Ambos estaban de pie junto a la chimenea, tomados de la mano.
—Atención, atención —dijo Jeremy.
Todos los hermanos y sus esposas, además de Lily, estaban reunidos en el gran salón del Orgullo de Molly para celebrar la llegada del bebé. Podrían haber invitado todavía a más familiares, pero Isabella había convencido a J.R. para que fuera algo íntimo.
—Ya tendremos ocasión de celebrarlo por todo lo alto cuando vuelva tu padre —le había dicho.
Deanna se alegraba de ver juntos a casi todos los miembros de las familias Fortune y Mendoza, pero, a juzgar por las caras que tenían algunos, sobre todo Drew, era fácil ver que no creían que ese día pudiera llegar. William Fortune llevaba ya casi dos semanas desaparecido.
Drew no le había dicho nada más después de aquella noche en el Red, ni tampoco había hecho o intentado nada. Deanna se debatía entre el deseo de ofrecerle consuelo y el miedo de dejarse seducir.
Al final, no obstante, siempre le trataba de forma esquiva cada vez que estaban juntos, pero esas ocasiones, afortunadamente, eran cada vez más escasas. Él se ausentaba con frecuencia para seguir diferentes pistas sobre su padre.
En ese momento pasó Nick con otra botella de vino. Deanna levantó su propia copa, que todavía estaba llena, y sacudió la cabeza. Todo el mundo tenía una copa, incluso Isabella, aunque la suya estaba llena de zumo de fruta.
Bethany se sentó en el butacón más próximo a Deanna.
—Darr me dijo que fuiste con Drew y con Ross a ver el coche —le dijo, bajando la voz y mirando a Lily con disimulo, que estaba de pie cerca de la ventana, junto a Jeremy y a Drew—. Yo creo que no hubiera podido soportar verlo. Debió de ser muy desagradable.
—Lo fue —dijo Deanna—. El… el coche está en un sitio muy apartado —añadió, tratando de concentrarse en la conversación, sin mucho éxito.
Sus pensamientos no hacían más que irse hacia el objeto de sus deseos, que en ese momento tenía una expresión sombría y pensativa. Su copa de vino ya estaba medio vacía.
En ese instante se les unió Charlene, sentándose en uno de los reposabrazos del butacón. Evidentemente las había oído hablar.
—Los chicos van a volver mañana. Van a ir equipados para escalar, y así podrán hacer una búsqueda más exhaustiva. Quieren llegar a las zonas donde no llegaron los perros.
Deanna buscó a Drew con la mirada una vez más. Llevaba una camisa color crema que no era suya y unos vaqueros azules. Llevaba todo el cabello peinado hacia atrás en un estilo serio. Incluso a esa distancia, ella podía apreciar su mirada circunspecta y profunda.
No podía ni imaginárselos allí de nuevo, buscando evidencias. Seguramente, Drew ni querría volver al lugar del accidente. Si encontraban a William en una zona de difícil acceso, probablemente no lo encontrarían vivo. Bethany y Charlene debían de pensar lo mismo porque ninguna de las dos insistió en el tema. En vez de eso, miraron a J.R., que abrazaba a su esposa con cariño.
—Me encanta la idea de que vaya a haber otro bebé en la familia —dijo Charlene de repente, sonriendo. Era evidente que estaba empeñada en encontrar un tema de conversación más agradable—. Sobre todo si no es mío.
—A mí no me importaría —dijo Bethany, riendo—. Aunque quizá sea mejor esperar a que Randi pase de los dos años. Está en una edad muy difícil. ¿Y tú, Deanna? ¿Drew y tú estáis pensando en tener niños rápido o preferís esperar?
Sorprendida, Deanna apartó la vista de Drew bruscamente, pero no fue capaz de contestarle nada a la joven.
—Conociendo a Drew, supongo que querrá esperar un poco —dijo Charlene, aparentemente ajena a la incomodidad de Deanna.
—Pero… —dijo Bethany, asintiendo—. Todos pensábamos que Drew iba a posponer eternamente lo de casarse, y mira. Por lo visto, no sabíamos tanto como pensábamos, así que… —se volvió hacia Deanna de nuevo.
—A mí… A mí me gustaría tener niños —logró decir Deanna por fin. Debía tener las mejillas como dos hierros al rojo vivo.
—Pero no ahora mismo —dijo Bethany, terminándole la frase con entusiasmo.
—Al principio es fácil acostumbrarse a la vida de casado —dijo Charlene—. Ya sabes…
Deanna sonrió vagamente y las otras dos mujeres se rieron.
—¿Os importa si os robo a mi prometida un momento? —de repente Drew apareció ante ellas, inclinándose por detrás del butacón.
Deanna se incorporó rápidamente y se alisó la falda que le había prestado Isabella. No sabía qué quería él, pero casi agradecía la interrupción. No obstante, en cuanto él la tomó de la mano y la condujo fuera del salón, empezó a sentir una bola de miedo en el estómago. No era miedo de él, sino expectación y esperanza. Desde aquel día en el restaurante de los Mendoza, no había vuelto a tocarla, ni tampoco había cambiado los hábitos en lo referido a compartir la cama.
La condujo por la casa sin decir ni una palabra. Sólo se detuvo un momento en el cuarto de la lavadora para tomar una chaqueta de un perchero cercano a la puerta de atrás.
—Hace frío —le dijo. La soltó por fin y le puso la chaqueta antes de salir afuera.
Deanna sentía que los dientes le iban a empezar a castañetear, pero no era la brisa nocturna la causante. No obstante, consiguió ponerse el abrigo de punto sin armar mucho lío.
—¿Qué sucede?
—Nada. Sólo necesitaba respirar un poco —le dijo él, agarrándole las solapas de la chaqueta y cerrándole más el abrigo por debajo de la barbilla—. Viendo la cara que tenías ahí dentro, pensé que a ti también te haría falta —bajó los peldaños y se alejó de la casa y de la luz—. ¿De qué estabais hablando?
—Querían saber… —Deanna se mordió el labio—. Si estábamos pensando en tener niños pronto o no —le dijo finalmente, esperando que la oscuridad escondiera sus mejillas sonrojadas.
—¿Y tú qué les dijiste? —le preguntó él, mirándola con cara de estupefacción.
—¿Qué importancia tiene? Nada es real.
—Bueno, siento curiosidad.
Ella levantó las manos y resopló.
—Muy bien. Les dije la verdad. Les dije que sí, que me gustaría tener niños algún día. Obviamente, no hablaba por ti —una de las botas de tacón bajo que le había prestado Isabella se le hundió en la tierra y Drew la agarró del hombro de inmediato, manteniéndola en equilibrio.
—Cuidado.
—Gracias —le dijo ella y continuó andando, sintiendo un gran alivio cuando él apartó la mano—. ¿De qué estabais hablando Jeremy y tú con Lily?
—¿Te importa mucho?
—A lo mejor siento curiosidad —le dijo ella.
—Me estaba disculpando con ella —dijo Drew, soltando el aliento bruscamente—. Por mi comportamiento cuando se comprometió con mi padre.
—¿Te disculpaste? —le preguntó ella, deteniéndose en seco.
—¿Acaso me crees incapaz de hacerlo o algo así? —le preguntó él, parándose también.
—No. Claro que no. Sólo me ha…
—¿Sorprendido?
—Sí. Pero también me alegra.
Él guardó silencio un momento.
—Me dijo que sin duda hubiera significado mucho para mi padre que todos estemos aquí en Red Rock, apoyándola —hizo una pequeña mueca con los labios—. Me dijo que nos quería mucho a