Nunca digas tu nombre. Jackson Bellami. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jackson Bellami
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788416366514
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chico.

      —Exacto.

      —Haz lo que tengas que hacer, Marcus —dijo la profesora Cass a su espalda—. No voy a arruinar mi matrimonio por nadie. ¿Qué pensaría tu mujer si se enterase de que te han suspendido por esto? ¿Y tu hijo?

      El entrenador se quedó en silencio y alzó la mirada hacia las vigas del techo del gimnasio, como si allí arriba se encontrara la solución a semejante enredo.

      —Está bien, Payton —concluyó—. Pero te vigilaré de cerca. Si se te ocurre alguna jugarreta, desearás no haberte puesto ese uniforme jamás.

      Hastings indicó con su enorme dedo índice la camiseta de Connor, donde la cabeza de un lobo sonreía con fiereza.

      El joven continuó hacia el almacén. Había olvidado el motivo de su inesperada visita.

      —¿A dónde va? —preguntó la profesora a su amante deportivo.

      —Tengo que coger los conos. Es a lo que he venido —respondió el chico.

      —Ah, Payton, entrena las recepciones. No puedo mantenerte en el campo si eres un negado al coger el balón.

      En realidad, Connor temblaba de la cabeza a los pies. Poner a alguien como el entrenador Hastings en el paredón no era tarea para pusilánimes. Pero, a cada paso, sus miedos se iban escurriendo. Se los sacudía con una sonrisa discreta, pues el plan B se había puesto en marcha. Si la iniciativa Jessica fallaba, Connor ya tenía un as en la manga. Solo debía aguardar a uno de esos partidos a los que acuden los ojeadores de las universidades en busca de un diamante en bruto. La cuestión era asegurarse el triunfo y el nuevo tailback de los Timberwolves de Valley Rock acababa de hacerlo al más puro estilo del hampa sureño.

      Connor fue sumando así enemigos en lugar de amigos. Porque la rabia del entrenador o el odio clandestino de la profesora Cass no fueron los únicos sentimientos que el chico despertó aquel día.

      Connor volvió con el equipo cargando los conos. ¿Quién le echó una mano antes de que se le cayeran todos al suelo? El bueno de Chris. Y Connor no quiso mirarle a los ojos después de lo que había hecho. Chris le ayudó a colocarlos sobre el césped. Le animó a terminar la décima vuelta que daban al circuito que habían montado cuando Connor estaba exhausto. Recorrió con él cada centímetro de aquel campo. Pero Connor no pudo dirigirle sonrisa alguna.

      El entrenador apareció unos minutos antes de que acabara la clase para anunciar los cambios en el equipo.

      —Bien, atended todos —solicitó Hastings, previa mirada inquisitorial hacia Connor—. Ha habido cambios para esta temporada. La alineación para el partido inaugural del sábado queda de la siguiente manera. —Más miradas—. Serkis, tú cubrirás la banda izquierda. Tienes mejores resultados cuando corres cerca de las animadoras.

      —Como todos —comentó el capitán, y el equipo rio.

      —Goldstein pasa al equipo de defensa —continuó.

      —Pero, entrenador…

      —Chaval, parece que te hayas zampado a tu madre este verano. Serás imposible de derribar —le aclaró Hastings.

      Más risas.

      —Payton jugará de titular y Hoffman cubrirá sus incidencias.

      Todos se miraron.

      —Entrenador —intervino Alan—, Hoffman hizo una temporada cojonuda.

      —Es mi última palabra, Monroe.

      Chris borró la sonrisa que aún mantenía por la broma de Goldstein.

      Connor buscaba el consuelo de su traición en el suelo.

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      Connor caminaba airado a través de la fiesta.

      —Eh, Payton. ¿Qué ocurre? Parece que fuéramos perdiendo cincuenta a cero. —Hastings interrumpió su desfile de rabia—. Ten, esto te vendrá bien. Al menos, te bajará la temperatura.

      Le ofreció un vaso de ponche con hielo.

      El chico confesó el odio que despertaba Amy Chambers en él con cada encuentro. Todo era una discusión con ella.

      —Tranquilo, chico, o te va a dar algo…

      El spoiler que Hastings le había soltado fue real. Solo había que esperar un poco aquella noche para comprenderlo.

      —¿Cómo te sientes para el partido de mañana?

      —Bien, entrenador. He estado con Hoffman hasta tarde en el campo. —Connor se acabó el vaso de un sorbo—. Esto sabe a rayos.

      Hastings olvidó sonreír por un instante y mostró preocupación.

      —¿Habéis hablado de algo? —quiso saber.

      —¿Qué? No, ya sabe, los nervios del partido y la visita del ojeador.

      El entrenador dio un sorbo al ponche.

      —Hoffman me ha dicho lo del chico francés que quiere jugar —le comentó.

      —¿Qué chico francés?

      Connor vio que Jess le hacía gestos cerca de la pista de baile.

      —Discúlpeme, entrenador. El deber me llama —dijo, olvidando la conversación.

      —Espero que te vaya bien, Payton.

      —Por su bien, yo también.

      Connor dejó a Hastings tras aquel comentario tan inapropiado. Si el entrenador tenía dudas sobre su papel en el destino del chico, Connor las había despejado todas con su enorme bocaza.

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      Beetlejuice, Beetlejuice, Beetlejuice

      Hay un buen paseo hasta casa de Beth, lo recuerdo de acudir a sus cumpleaños cuando aún los celebraba. Antes era diferente entre nosotros. No es que fuésemos amigos, al menos no como lo éramos Caleb y yo. Lo que tenía con Beth era como montar en el barco pirata que traen para el festival por el Día de los Presidentes. Ese péndulo gigante que te mece de un lado a otro. Así, justo. Siempre estábamos discutiendo, no nos faltaban motivos absurdos para hacerlo. Unas veces ganaba ella, el lado derecho del péndulo, y otras yo, el izquierdo. Lo que no imaginé fue el cambio que sufriría mi opinión sobre Beth con el paso de los años. Esas riñas cobraron sentido. Los tirones del pelo para molestarla en clase, sus zancadillas por los pasillos, burlas, peinetas, pintadas en los cuadernos… En mi defensa, debo decir que solo quería interactuar con ella, fastidiarla como señal de «Hola, eres importante para mí y por esa razón hago esto». Dejaron de ser cosas de críos en cuanto mi lugar favorito con ella era el medio, la mitad del recorrido del barco. Un sitio donde nunca creí querer estar con esa chica que me sacaba de quicio. Cuando todo se volvió más serio, más maduro, dejamos de hacerlo. Ojalá hubiésemos continuado haciendo el tonto.

      Caminamos en silencio, Caleb y yo. Es extraño hablar en plural cuando voy solo por la calle. Pero lo cierto es que somos dos, o algo parecido. De existir solo uno, ese sería Caleb. Yo…

      No puedo dejar de pensar en el hecho de estar muerto. Aunque tampoco quiero que Caleb sienta mi parte más sensible. Soy así de gilipollas. Me esfuerzo por hacerme el duro incluso sin vida. Sin vida. Cadáver. Joder, es tan inverosímil… ¿Cómo ha podido ocurrir? Quiero decir, no me sobrepasé con nada en la fiesta, ni drogas ni alcohol. Puede que haya sido una de esas muertes espontáneas de las que han hablado en ciertas ocasiones en las noticias. Debe ser eso. Como los deportistas que caen fulminados en mitad de un partido o las personas que se marchan mientras duermen plácidamente por las noches.

      Lo cierto es que lo vi venir. Comencé a sentirme