–Pero tú tienes un plan, conozco ese tono de voz –le dijo Emily–. No han pasado ni veinticuatro horas desde que estuviste allí, y ya tienes algo en mente –trabajar para ella podía ser bastante exasperante, pero la ayudaba a sobrellevarlo el hecho de saber que era una mujer de corazón generoso.
–Por supuesto que sí, pero voy a necesitar tu ayuda. ¿Cuándo puedes venir?
Emily recordó lo que le había prometido a Boone. No podía marcharse en un par de días como mínimo, ni siquiera por Sophia.
–A mediados de la semana que viene –contestó al fin.
–¡Tiene que ser antes! Que sea el lunes, ya he concertado una cita para las dos.
–Es demasiado pronto, no sé si voy a poder dejarlo todo listo aquí en tan poco tiempo.
–El lunes –insistió Sophia–. No es por mí, es por todas esas mujeres que necesitan nuestra ayuda.
–Anda, explícame lo que tienes pensado hacer.
Era consciente de que no tenía escapatoria. Si Sophia quería que estuviera allí el lunes, iba a tener que ingeniárselas para ir. Además de ser su principal clienta, aquella mujer estaba convirtiéndose poco a poco en una amiga. Cualquiera de las dos cosas habría bastado para convencerla de que fuera, pero las dos juntas no le dejaban alternativa.
–He encontrado una casa con potencial para albergar a más mujeres –le contestó Sophia, complacida consigo misma–. He hablado con los miembros de la junta, y ya está todo listo para poner en marcha el proyecto. El problema es que hay que hacer algunos arreglillos en la casa, y ahí es donde entras tú. Espero que puedas tirar de algunos hilos para conseguir rápido tanto materiales como muebles. No tenemos demasiado tiempo, el objetivo es que algunas de esas mujeres puedan alojarse allí antes de Acción de Gracias.
–¿Tan pronto? ¡Es imposible, Sophia!
–No hay nada imposible cuando uno lo desea con todas sus fuerzas. Todo el mundo debería poder pasar Acción de Gracias en un lugar donde se sienta a salvo, sobre todo las madres solteras. Ya estoy trabajando con las donaciones de pavos, y mi proveedor de comida ha accedido a servir un verdadero festín.
–Claro –casi nadie, incluyéndola a ella, se atrevía a negarle algo a Sophia.
–¿Qué me dices?, ¿cuento contigo?
–Claro que sí. ¿A qué hora es la cita?
–A las diez de la mañana… pero, como mucho, podría pasarla a la tarde.
Emily repasó mentalmente los horarios de los vuelos que había consultado antes del último viaje que había hecho.
–Intenta pasarla a las tres de la tarde, yo creo que así me dará tiempo de llegar a tu casa; si llego tarde, te llamaré para que me des la dirección de ese sitio y nos veremos allí.
–Eres un ángel, Emily.
–No, ni por asomo, pero estoy en deuda contigo por todos los trabajos que he conseguido gracias a ti. Si esto es importante para ti, también lo es para mí.
Sophia vaciló por un momento antes de admitir:
–La verdad es que esperaba que reaccionaras con un poco más de entusiasmo. ¿Hay alguna razón por la que quieras quedarte en ese sitio, aparte de lo de tu familia?
Era la pregunta más personal que Sophia le había hecho hasta la fecha; aunque estaba claro que le tenía aprecio, solía centrarse en los negocios. Que le preguntara algo así era una muestra más de la amistad creciente que había entre ellas.
–Es que tengo que encargarme de un par de cosas, pero ya me las apañaré.
Había optado por contestar de forma evasiva, porque creyó que sería mejor que la conversación siguiera siendo estrictamente profesional… aunque quizás, en el fondo, no quería que otra persona más se permitiera el lujo de opinar sobre su vida privada.
–En ese caso, nos vemos el lunes en mi casa a eso de las dos. Con el tráfico que hay a esas horas, puede que tardemos una hora en llegar a la casa que te he comentado. No hace falta que te diga que la dirección no puede hacerse pública, ¿verdad?
–No, no te preocupes.
Sabía que, en el caso de algunas de aquellas mujeres, tanto su vida como la de sus hijos dependían de encontrar un refugio donde nadie pudiera encontrarlas. Cualquier pequeño fallo podía tener consecuencias trágicas.
La implicación de Sophia en aquella causa había contribuido a que muchas de aquellas mujeres lograran reconstruir su vida. Las fiestas, las galas y las cenas eran algo más que el frívolo entretenimiento de alguien con demasiado tiempo y dinero en sus manos.
–Lo que estás haciendo es fantástico, Sophia. Gracias por permitir que yo ponga mi granito de arena.
–No será un mero granito, querida –le contestó, con una carcajada–. Cuento con que dones tu tiempo y nos ahorres un montón de dinero. Espero que pongas a trabajar tu gran creatividad y crees algo cálido y maravilloso con un presupuesto limitado. Hay una sala en concreto que está hecha un desastre, pero quiero convertirla en un fabuloso cuarto de juegos para los niños. Ya me lo estoy imaginando.
–Haré todo lo que pueda.
Suspiró con resignación cuando la llamada terminó, y empezó a pensar en lo que iba a decirle a Boone para convencerle de que no estaba empezando a incumplir ya su promesa de implicarse al cien por cien en su relación con él.
Capítulo 13
Boone estaba a punto de llamar a Emily para invitarla a salir aquella noche cuando su móvil empezó a sonar, y al ver la pantalla vio que ella se le había adelantado.
–Qué casualidad, estaba a punto de llamarte.
–¿Ah, sí? Tú primero.
–¿Te apetece salir a cenar esta noche? Ya es hora de que pruebes la comida de mi restaurante, no has ido nunca. El interior está en obras, pero podrás hacerte una idea. Será agradable cenar en la terraza. ¿Qué te parece la idea?
–Perfecta, me encantaría ir.
–No empezarás a decirme cómo tengo que redecorarlo, ¿verdad? Ya sé que esa es una costumbre que tienes muy arraigada.
–Qué gracioso. Seguro que es un sitio muy bonito, a pesar de las reparaciones. Tanto la abuela como Jerry dicen que se come de maravilla, estoy deseando ver el menú.
–¿Te parece bien si paso a recogerte por tu casa a eso de las seis y media? Así tendré tiempo de dejar a B.J. en casa de Alex.
–¿Va a quedarse a dormir allí?
Lo dijo tan esperanzada, que Boone se echó a reír antes de afirmar:
–Sí.
–¿Dónde vamos a dormir nosotros?
–Supongo que depende de cómo va todo.
–No me tientes, Dorsett.
Él se echó a reír de nuevo, ya que ella no se molestó en ocultar la frustración que sentía.
–Has sido tú la que me ha llamado. ¿Querías decirme algo, o solo querías oír el sonido de mi voz?
Ella vaciló antes de contestar:
–Será mejor que lo dejemos para esta noche, prefiero que hablemos del tema cara a cara.
Boone sintió que le daba un vuelco el corazón, y le dijo con cautela:
–Eso no suena demasiado bien, quizás sería mejor que me lo dijeras ya.
–No, prefiero dejarlo para esta noche. Nos vemos a las seis y media, me pondré algo bonito para dejarte sin aliento.
Boone