En pos de los puritanos y su piedad. J. I. Packer. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: J. I. Packer
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9781629462639
Скачать книгу
rel="nofollow" href="#fb3_img_img_ef0193a0-7ff1-5d74-8804-ede560fa55ee.png" alt="Image"/>omenzaré por definir el término puritanismo y después el término avivamiento, como fundamento para lo que tengo que decir en este capítulo.

      El puritanismo lo defino como ese movimiento en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII que buscó más reformas y renovaciones en la Iglesia de Inglaterra de las permitidas por el asentamiento isabelino. La palabra «puritano» como tal era un término impreciso pero definitivamente era despectivo, y entre los años 1564 y 1642 (estas fechas exactas son dadas por Thomas Fuller y Richard Baxter6) se abusó de él, siendo aplicado por lo menos a cinco grupos superpuestos de personas: primero, al clero que se mostró reticente ante algunas ceremonias y frases del Libro de oración; segundo, a los defensores del programa de reforma presbiteriana dirigido por Thomas Cartwright y por la Admonición al Parlamento de 1572; tercero, al clero y los laicos, no necesariamente inconformistas, que practicaban una piedad calvinista seria; cuarto, a los «calvinistas rígidos»7 que aprobaron el Sínodo de Dort, y fueron llamados puritanos doctrinales por otros anglicanos que no lo aprobaron; quinto, a los miembros y jurados del parlamento, y a otras personas de la nobleza que mostraron respeto público por las cosas de Dios, las leyes de Inglaterra y los derechos de las personas.8 El profesor y la señora George han argumentado que la palabra «puritano» es la «x» de un ecuación cultural y social: «no tiene ningún significado más allá del que le da el manipulador particular de un álgebra de abuso».9 Sin embargo, había una realidad específica, aunque compleja y polifacética, a la que realmente pertenecían todos estos usos del «nombre odioso». Éste fue un movimiento dirigido por el clero que durante más de un siglo se mantuvo unido, y que tenía un sentido de identidad demasiado profundo para destruir las diferencias de juicio sobre cuestiones del gobierno y la política, principalmente debido a tres cosas: La primera era un conjunto de convicciones compartidas, de carácter bíblico y calvinista, que tenían que ver, por una parte, con la fe y la práctica cristiana y, por otra parte, con la vida congregacional y el oficio pastoral. La segunda era un sentido compartido del llamado a trabajar para la gloria de Dios en la Iglesia de Inglaterra, por medio de eliminar el papismo de su adoración, la prelatura de su gobierno, y la irreligión pagana de su membresía, y así hacer realidad el patrón del Nuevo Testamento de lo que es verdadero y auténtico en lo que respecta a la vida de la iglesia.10 La tercera era una literatura compartida, catequética, evangelística y devocional, con un estilo homilético único, y con un énfasis experiencial inconfundible. De los aproximadamente cien autores de este movimiento, William Perkins, quien murió en 1602, fue el más formativo y Richard Baxter, cuya carrera como escritor devocional comenzó en 1650, con su obra: El reposo eterno de los santos, fue el más distinguido. Ese es el puritanismo que vamos a discutir.

      Por otra parte, defino al avivamiento como la obra de Dios por medio de Su Espíritu, a través del cual Su Palabra lleva a los muertos espirituales hacia una fe viva en Cristo y renueva la vida interna de los cristianos, quienes inicialmente habían llevado vidas perezosas y pasivas. En el avivamiento, Dios hace nuevas las cosas viejas, dando un nuevo poder a la ley y al evangelio y una nueva conciencia espiritual a aquellos cuyos corazones y conciencias que habían sido ciegos, duros y fríos. El avivamiento anima o reanima a las iglesias o a los grupos cristianos, para que tengan un impacto espiritual y moral en sus comunidades. Es algo que consiste en una reactivación inicial, seguida de un estado de reanimación constante durante el tiempo que dure la influencia del Espíritu. Tomando los primeros capítulos de Hechos como un paradigma, y relacionándolos con el resto del Nuevo Testamento (que evidentemente es un producto de las condiciones de un avivamiento) podemos enumerar las siguientes características como signos de avivamiento: un asombroso sentido de la presencia de Dios y la verdad del Evangelio; una profunda conciencia del pecado, que conduce a un arrepentimiento profundo y lleva a las personas a abrazar sinceramente al Cristo glorificado, amoroso y perdonador; un testimonio desinhibido del poder y la gloria de Cristo, con una poderosa libertad de expresión que demuestra una poderosa libertad de espíritu; alegría en el Señor, amor por Su pueblo y miedo a pecar; y del lado de Dios, una intensificación y aceleración de la obra de la gracia para que los hombres sean abatidos por la Palabra y transformados por el Espíritu en poco tiempo, lo que hace apropiado tanto pastoral como teológicamente bautizar a los conversos adultos inmediatamente después de haber profesado la fe. Sin embargo, también es cierto que puede haber un avivamiento personal sin que exista ningún movimiento de la comunidad, y que no puede haber un movimiento de la comunidad a menos que los individuos sean avivados. No obstante, si nos apegamos al libro de los Hechos como nuestro paradigma, será necesario definir el avivamiento como un fenómeno esencialmente corporativo, en el que Dios soberanamente muestra Su mano, visita a Su pueblo, extiende Su reino y glorifica Su nombre.

      2

      En este punto debo señalar que, aunque estas directrices se extraen directamente de la Biblia, también son directrices puritanas en un sentido real, simplemente porque la mayoría, si no es que todas, se pueden encontrar en la teología del avivamiento esbozada por el gran Jonathan Edwards, de quien Perry Miller dijo: «El puritanismo es lo que Edwards era».11 He sostenido en otra parte que la comprensión del avivamiento que leemos en los escritos que Edwards publicó después de cumplir los treinta años, es la contribución individual más importante que Edwards tiene que hacer a la teología evangélica de hoy, y esa sigue siendo la perspectiva clásica con respecto a este tema;12 pero eso es algo que por ahora va más allá de nuestro objetivo.

      Durante más de dos siglos, desde que apareció por primera vez la obra de Daniel Neal, titulada: History of the puritans [La historia de los puritanos] (cuatro volúmenes, 1732–38), se ha acostumbrado a entender el movimiento puritano en términos de la lucha de poder que hubo entre la iglesia y el estado; y esto, por supuesto, es parte de la verdad, aunque en cierto sentido deja en el aire la cuestión de los motivos puritanos. Sin embargo, el Dr. Irvonwy Morgan nos proporciona una pista de vital importancia en la siguiente cita:

      Lo esencial para entender a los puritanos es comprender que ellos eran predicadores antes que cualquier otra cosa (…) En medio de todos sus esfuerzos por reformar al mundo a través de la Iglesia, y a pesar de que esos esfuerzos se vieran frustrados por los líderes de la Iglesia, la única cosa que los mantuvo unidos, que fortaleció sus esfuerzos, y que les dio motivos para persistir, fue la conciencia de que ellos estaban llamados a predicar el evangelio.13

      Y yo me aventuro a sugerir que para poder tener una comprensión verdaderamente adecuada del puritanismo debemos esperar el día en el que su historia sea contada como una historia de avivamiento, una historia en la que el conflicto de la iglesia (que hasta ahora se ha tomado como la clave para la interpretación del puritanismo) tiene que ser reconocido como algo que siempre estuvo subordinado a un objetivo puritano más amplio —y por así decirlo, a un logro parcial— de ver una nación espiritualmente renovada. Pero me parece que todavía no ha llegado el día en el que esta historia pueda ser contada correctamente. Puesto que, por una parte, ya se ha comenzado con un análisis de la predicación, la enseñanza, la piedad, el trabajo pastoral y la experiencia espiritual de los puritanos,14 pero ese análisis todavía tiene mucho camino por recorrer, y por otra parte, la evaluación teológica de este material todavía está en pañales.15 Sin tomar en cuenta que, todavía no se ha logrado recopilar todo el material y las fuentes puritanas. Mi objetivo limitado en este libro simplemente es hacer creíble la afirmación de que el puritanismo era, en esencia, un movimiento de avivamiento espiritual (como el que ocurrió entre los frailes, y entre los Lolardos, y en la Reforma misma, la cual los puritanos declaradamente buscaban completar). Ya que, establecer este punto confirmaría la necesidad de estudiar el puritanismo en los términos indicados anteriormente, y tal vez, esta obra pueda convertirse en un incentivo para hacerlo. De manera que, a favor de mi argumento, expondré los siguientes tres hechos:

      El primer hecho es que el avivamiento espiritual era central para lo que los puritanos profesaban estar buscando. Pero es sorprendente que este hecho ha sido resaltado muy poco, y en ocasiones ha sido ignorado por completo. ¿Por qué ha ocurrido eso? Puedo sugerir al menos tres razones: Primero, los puritanos no buscaron el avivamiento en forma aislada de su búsqueda de un orden eclesiástico más bíblico, y los historiadores profesionales