Visión del desempeño profesional del médico
Los profesionales de ciencias de la salud son considerados los que en su práctica son más humanos, entendiendo esto último como sensibles, que perciben el dolor y tienen empatía por las vivencias y sufrimientos de sus congéneres. Sin embargo, las necesidades actuales de un estatus social y de logros económicos llevan a que la relación que existe entre el que brindaba la atención a la salud y el doliente se pierda, y ahora se trate al paciente como un usuario de la salud, que se estudia y analiza como un objeto; no se percibe su dolor o padecimiento, y pasa a formar parte de un dato estadístico que cubre los requerimientos de cuota de atención o gasto económico. Esta relación médico-paciente se transmite a los estudiantes a través de un currículo oculto que influirá en el trato que en un futuro el profesional de la salud en formación proporcionará a los pacientes, lo que propaga una falta de solidaridad y empatía hacia la población.
El profesional que antaño brindaba atención para la salud, se comprometía con el doliente y la familia para proporcionales cuidados en forma responsable. Ahora es sustituido por los nuevos sistemas de salud o los intereses de los que practican las ciencias de la salud. Esto impide que haya vínculos de atención o seguimiento del paciente, que antes eran continuos por largos periodos de vida, y ahora se transforman en transitorios, de una visita de atención inmediata, que transcurren a partir del interés individual de obtener algo tangible, comercial o que les otorgue un estatus social (Bauman, 2005).
Sociedad y ciencia
Más allá de las preguntas filosóficas de la existencia misma, el estudiante o profesional en ciencias de la salud debe construir las preguntas que cuestionan su entorno académico o laboral sobre el proceso salud-enfermedad, incluyendo el alcance del modelo de atención y de la terapéutica, sin olvidarse de otros aspectos como las vivencias cotidianas del sujeto que busca bienestar y salud.
Estos cuestionamientos pueden también dirigirse a los descubrimientos, innovaciones y su trascendencia. Se puede tomar como ejemplo el gran logro científico en salud reciente del nuevo tratamiento para hepatitis C, el Sofosbuvir®, cuyo elevado costo obliga a plantearse las siguientes interrogantes: ¿Podrá llegar a la mayoría de la población que lo necesita? ¿Con el avance de la ciencia se logra la curación para todos? ¿Su calidad de vida mejora con este descubrimiento? Otro ejemplo de interrogantes se pueden realizar analizando los modelos probabilísticos y estadísticos aprendidos en las universidades para declarar un conocimiento como cierto, lo que lleva a plantear lo siguiente: ¿Son las únicas verdades que requiere la salud? ¿Es la probabilidad la que encamina la ciencia o es nuestra intervención la que le da sentido? Asimismo, no menos importante es hacer cuestionamientos sobre la vida cotidiana, por ejemplo: ¿Cómo hacemos el bien? ¿Cómo proporcionamos salud? ¿Es posible otorgar salud?, ¿Nuestra familia tiene acceso a la salud? Estas dudas son una reducida muestra para reflexionar y contextualizar el devenir histórico-filosófico en salud.
Sin embargo, todas estas interrogantes en la sociedad y en los universitarios de ahora se deben favorecer y propiciar. En esta era de las tecnologías de la comunicación, con información procesada y encaminada al consumismo, se mantiene ocupados a los individuos en redes sociales, sin dar tiempo y espacio para detenerse a observar, reflexionar y procesar la metacognición y el desarrollo del pensamiento crítico.
La ciencia está íntimamente relacionada con la sociedad. Entre otras grandes aportaciones al respecto, Ziman (1978) argumenta la responsabilidad social que tiene el científico con la ciencia que se produce, afirmando que no cualquier individuo puede ser científico; se requiere una capacitación y profesionalización para hacer ciencia, y para que la ciencia sea aceptada debe ser reconocida por los pares. Asimismo, la población que necesita la salud cree sin dudarlo lo que el científico dice que es bueno para la salud y sin tener capacidad de discernir o cuestionar su valor.
Conclusión
Ahora el docente en ciencias de la salud requiere una visión de la enseñanza que esté a la vanguardia de la originalidad, la frontera del conocimiento, el transcurrir de lo teórico a lo metabólico y a la utilidad práctica a la llamada ahora medicina traslacional, a la terapia genética, la era de la robótica, los dispositivos de seguimiento o su aplicación en la curación de la enfermedad.
Los nuevos planes de estudio deberán programar unidades de aprendizaje que de forma horizontal permeen en la curricular el conocimiento traslacional, pero no como un componente memorístico, sino como un proceso de incorporar en los estudiantes de ciencias de la salud la inmersión en un proceso primero analítico, discusivo y creativo que lleve al estudiante a realizar aportaciones a la salud de frontera, sobre todo buscando que la oportunidad de recibir la atención de salud sea para todos.
Ahora la ciencia debe trabajar de la mano con una educación que fomente la capacidad crítica y autocrítica, que permita la transformación social, así como reflexionar qué, cómo y, sobre todo, para qué lo hacemos. Debemos fomentar una conducta liberadora y crítica que evite el sufrimiento y el dolor, siendo interlocutores de las instituciones para convencerlas de lograr, más que beneficios económicos y tecnológicos, el bienestar social y humano.
Referencias
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