Se continúa hacia los Llanos de Mirandas y, después, en Agua de Obispo, se llevan a cabo las coronaciones de los Nuevos Hermanos Peregrinos, con coronas de plástico o de espinas, de diferentes formas y con distintos motivos. No se deja “El pregón del sanjuanero” a lo largo de la caminata, el cuadernillo con las oraciones y los cantos que buscan la purificación espiritual. Por cierto, uno de esos cantos se entonaba en la Cristiada y recuerda: “Tropas de Jesús, sigan la bandera, no desmaye nadie, vamos a la guerra”,8 pero ahora la guerra se tornó manifestación pacífica, en búsqueda de fraternidad. Por fin, los peregrinos tocan el santuario con la llegada a la basílica de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, donde formados durante horas esperan ansiosos estar unos minutos dentro del templo, junto con miles de hermanos, hombres, ancianos, mujeres y niños.
Esta peregrinación es, fundamentalmente, un ritual del cristianismo indígena, un caminar que hereda los significados escondidos que sólo el indio descifra, parte de esos procesos mediante los cuales los indios han adoptado, refuncionalizado y reinterpretado sus formas religiosas.9 A fin de cuentas, cambios y transformaciones de una resistencia a través del ritual que permite conservar el sentido y la organización comunitaria que no desecha la identidad. También los concheros peregrinan, los que escuchan “La Palabra”, los que danzan sabiendo que “Él es Dios”, marcando sus pasos a los cuatro vientos, con el huehuetl, los tamborcillos y los caracoles, guerreros pidiéndole vida al Sol, invocando a la diosa de la Madre Tierra y de la fertilidad, buscando el éxtasis divino, danzando en las fiestas por más de diez horas.10
Durante todo el año, quienes peregrinan a San Juan en enero, van también a ver a la Virgen de El Pueblito, a Villa Progreso, La Peñita, La Cañada, Ezequiel Montes, Panales y Amazcala. Son la red de comunidades que buscan sobrevivir como pueblos y como individuos, al recrear todos los años la religiosidad popular, el sentido de su caminar por esta vida; defienden su sentido y su vida con flores y cantos, con voces en alto, andares y danzas que tienen al cielo en la planta de los pies.
Y ¿qué intenciones llevan los peregrinos en sus morrales, mochilas y bolsas? El señor Esteban, de Tolimán, busca encontrar a Dios y a la Virgen para la salvación de su alma y para pedirles su bendición, va a rezar por su trabajo, y también para sanar su cuerpo y el de sus familiares, va a pedir porque termine de superar el alcoholismo, que dice “depende de uno, pero hay que pedirle a la Virgen y al Señor también”; Raúl, quien es albañil en Querétaro, es de Sabino de San Ambrosio, Tolimán, y peregrina como lo hacían sus abuelos y una tía difunta va por gusto y por agradecimiento a la Virgen, a dar gracias por su vida y su salud; de Bomintzá, Tolimán, viene Guadalupe, a pedirle a la Virgen que sane su casa, los pies de su esposo y a su hija, pues ni el huesero ni el doctor, en Querétaro, han podido sanarla de una mano; el señor Nazario es de Cerrito Parado, también en Tolimán, quien pedirá por su familia, por los enfermos y por la paz del mundo; Héctor, de Panales, camina para pedirle a la Virgen que siga intercediendo por él y los suyos, para que nunca le falte trabajo y salud. De Nogales, Tolimán, es el señor J. Guadalupe, quien dará gracias por los milagros que tienen sanos a diez de sus hijos, por lo que vale la pena caminar a pesar del dolor de pecho, la gripe y los escalofríos; le acompaña su esposa Petra, que va a dar gracias también por otros milagros que la mantienen con salud, pues antes de que le fueran a cortar un pie, le pidió a Diosito y a la Virgen de San Juan y del Tepeyac que le sanara.
Martha es de la colonia Vista Hermosa, en Tequisquiapan, y en su familia los milagros de la Virgen han sido varios, dice que ella es un milagro de la Virgen de San Juan de los Lagos, pues a los dos años, después de una neumonía que la tuvo ya “tiesa y morada” por media hora, la sanó, por lo que fueron a darle gracias de rodillas a la Virgen, momento en que, a la propia Virgen, relata, “se le movieron los aretes”; ella pedirá por su salud y por una bendición antes de irse al otro lado. María es de San Antonio de la Cal, Tolimán, y viene a dar gracias por haberse curado de la gastritis, y ahora pide que se componga de la diabetes, que tiene desde que murió su segundo esposo; María Irineo también es de San Antonio, pero ella sólo va por amor a la Virgen y por recorrer estos caminos que con penitencias y cansancios le van abriendo paso para el cielo. Clemencia es de Santa Rosa de Lima, en Colón, viene desde que le prometió a Dios y a la Virgen que si una hija suya sanaba de una enfermedad del estómago iría mientras conservara salud suficiente, y ahora va también a pedir por sus hijos que están uno en Pachuca y tres en Estados Unidos; el más chico le habló por teléfono en agosto, y “anda lejos, cerca de esas torres que se cayeron”, por lo que pide que Dios les dé su bendición.
Todos van a ver a la Virgen de San Juan de los Lagos porque ha sido su protectora, a ella le deben la vida y es su fuente de seguridad y bienestar. El peregrino va así en busca de vida, seguridad, salud y salvación, y va con aquella Santa Señora que es quien puede interceder por él y darle así lo que busca.
Historia de la Virgen de San Juan de los Lagos
Desde los primeros siglos del cristianismo, ha sido expresada frecuentemente la idea de que en la humanidad están las “semillas del verbo” 11como presencia del creador en sus criaturas, manifestaciones culturales con rasgos propios de la cristiandad. Haciendo uso de estas formas religiosas, transformándolas en el fondo, a través de la historia ha sido común que, aprovechando una sacralidad de siglos, los evangelizadores suplan con una imagen religiosa cristiana a un antiguo ídolo. Los franciscanos combinaron la práctica anterior con la adaptación terrenal de lo divino, promoviendo también ese cristianismo popular que busca darle cuerpo a lo sagrado. El culto a las imágenes marianas y la publicidad a los santuarios fueron parte de las políticas de la Contrarreforma,12 que además de marcar diferencia con el protestantismo sirvieron para el ejercicio de un mayor control sobre las prácticas populares religiosas.13
Mientras que durante la conquista de México había en España una extraordinaria veneración por María, en la Nueva España fue muy importante la insistencia de Hernán Cortés en imponer imágenes de la Virgen en los antiguos adoratorios prehispánicos; este interés por elevar la popularidad de la Virgen también lo llevó a darle al primer hospital de la ciudad de México el nombre de la Inmaculada Concepción, advocación que adoptaron casi todos los hospitales novohispanos. Ante la necesidad indígena de reconstruir una cosmovisión que le diera sentido a lo que difícilmente se podía vivir después de la destrucción cultural de la Conquista, los indios fueron aceptando la figura de María como piedra angular de dicha reconstrucción, sobre todo cuando aparecía como la “diosa” que suplía a una deidad femenina anterior, cuyas características y valores coincidieron con los de María en distintas formas, pues desde España la Virgen María estuvo íntimamente asociada a la Tierra y a la fertilidad.14
Por otro lado, las imágenes marianas fueron fuente de identidad para criollos y mestizos que, muy alejados de sus antepasados indios o peninsulares y ante la actitud despectiva de los últimos, buscaban sentido ante la práctica ausencia de memoria histórica, fomentando así las identidades locales y los incipientes nacionalismos.15
Las apariciones o los milagros en lugares donde anteriormente se ofrecía culto a ciertas deidades se volvieron comunes, en tiempos en que los márgenes de credibilidad o asombro ante lo desconocido eran distintos: por ejemplo, aparecían los materiales para un santuario o cierta imagen se movía de un lugar a otro. Se creaban así centros de culto por la capacidad milagrosa de la imagen, y las “mandas”, promesas grupales o individuales a cambio de milagros, hacían que en ocasiones ese culto se manifestara en peregrinaciones.16
Todo el poder de la Virgen María, madre de Dios, era reconocido por la religiosidad popular a través de apariciones y milagros: dar vida a los muertos, salud a los enfermos, socorro a los afligidos, victoria a los tentados, iluminar a quienes caminan, alcanzar una dichosa muerte para quienes sufren, y dar remedio a todo el que le invoca en sus necesidades. Así se le identificó como la “Señora” absoluta