—Alguien me noqueó antes de que pudiera terminar la tarea. —La vergüenza lo recorrió e hizo que se sonrojara.
Nik susurró una maldición mientras Felicity tomaba las manos de Whit en las suyas, apretándolas con fuerza.
—¿Estás bien? —Luego se dirigió al médico—. ¿Está bien?
—A mí me parece que sí.
—Su gran interés en la Medicina nunca deja de impresionarme, doctor. —Felicity miró al médico entrecerrando los ojos.
—Está de pie ante usted, ¿no es así? —El doctor se quitó las gafas y las limpió.
—Supongo que sí —suspiró ella.
—Pues entonces… —concluyó, saliendo de la habitación.
—Es un hombre realmente extraño. —Felicity se volvió hacia Whit—. ¿Qué ha pasado?
—¿Y Dinuka? —Whit ignoró la pregunta y, en su lugar, miró a Nik, que estaba al otro lado de la habitación. Whit había enviado al joven a por la caballería—. ¿Está a salvo?
—Se libró de un balazo, pero no creo que le dispararan a dar. Hizo lo que le dijeron. Vino corriendo a por la caballería —contestó Nik mientras asentía.
—Buen chico —dijo Whit—. ¿La carga?
—Perdida antes de que pudiéramos rastrearla. —Nik sacudió la cabeza.
—Junto con mis cuchillos. —Whit se pasó una mano por el pecho, donde echaba de menos la funda de que los acogía.
—¿Quién fue? —Diablo se volvió hacia él.
—No puedo estar seguro. —Whit se encontró con los ojos de su hermano.
—Pero tienes una sospecha… —comentó Diablo sin dudar.
—Mis tripas me dicen que es Ewan.
No usaba su nombre actual, Ewan era ahora Robert, duque de Marwick, su medio hermano y el que fuera prometido de Felicity. Había dejado a Diablo al borde de la muerte tres meses antes y luego había desaparecido; lo que había obligado a Grace a esconderse hasta que lo encontraran. Los robos se detuvieron después de que Ewan desapareciera, pero Whit no podía ignorar la sensación de que había regresado. Y quería responsabilizarlo por lo de Jamie.
Pero…
—Ewan no te habría dejado inconsciente —dijo Diablo—. Habría hecho cosas mucho peores.
—Tiene a dos tipos trabajando para él. Al menos son dos. —Bestia sacudió la cabeza.
—¿Quiénes?
—Estoy a punto de saberlo —dijo. Ella se lo diría muy pronto.
¿Tiene algo que ver con la joven de Shelton Street?
Whit clavó los ojos en Nik tan pronto como pronunció aquellas palabras.
—¿Qué?
—¡Ah, sí! La mujer. También nosotros nos enteramos de eso —dijo Diablo—. Aparentemente te tiraron de un carruaje ante un grupo de borrachos y luego siguieron a lo que Brixton calificó como… —Sonrió a su esposa—. ¿Cómo era, amor?
—Una señoritinga. —La boca de Felicity se retorció en una irónica sonrisa.
—¡Ah, sí! Escuché que seguiste a una dama al burdel de Grace.
Whit no respondió.
—Y que entraste —añadió Nik.
«¡Joder!».
—¿No tienes nada qué hacer? Todavía gestionamos un negocio o dos, ¿no? —dijo Whit mirando a la noruega.
—Conseguiré la información de los muchachos —replicó Nik, encogiéndose de hombros.
Whit frunció el ceño, fingiendo no darse cuenta de que ella pasaba la mano por la frente de Jamie y susurraba unas palabras de ánimo al chico antes de despedirse.
—¿Y nosotros vamos a tener que conseguir también la información por medio de los muchachos? —intervino Felicity tras un largo silencio.
—Ya tengo una hermana preguntona.
—Sí, pero como ella no está aquí, debo representarnos a las dos. —Felicity sonrió.
—Me desperté en un carruaje, con una mujer —dijo él, frunciendo el ceño.
—Y asumo que no ocurrió de la excelente manera que tal escenario indica. —Diablo arqueó las cejas.
Había sido el beso más ardiente que Whit había recibido, pero eso no lo sabía su hermano.
—Cuando salí del carruaje…
—Oímos que te empujaron —puntualizó Felicity.
—Fue mutuo —murmuró en un pequeño gruñido.
—Mutuo… —repitió Felicity—, pero a ti te lanzaron desde el carruaje.
Dios lo librara de hermanas entrometidas.
—Cuando salí del carruaje —insistió—, se dirigía hacia lo más profundo del Garden. La seguí.
—¿Quién es? —preguntó Diablo.
Whit se quedó callado.
—¡Dios, Whit!, sabes el nombre de la señoritinga, ¿no?
—Hattie. —Se volvió hacia Felicity.
Tener una cuñada que una vez fue miembro de la aristocracia estaba muy bien a veces, en particular cuando necesitaban averiguar el nombre de una noble.
—¿Solterona?
No era el primer adjetivo que le venía a la mente para describirla.
—¿Muy alta? ¿Rubia? —Felicity continuó presionándolo.
Asintió con la cabeza.
—¿Voluptuosa?
La pregunta trajo de vuelta el recuerdo de los declives y valles de sus curvas. Lanzó un gruñido de asentimiento.
—Vaya. —Felicity se volvió hacia Diablo.
—Mmm… —dijo Diablo—. Ya volveremos a eso. ¿Sabes quién es la mujer?
—Hattie es un nombre bastante común.
—¿Pero…?
—Henrietta Sedley es la hija del conde de Cheadle. —Miró a Whit y luego a su marido.
La verdad golpeó a Whit junto con el triunfante placer de la revelación