tener esperanza en que hay posibilidades reales de acercamiento sustancial y de colaboración. Aun así, los españoles han seguido ignorando a los portugueses como pueblo, y los portugueses, al tiempo que se han obsesionado crecientemente (sobre todo en la clase política y los medios de comunicación, como veremos más adelante) con España, la intentan evitar. Pero la realidad es que los intercambios económicos son crecientes y las relaciones, quieran los políticos o no, de los protagonistas de la economía real y financiera también lo son.
Los dos países han tenido sus propias agendas, y deben continuar teniendo distintos papeles en el mundo. Los portugueses y los españoles deben diseñar, por supuesto, su propio papel en el mundo y sus propias estrategias con independencia de lo que haga el otro. Pero los dos, actuando como un bloque, tendrían un peso muy superior al que tienen por separado en Europa. Este punto, yo creo que por obvio, parece hasta infantil. En los foros comunitarios cada uno por separado es significativamente inferior a los cuatro grandes (Alemania, Reino Unido, Italia, Francia) pero unidos tienen un tamaño muy semejante y, por ello, fuerza para imponer agendas comunes. Y no digamos en Latinoamérica.
El futuro pasa por un lado porque Portugal entienda y asuma la importancia que España tiene como importador fundamental de su economía. Por el otro, porque España entienda que Portugal es un mercado actualmente más importante para sus intereses estratégicos y su balanza de pagos que muchos otros considerados históricos aliados o «hermanos latinos». Por último los dos deberían ser conscientes de la situación que va a producirse cuando se lleve a cabo la incorporación de los nuevos socios de Europa del Este. Y el bloque que se incorpora seguro que sabe lo que es tener agendas comunes.
Pero por razones históricas y barreras que todavía existen no se dan ni la coordinación ni la colaboración que son necesarias.
Solo si entendemos estas barreras y tenemos determinación histórica para superarlas, podremos avanzar para escribir la historia futura. Vamos pues a comenzar el análisis de estas barreras y a iniciar la reflexión.
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