Desgraciadamente, lo que estaba ocurriendo entre Paul y ella en aquellos instantes no era solo una bomba emocional que estaba a punto de explotar. El modo en el que su madre y su tía le habían dado la bienvenida a la familia la había afectado de un modo que no había esperado. A pesar de que se sentía culpable por el fraude que estaban haciendo, el amor que todos ellos habían mostrado por la niña perdida había hecho que Lia se preguntara cómo la recibirían a ella si alguna vez se pusiera en contacto con la familia que su madre había dejado en Seattle.
Jen Marsh se había marchado poco después de terminar la secundaria y no había vuelto a mirar atrás. El hecho de que jamás se quedara mucho tiempo en un lugar significaba que rara vez formaba vínculos duraderos. Y lo mismo le ocurría a Lia.
Aunque no había disfrutado nunca de apoyo de una familia, en ocasiones Lia añoraba pertenecer a una. En realidad, no se imaginaba pertenecer a una familia tan grande y unida como los Watts. La realidad era que muy pronto estaría viviendo entre ellos y que todos esperarían que compartiera detalles de su vida. Jen Marsh se había tomado muchas molestias para escapar de su pasado y crear una vida anónima para Lia y ella. Si Paul seguía escarbando en su pasado, podría poner todo aquello en peligro. ¿Le interesaría a alguien la historia sobre la nieta de un estafador tres décadas después de que él ingresara en la cárcel? Lo dudaba, pero para estar segura, sería mejor que evitara la atención pública en las próximas dos semanas.
Después de parar brevemente en su apartamento para que ella pudiera recoger su limitado guardarropa, Paul la llevó directamente a la casa de Grady. Constance los estaba esperando y la condujo a la planta superior, donde estaban los dormitorios, explicándole la historia de la casa al mismo tiempo.
–Fue construida en 1804 por Jacob Birch y sus descendientes vivieron aquí hasta 1898, cuando la compró Theodore Watts. La casa es propiedad de la familia Watts desde entonces.
–Vaya, eso es mucho tiempo. ¿Y aquí solo vive Grady?
–Grady lleva solo aquí desde que perdió a su esposa a finales de los años sesenta –añadió Paul–, pero las gemelas Shaw viven en la casa del guardés y yo paso las noches en los antiguos establos de vez en cuanto. Con más frecuencia desde que tuvo el ictus.
–Debe de gustarle teneros a todos tan cerca…
–Las dos chicas están tan ocupadas con sus estudios y vidas sociales que por eso es maravilloso que te alojes aquí con Grady. ¿Te has traído traje de baño? La piscina se arregló hace poco. Este era el dormitorio de tu madre –le dijo Constance mientras la llevaba a una habitación que quedaba justo enfrente de la de Grady–. Es la mejor habitación, después de la suite de Grady.
–¡Vaya!
La enorme y luminosa estancia daba a los jardines. Lia contempló los enormes ventanales, la maravillosa cama y el enorme armario acristalado que dominaba una pared entera. Incluso con los dos disfraces de princesa que ella tenía, Lia sabía que su ropa no ocuparía ni la mitad de aquel espacio.
–Parece que te gusta –comentó Constance encantada.
–Nunca he estado en un dormitorio tan grande ni tan bonito –dijo Lia–. Es mucho más grande de a lo que yo estoy acostumbrada.
Lia era minimalista tanto por deseo como por necesidad. Necesitaba muy pocas cosas porque el hecho de vivir en una caravana en la que viajaba por todo el país la había acostumbrado a vivir tan solo con lo esencial. La única excepción era su cada vez más amplia colección de disfraces de princesa. Sin embargo, en el momento en el que había entrado en aquel dormitorio se había quedado atónita, no solo por el lujo y comodidad del dormitorio, sino también por el hecho de contar con un cuarto de baño que era mayor que su propia caravana. Se imaginó dándose un largo baño en la maravillosa bañera, pero, entonces, la realidad se volvió a apoderar de ella. No estaba de vacaciones. Dentro de un par de semanas, volvería a estar con Misty en la carretera.
–Acostúmbrate –le aconsejó Constance–. Vas a estar con nosotros mucho tiempo…
Lia sintió que se le hacía un nudo en la garganta. La familia Watts era totalmente opuesta a la actitud que tenía su madre hacia la familia.
–Paul, ¿puedes ir a buscar a Cory para decirle que tiene que subir el resto de las cosas de Lia?
–Esto es todo lo que tiene –respondió Paul mientras colocaba las cajas con los disfraces encima de la cama.
–¿Qué quieres decir? –preguntó Constance mirando las cajas y la pequeña bolsa de viaje de Lia–. ¿Cómo es posible?
–No tengo mucho sitio en mi caravana –explicó Lia–. Y tampoco necesito muchas cosas.
–Eso era en tu vida de antes. Ahora eres una Watts y deberías vestirte como tal –comentó Constance mientras miraba las mallas de yoga y la camiseta que Lia llevaba puestas–. Tenemos que comprarte ropa nueva. Las gemelas te pueden enseñar sus boutiques favoritas.
–No hay necesidad –comentó Lia mirando a Paul con cautela–. Estoy segura de que Poppy y Dallas están demasiado ocupadas para llevarme de compras. Además, solo voy a estar aquí un par de semanas.
–Tonterías. Tienes que quedarte más tiempo. Por ti, Grady se está poniendo mejor a cada día que pasa. No hay necesidad de que estés metida en la casa todo el tiempo. Las gemelas y Ethan te pueden llevar por ahí para que conozcas a sus amigos. Tengo varios eventos en las próximas dos semanas a los que todos vamos a asistir. Cuando se corra la palabra, todo Charleston estará deseando conocerte.
Mientras Constance hablaba, la ansiedad de Lia iba cada vez más en aumento. Recurrió en silencio a Paul, pero él permaneció en silencio. Lia frunció el ceño al darse cuenta de que su actitud era deliberada. No quería prestar ayuda para demostrar lo alocado que era el plan de Ethan. Como si Lia necesitara que se lo mostrara.
–En estos momentos, me siento verdaderamente abrumada –protestó Lia–. No estoy acostumbrada a tanta atención. Si no te importa, me gustaría centrarme en conseguir que Grady se ponga mejor.
–Sí, claro, por supuesto –dijo Constance algo sorprendida y un poco avergonzada–. Supongo que me he emocionado un poco. Estamos tan contentos de tenerte en casa…
Por fin, Paul pareció apiadarse de Lia.
–Mamá, ¿por qué no la dejamos a solas para que deshaga su maleta?
La mirada de agradecimiento que ella le dedicó solo consiguió que él frunciera el ceño. Ciertamente, no había manera de caerle en gracia.
–Por supuesto –dijo Constance–. Reúnete con nosotros abajo cuando hayas terminado. ¡Ah! Casi se me había olvidado –añadió cuando estaba a punto de marcharse–. Hay un pequeño regalo de bienvenida para ti en la mesilla de noche.
La primera reacción de Lia fue mirar a Paul y luego protestar porque ella no necesitaba regalos.
Cuando por fin se quedó a solas, comenzó a colocar en los cajones de la cómoda sus escasas pertenencias. Entonces, sucumbió a la curiosidad para ver qué era el regalo. Un estuche pequeño y aplastado esta sobre la cómoda junto a nota escrita en una elegante hoja de papel.
Esto perteneció a tu abuela. Pensamos que deberías tenerlo tú. Constance.
Lia retiró la cinta del estuche y lo abrió. Sobre terciopelo negro, había un relicario muy antiguo. Sintió que se le hacía un nudo en el corazón cuando lo abrió y vio que contenía una fotografía de Ava cuando solo era una adolescente. Se sentó en la cama y miró la fotografía, pensando en todos los sucesos que la habían llevado hasta aquel momento y deseando haber hecho muchas cosas de un modo muy diferente.
–Hola.
Lia levantó la mirada y vio a Ethan, imponente con un elegante traje azul con corbata color lavanda.
–Hola.
–¿Te parece bien alojarte aquí durante las próximas