Hijos del fuego, herederos del hielo. Aimara Larceg. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Aimara Larceg
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789878710440
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golpeado continuó palpitándole. A veces cuando se tocaba la nariz de manera accidental, se le escapaban las lágrimas. En cuanto los problemas estuvieran resueltos, vería a un médico.

      A medianoche algo pesado impactó contra el piso superior, le siguieron los gritos de terror de Shayla. En un santiamén estuvo allí, bajo la misma sensación de ser observado, pero por su propia salud mental decidió restarle importancia al asunto. Todo tenía como raíz el mismo problema, aquel ser invisible tenía la fuerza suficiente para mover y voltear muebles pesados. Después de constatar que estuviera bien, enderezó la pesada cómoda, apagó las velas desperdigadas por el suelo y se sentó en el borde de la cama. Estaba aterrorizado, pero alguien necesitaba mantener la situación a raya. Aovillada contra la cabecera de la cama ella repetía que «estaba cerca», ¡Por supuesto estaba cerca! Justo detrás el marco de la puerta, aguardando el mejor instante para volver a actuar. Por suerte no lo veía. Las imágenes de la calavera con la corona intentaron volver a su mente, pero las espantó pensando en cualquier otra cosa. E hizo lo único que quedaba por hacer. Comenzó a repetir una y otra vez un sortilegio de protección, palabras antiguas heredadas de su abuelo, que de niño le ayudaban a espantar monstruos y pesadillas. Quizá fueran las susodichas, o la fe con la que las pronunció, pero al poco tiempo todo volvió a la normalidad.

      –Tranquila, por ahora se ha ido –le dijo mientras le ponía una mano en el tobillo–. Siempre que estés en peligro y por alguna razón no pueda ayudarte, repite estas palabras: Alejo con la luz de mi magia a todo lo que provenga del Reino de las Sombras.

      –Tarde o temprano volverá –la pobre temblaba como una hoja–. Y esta vez me atrapará. Me lo advirtió, ¡Me lo advirtió!

      –Intentaremos soportarlo hasta que llegue la ayuda –ya ni siquiera le importaba cómo podría interpretarse aquello, estaba involucrado en el asunto. Iba más allá de la culpa, por primera vez en su vida quería ayudar desde lo profundo de su corazón. A fin de cuentas sentirse así de humano no tenía desperdicio. Ella volvió a llorar, estaba aterrorizada. Armado de toda la paciencia del mundo fue a sentarse contra la cabecera de la cama y la acurrucó contra su cuerpo. Permitió que llorara todo lo que quisiera, a veces se calmaba, otras simplemente se estremecía en silencio. Así fue como sin siquiera darse cuenta, se quedó dormido.

      Despertó confuso bajo un peso que apenas le dejaba respirar. Al tomar conciencia de lo que sucedía, lo invadió una ola de pánico. La vela más gruesa era la única en pie, su luz mortecina creaba monstruos en los rincones más oscuros. Ella estaba encima, pero el peso no correspondía al de un cuerpo humano normal. Algo en su respiración hizo que su corazón comenzara a latir desbocado, hasta el punto de parecer un martillo contra su pecho. Más que una respiración, era una serie de jadeos propios de una criatura del inframundo. Tragó duro, tenía la garganta seca. Se preguntó si se habría percatado de que estaba despierto. Al siguiente instante se delató, las influencias de esa criatura para robar energía vital trabajaban a través del deseo sexual infundido. Volvió a sentir una nueva oleada de su poder, el mismo se esparcía por sus venas hasta llegar al último rincón de su cuerpo. Una risa le erizó los vellos de la nuca, definitivamente no era Shayla. Se armó de valor para detener el movimiento sugerente que había comenzado a hacer con sus caderas sobre las de él y miró al terror directamente a los ojos. El ojo rojo, ardía como un carbón encendido. El otro tenía la pupila tan dilatada que se veía negro. La zona herida del cuello y el rostro se había extendido, supuraba en algunas partes. Lo peor de todo era la sonrisa de dientes puntiagudos, producto de una ilusión, o de cualquier otro factor que escapaba a su entendimiento.

      –¡Ya basta! –intentó quitársela de encima, aunque parecía imposible. Mientras más se esforzaba, más fuerte lo sujetaba. Al sentir que le absorbían la vitalidad, el terror comenzó a surgir desde un lugar desconocido hasta entonces. La criatura volvió a reír y acercó su rostro hasta que pudo ver al detalle las pupilas. Quiso gritar cuando le lamió una mejilla–. Detente –le rogó, con la poca voluntad que le quedaba.

      –¿Por qué quieres que me detenga? –en definitiva era la voz de Shayla, pero si agudizaba el oído podía escucharse una segunda–. Tu mente no dice lo mismo, puedo verlo. La deseas, ¡Aunque sea una mocosa! –una risa más estridente que la anterior le dañó los oídos–. Puedo ver todo lo que tratas de ocultar aquí –un dedo rígido como la roca le acarició la sien derecha.

      Se había metido en el lío más peligroso de toda su vida. La criatura le tomó las manos y las colocó sobre los pechos de ella, él intentó apartarse y recibió un golpe de revés que por poco no lo hizo desmayarse. Pronto el sabor metálico de la sangre le inundó la boca, si creía que ya tenía bastante con los golpes estaba equivocado. Su mente trabajaba en dos planos diferentes, una parte le impulsaba a continuar pensando en un plan de supervivencia, la otra recitaba una y otra vez las palabras mágicas que antes habían funcionado para ganar tiempo. Esto último enfureció al demonio, el cual lanzó otro golpe. Tras una lucha inútil por evitar que volviera a absorberle la energía, se quedó inmóvil y permitió que hiciera lo que deseara. Con los ojos cerrados, percibió cómo un par de puertas se abría en los confines más oscuros de su mente.

      Su tormento personal duró una eternidad, y los sonidos quedaron grabados a fuego en su mente. Apenas le quedaron fuerzas para pensar en lo que vendría. Lo que más le hería era la pérdida, las consecuencias, lo inevitable. Con la llegada de la luz la criatura pareció debilitarse hasta desaparecer, y exhausto como se encontraba reunió el coraje necesario para buscar algo con qué amarrar el cuerpo de Shayla. Tenía que hacerlo por su propio bien o no sobreviviría para contarlo. Ella permaneció inconsciente durante el resto del día. Tras volver a enviar un mensaje urgente a Elwinda, se quedó sentado a los pies de la cama sin poder dejar de observarla. Lo trastornaba profundamente la idea de perderla para siempre.

      La llegada de la noche trajo un nuevo episodio demoníaco mitigado por las amarras de cuero hechizadas. Mientras la criatura le exigía a gritos que la liberara, él cerró los ojos preguntándose en dónde estaría su salvadora.

       VIII

      A Elwinda le fascinaban todos los Sanguine de su hermano. Adoraba su inocencia, eran seres libres de cualquier tipo de maldad. Quería motivarlos a aprender cosas nuevas, a desarrollar pensamientos propios, enseñarles a cuestionárselo todo. En especial le interesaba Lennox. Además de ser la primera Sanguine hembra que conocía, era una criatura hermosa e inteligente. Su cabello era más suave que el de Drystan, sus ojos expresaban una perfecta mezcla de curiosidad y miedo. Observarla resultaba placentero, incluso la hacía dudar de su propia curiosidad científica, ¿Era deseo lo que suscitaba en ella cuándo sus miradas se encontraban? Quería investigarla a fondo.

      Los Sanguine adultos eran fantásticos y había mucho material por explorar, ¿Cómo sería la composición sus cuerpos? ¿Habían sido creados a partir de materia orgánica humana o animal? ¿Qué había con la materia mágica? ¿Sentirían deseo sexual? No se reproducían como los humanos, no lo necesitaban, sin embargo las dudas estaban allí punzándole el cerebro. Gracias a la mano del mago utilizada para crear a Drystan, este tenía un cuerpo similar al de su especie. En cambio, las criaturas de Dylen continuaban siendo un misterio.

      Por otro lado estaba el asunto mágico. Esa noche se dirigió en su busca con el mazo de Cartas del tiempo al bolsillo. Todas las criaturas vivas tenían un destino y ella moría por saber qué le dirían las cartas que eligiera. Su libreta de notas estaba repleta de preguntas cuyas respuestas hallaría esa misma noche. La encontró preparando el té para el idiota de su hermano. Estaba espléndida como siempre. Se había cepillado el cabello y lucía un vestido precioso con motivos florales en la falda, la prenda denotaba quién era la favorita de su hermano. Sus manos de dedos finos y pálidos eran preciosas, con solo echarles un vistazo sintió que su corazón volvía a latir rápido. Era como un hechizo, efectivo y directo. Se acercó a ella a paso firme, con Drystan pisándole los talones. Enseguida lo envió a él con la bandeja del té y le indicó que luego se fuera a dormir. Ella estaría ocupada con asuntos personales, se le uniría más tarde. Cuándo Drystan desapareció por la parte superior de la escalera, la abordó con una pregunta, ¿Alguna vez su hermano le había permitido conocer el mundo?