SUMARIO
La medición de la respuesta de un sistema se puede definir en términos físicos como fuerza, potencia y trabajo. En teoría, cada célula muscular puede clasificarse en una categoría de acuerdo con sus valores específicos en cada uno de estos parámetros fisiológicos. Además, cada célula muscular puede describirse a partir de sus potenciales específicos de energía aeróbica y anaeróbica. No obstante, en la práctica, las mediciones se llevan a cabo en un músculo o grupo muscular determinados que actúan sobre una o dos articulaciones. Por consiguiente, el cálculo de la respuesta física del músculo (y del potencial de energía) también debe tomar en consideración el factor mecánico implicado. En las pruebas que requieren respuestas de fuerza y potencia, la posición corporal y el ángulo de la articulación deben estar rigurosamente estandarizados para que el resultado de la prueba sea una medida del músculo o de los grupos musculares en cuestión.
En este tipo de pruebas, la actividad contráctil del músculo debe ser más bien breve, permitiendo de este modo que la energía sea suministrada exclusivamente por los compuestos de alta energía. Durante el rendimiento voluntario de esta naturaleza, la fuerza, la potencia, o ambas, reflejan la suma de la actividad contráctil muscular durante la prueba. Esta cantidad puede reflejar, además del número de elementos contráctiles en el músculo (fibras musculares), el patrón de reclutamiento neural y el ritmo al que la división del ATP puede suministrar energía.
A pesar de que, en teoría, la medición del potencial de energía debería ser estandarizada para la medición de músculos específicos, por regla general, aún no se ha llevado a cabo esta tarea. Habitualmente, se utilizan grupos musculares (en especial los de locomoción) para evaluar las capacidades aeróbica y anaeróbica. En el caso del sistema aeróbico, se ha utilizado casi exclusivamente la medición de la potencia aeróbica. Este tipo de pruebas se centran en grupos musculares importantes (por ejemplo, los que intervienen en atletismo, ciclismo y natación) y miden directamente la cantidad máxima de oxígeno utilizada por unidad de tiempo (ver capítulo 4).
De forma similar, la medición de las características de la energía aeróbica no ha sido, generalmente, restringida a grupos musculares aislados sino que se ha calculado por medio de pruebas basadas en el rendimiento que implican la coordinación de una serie de músculos y articulaciones. Los resultados obtenidos deben interpretarse de acuerdo con esto.
En conclusión, el cálculo de fuerza, potencia o potencial de energía depende de una cautelosa estandarización de los protocolos de evaluación, que debe estar basada en criterios verificados objetiva y científicamente. Puesto que la mayor parte de estos parámetros son específicos a los músculos, deben interpretarse con cuidado cuando son evaluados en el contexto de la puesta en práctica de un deporte específico. Sin duda alguna, el grado de validez de una prueba dependerá de la capacidad de la misma para simular los movimientos específicos al deporte. El desarrollo de las pruebas debe entenderse como un proceso continuo, y su perfeccionamiento sólo se podrá lograr a través de un diálogo constante entre el científico, el entrenador y el deportista.
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