EL MOMENTO CULTURAL
Las primeras décadas del siglo XX vieron un gran número de experimentaciones en literatura, en psicología y en el campo de las artes visuales. Muchos escritores intentaron deshacerse de las limitaciones de las convenciones representativas para explorar y describir la gama completa de las experiencias internas –sueños, visiones y fantasías–. Experimentaron con nuevas formas y utilizaron las antiguas de maneras novedosas. Desde la escritura automática de los surrealistas a las ilusiones góticas de Gustav Meyrink, distintos autores establecieron contacto o más bien se toparon con las investigaciones de algunos psicólogos que estaban llevando a cabo exploraciones similares. Artistas y escritores colaboraron para probar nuevas formas de ilustración y de tipografía, nuevas configuraciones de textos e imágenes. Los psicólogos intentaron superar las limitaciones de la psicología filosófica, y comenzaron a aventurarse en los mismos terrenos que los artistas y los escritores. Aún no se habían establecido límites claros entre literatura, arte y psicología; escritores y artistas tomaban prestado de los psicólogos y viceversa. Un considerable número de psicólogos, tales como Alfred Binet y Charles Richet, escribieron obras dramáticas y de ficción, frecuentemente bajo seudónimos, cuyos temas reflejaban los de sus obras ‘científicas’. (2) Gustav Fechner, uno de los fundadores de la psicofísica y la psicología experimental, escribió acerca de la vida anímica de las plantas y respecto de la tierra como un ángel azul. (3) Mientras tanto, escritores tales como André Breton y Philippe Soupault leían asiduamente y recurrían a las obras de investigadores psíquicos y psicólogos de lo anormal, tales como Frederick Myers, Théodore Flournoy y Pierre Janet. W. B. Yeats echó mano de una escritura automática espiritista para componer una psicocosmología poética en A Vision. (4) Se buscaban en todas partes nuevas formas con las cuales describir las realidades de la experiencia interior, a la zaga de una renovación espiritual y cultural. En Berlín, Hugo Ball señaló:
El mundo y la sociedad en 1913 lucían así: la vida está completamente confinada y encadenada. Prevalece una especie de fatalismo económico; cada individuo, se resista o no, tiene asignado un rol específico y, con él, sus intereses y su carácter. La Iglesia es vista como una ‘fábrica de redención’ de poca importancia; la literatura, como una válvula de seguridad… La cuestión más candente día y noche es: ¿existe en algún lugar una fuerza lo suficientemente poderosa como para poner fin a este estado de situación? Y si no la hay, ¿cómo se puede escapar de él? (5)
Fue en el contexto de esta crisis cultural que Jung concibió la idea de emprender un extenso proceso de autoexperimentación, cuyo resultado fue el Liber Novus, una obra de psicología con forma literaria.
Hoy ya ha sido establecida una división entre psicología y literatura. Abordar el Liber Novus hoy en día es lidiar con una obra que sólo pudo haber emergido antes de que la separación hubiese sido firmemente instituida. Su estudio nos ayuda a entender cómo es que la división tuvo lugar. Pero antes debemos preguntarnos:
¿QUIÉN ERA C. G. JUNG?
Jung nació en Kesswil, en el Lago de Constanza, en 1875. Su familia se mudó a Laufen, a orillas de las cataratas del Rin, cuando tenía seis meses de edad. Fue el hijo mayor y tuvo una hermana. Su padre era pastor en la Iglesia Reformada Suiza. Hacia el fin de su vida, Jung escribió un libro de memorias titulado “Von den anfänglichen Ereignissen meines Lebens” [“De las primeras experiencias de mi vida”], luego incluido, considerablemente editado, en Recuerdos, sueños, pensamientos. (6) Jung narró aquellos eventos significativos que llevaron a su vocación psicológica. Estas memorias, con el foco de la atención colocado en los sueños, las visiones y las fantasías más reveladoras de su infancia, pueden ser vistas como una introducción al Liber Novus.
En el primer sueño, él se encuentra a sí mismo en una pradera con un agujero en el suelo, guarnecido con piedras. Descubre unos escalones, desciende al agujero y se encuentra con una habitación. Allí hay un trono dorado con lo que parece ser un tronco de árbol de piel y carne, con un ojo en la parte superior. En ese momento escucha la voz de su madre exclamar que este era el ‘comehombres’. No estaba seguro respecto de si lo que ella quería decir era que esta figura realmente devoraba niños o que era idéntica a Jesucristo. Esto afectó profundamente su imagen de Jesucristo. Años después, comprendió que esta figura era un pene y, más tarde aún, que era de hecho un falo ritual y que el escenario era un templo subterráneo. Llegó a ver este sueño como una iniciación “en los secretos de la tierra”. (7)
En su infancia, Jung experimentó un cierto numero de alucinaciones visuales. Parece haber tenido además la capacidad de evocar imágenes voluntariamente. En un seminario en 1935, recordó un retrato de su abuela materna que, cuando niño, observaba hasta que lograba ‘ver’ a su abuelo bajando las escaleras. (8)
Un día soleado, cuando tenía doce años, Jung estaba cruzando la Münsterplatz [Plaza de la Catedral] en Basilea, admirando el sol brillar en el techo de azulejos de la catedral recientemente restaurado. Sintió entonces que se avecinaba un pensamiento terrible, pecaminoso, y lo hizo a un lado. Permaneció en un estado de angustia por varios días. Finalmente, luego de convencerse a sí mismo de que era Dios quien quería que él tuviese este pensamiento, tal como había sido Dios quien había querido que Adán y Eva pecasen, se permitió contemplarlo, y vio a Dios en su trono arrojando un todopoderoso excremento sobre la catedral, que demolía el techo nuevo y la aplastaba. En conjunción con esto, Jung tuvo una sensación de beatitud y alivio tales como nunca antes había experimentado. Sintió que era una experiencia del “Dios viviente inmediato, que se alza omnipotente y libre por encima de la Biblia y la Iglesia”. (9) Se sintió sólo frente a Dios, y sintió además que su auténtica responsabilidad entonces comenzaba. Comprendió que aquello de lo que su padre carecía era precisamente una experiencia de esa clase, directa e inmediata, del Dios viviente, que se encuentra fuera de la Iglesia y la Biblia.
Este sentimiento de ser un elegido terminó en una desilusión definitiva con la Iglesia en ocasión de su Primera Comunión. Lo habían convencido que ésta sería una gran experiencia. En lugar de eso, nada. Concluyó: “Para mí no era religión, era la ausencia de Dios. La Iglesia era un lugar al cual yo no podía seguir yendo. Allí para mí no había vida, sino muerte”. (10)
Jung comenzó a leer vorazmente por esos años, y fue particularmente impactado por el Fausto de Goethe. Lo conmovió el hecho de que en Mefistófeles Goethe incorporara seriamente la figura del Diablo. De entre los filósofos lo impresionó Schopenhauer, que reconocía la existencia del Diablo y les daba voz a los sufrimientos y las miserias del mundo.
Jung tenía la sensación de estar viviendo en dos siglos, y experimentaba una fuerte nostalgia por el siglo XVIII. Este sentimiento de dualidad tomó la forma de dos personalidades alternativas, a las que él nombraba número 1 y número 2. Nº 1 era el escolar de Basilea que leía novelas, y nº 2 se dedicaba a reflexionar en soledad acerca de la religión, en un estado de comunión con la naturaleza y el cosmos. Él habitaba ‘el mundo de Dios’. Esta personalidad se sentía muy real. La personalidad nº 1 quería verse libre de la melancolía y el aislamiento propios de la personalildad nº 2. Cuando la personalidad nº 2 aparecía, se sentía como si un espíritu muerto hacía mucho pero perpetuamente presente hubiese entrado en la habitación. No tenía un carácter definible. Estaba conectado con la historia, particularmente con la Edad Media. Para nº 2, nº 1, con sus falencias e ineptitudes, era alguien a quien había que soportar. Esta interacción recorrió toda la vida de Jung. Tal como él lo veía, todos somos así –una parte de nosotros vive en el presente y la otra está conectada con los siglos–.
A medida que se acercaba el momento de elegir una carrera, el conflicto entre las dos personalidades se intensificó. Nº 1 quería dedicarse a la ciencia; nº 2, a las humanidades. Jung tuvo entonces dos sueños críticos. En el primero, estaba caminando por un bosque