Este trabajo estableció la reputación de Jung como una de las estrellas en ascenso de la psiquiatría. En 1906 aplicó su nueva teoría de los complejos al estudio de la psicogénesis de la dementia praecox (posteriormente llamada esquizofrenia) y a la demostración de la inteligibilidad de las formaciones delirantes. (22) Para Jung, como para un gran número de otros psiquiatras y psicólogos de esta época, tales como Janet y Adolf Meyer, la demencia no era algo completamente opuesto a la cordura, sino que se ubicaba en el extremo de un espectro. Dos años más tarde, él sostuvo que “si empatizamos con los misterios de la persona enferma, la locura también revela su sistema, y reconocemos en la enfermedad mental simplemente una reacción excepcional a problemas emocionales que no nos son ajenos”. (23)
Jung estaba cada vez más desencantado a causa de las limitaciones de los métodos estadísticos y experimentales en psiquiatría y psicología. Presentó demostraciones hipnóticas en la clínica ambulatoria del hospital de Burghölzli. Esto lo llevó a desarrollar un interés en la terapia y en el uso del encuentro clínico como método de investigación. Alrededor de 1904 Bleuler introdujo el psicoanálisis en el hospital de Burghölzli, y entabló correspondencia con Freud para solicitarle asistencia en el análisis de sus propios sueños. (24) En 1906 el propio Jung entró en contacto con Freud. Esta relación fue muy mitologizada. Surgió una leyenda freudocéntrica que ve a Freud y al psicoanálisis como las fuentes principales del trabajo de Jung, lo cual llevó a ubicar su obra en un modo completamente erróneo en la historia intelectual del siglo XX. Jung expresó su malestar respecto de ello en numerosas ocasiones. Por ejemplo, en un artículo inédito escrito en la década de 1930, Das Schisma in der Freudschule [El cisma en la escuela freudiana], escribió: ‘De ninguna manera procedo exclusivamente de Freud. Tenía mi postura científica y la teoría de los complejos antes de conocer a Freud. Los maestros que influenciaron sobre todo en mí son Bleuler, Pierre Janet y Théodore Flournoy’. (25) Freud y Jung claramente provenían de dos tradiciones intelectuales diferentes, y se vieron reunidos por intereses compartidos en el campo de la psicogénesis de los trastornos mentales y la psicoterapia. Su intención fue conformar una psicoterapia científica basada en la nueva psicología y, a su vez, basar la psicología en la investigación clínica exhaustiva de vidas individuales.
Bleuler y Jung llevaron el hospital de Burghölzli al centro del movimiento psicoanalítico. En 1908 fue creado el Jahrbuch für psychoanalytische und psychopathologische Forschungen [Anuario de Investigaciones Psicoanalíticas y Psicopatológicas], con Bleuler y Freud como editores en jefe y Jung como secretario de redacción. Debido a su recomendación, el psicoanálisis se ganó una audiencia en el mundo de la psiquiatría alemana. En 1909 Jung recibió un título honorífico de la Clark University por sus investigaciones acerca de la asociación. Al año siguiente se formó una asociación internacional psicoanalítica con Jung como presidente. Durante el período de colaboración con Freud, Jung llegó a ser uno de los principales arquitectos del movimiento psicoanalítico. Este fue para él un período de intensa actividad institucional y política. El movimiento se desarticuló debido al disenso y a desacuerdos enconados.
LA INTOXICACIÓN DE LA MITOLOGÍA
En 1908 Jung adquirió algo de terreno a la orilla del Lago de Zürich en Küsnacht y construyó una casa donde viviría por el resto de su vida. En 1909 renunció al hospital de Burghölzli para dedicarse a su consultorio privado, que estaba en crecimiento, y a sus intereses de investigación. Su retiro del hospital de Burghölzli coincidió con un giro en sus áreas de investigación que lo llevó al estudio de la mitología, el folklore y la religión y a reunir una amplia biblioteca de trabajos especializados. Estas investigaciones culminaron en Transformaciones y símbolos de la libido, publicada en 1911 y 1912 en dos entregas. Este trabajo puede ser visto como un retorno de Jung a sus raíces intelectuales y a sus preocupaciones culturales y religiosas. Lo apasionó la labor mitológica, a la cual encontró intoxicante. En 1925 recordó: “Me parecía que estaba viviendo en un asilo para enfermos mentales que yo mismo había creado. Andaba con todas estas figuras fantásticas: centauros, ninfas, sátiros, dioses y diosas, como si ellos fuesen pacientes que yo estuviese analizando. Leía un mito griego o negro como si un alienado estuviese contándome su anamnesis”. (26) El final del siglo XIX había sido el escenario de un estallido de erudición en las recientemente fundadas disciplinas de Religiones comparadas y Etnopsicología. Por primera vez fueron recopiladas, traducidas y sometidas a estudios históricos muchas fuentes primarias, en compilaciones tales como The Sacred Books of East [Los libros sagrados de Oriente] de Max Müller. (27) Para muchos, estas obras representaban una importante relativización del punto de vista cristiano.
En Transformaciones y símbolos de la libido, Jung diferenció dos clases de pensamiento. Siguiendo el ejemplo de William James, entre otros, Jung contrastó el pensamiento dirigido con el pensamiento fantaseado. El primero era verbal y lógico, mientras que el segundo era pasivo, asociativo e imaginativo. Del primero era ejemplo la ciencia; del segundo, la mitología. Jung afirmó que los antiguos carecían de una capacidad para el pensamiento dirigido, una adquisición moderna. El pensamiento fantaseado aparecía cuando el pensamiento dirigido cesaba. Transformaciones y símbolos de la libido fue un extenso estudio del pensamiento fantaseado y de la constante presencia de los temas mitológicos en los sueños y las fantasías de los individuos contemporáneos. Jung reiteró la ecuación antropológica del prehistórico, el primitivo y el niño. Sostuvo que la elucidación del pensamiento fantaseado contemporáneo en los adultos serviría para arrojar luz al mismo tiempo sobre el pensamiento de los niños, los salvajes y los pueblos prehistóricos. (28)
En esta obra, Jung sintetizó las teorías del siglo XIX respecto de la memoria, la herencia y lo inconsciente, y postuló un estrato filogenético para lo inconsciente, todavía presente en cada ser humano, consistente en imágenes mitológicas. Para Jung, los mitos eran símbolos de la libido y representaban sus movimientos típicos. Utilizó el método comparativo de la antropología para reunir una vasta panoplia de mitos, que luego sometió a una interpretación analítica. Más tarde denominó a este uso del método comparativo, ‘amplificación’. Afirmó que tenían que existir mitos típicos, que se correspondían con el desarrollo etnopsicológico de los complejos. Siguiendo a Jacob Burckhardt, Jung denominó a tales mitos ‘imágenes primordiales’ (Urbilder). Se le dio un papel central a un mito en particular: el del héroe. Para Jung, éste representaba la vida del individuo que intenta volverse independiente y liberarse de su madre. Interpretó el motivo del incesto como una tentativa de retornar a la madre para renacer. Más tarde proclamaría este trabajo como índice del descubrimiento de lo inconsciente colectivo, a pesar de que el término en sí mismo sobreviniera un tiempo después. (29)
En una serie de artículos de 1912 el amigo y colega de Jung Alphonse Maeder sostuvo que los sueños tenían una función distinta de la del cumplimiento de los deseos, que era más bien una función de balance o compensatoria. Los sueños eran intentos de resolver los conflictos morales del individuo. Como tales, ellos no apuntaban simplemente hacia el pasado, sino que también preparaban el camino hacia el futuro. Lo que Maeder estaba haciendo era desarrollar el punto de vista de Flournoy acerca de la imaginación creativa subconsciente. Jung trabajaba líneas similares, y adoptó las posiciones de Maeder. Para Jung y Maeder, esta modificación del concepto de sueño trajo aparejada una alteración de todos los demás fenómenos asociados con lo inconsciente.
En su prefacio a la revisión de 1952 de Transformaciones y símbolos de la libido, Jung escribe que la obra fue producida en 1911, cuando tenía treinta y seis años: “…punto crítico que señala el comienzo de la segunda mitad de la vida, en la cual no pocas veces se produce una metánoia, una modificación de mentalidad”. (30) Agregó que era consciente de la pérdida de su colaboración con Freud, y que se sentía en deuda con su esposa, que lo había apoyado. Luego de terminar su obra, comprendió la importancia de lo que implicaba vivir sin un mito. Alguien sin un mito “es un desarraigado que no se halla sinceramente vinculado con el pasado, con lo ancestral (que siempre vive en él), ni con la sociedad humana actual”. (31) Describe más adelante:
Me sentía acosado