La meditación, la confesión, la adoración, y la sumisión nos preparan para la petición: el ofrecimiento de nuestras peticiones a Dios. Se necesitan cinco elementos para experimentar por completo el poder de la oración de petición.
En el Espíritu
El primero es «orar en el espíritu». En Romanos, Pablo explica: «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos» (Romanos 8.26-27).
El Espíritu Santo que habita en nosotros ora por nosotros y se une a nosotros en nuestra oración, comunicando sus oraciones a las nuestras de modo que podamos «orar en el Espíritu». Judas 20 ofrece un desafío aún mayor para experimentar este fenómeno: «Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo» (NVI). La voluntad de Dios es que oremos en el Espíritu y a lo que Dios desea, en la medida que lo permitamos, Él le da poder.
Cuando oramos en el Espíritu ocurren dos cosas sobrenaturales. Primero, el Espíritu Santo nos dice por qué cosas deberíamos orar, y esto lo hace a través de las Escrituras. A medida que nos muestra qué es lo que necesita oración, Él nos da la absoluta convicción de que ciertas cosas están en la voluntad de Dios.
Yo experimenté esto mientras que oraba por mi hija adolescente. Estaba preocupada porque ella no estaba espiritualmente en la senda correcta, y yo tenía miedo de que ella pudiera tomar alguna decisión que la afectaría para toda la vida. De rodillas, con mi Biblia abierta delante de mí, yo estaba leyendo y orando. En 1 Juan, leí estas palabras: «Porque todo el que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Juan 5.4). Supe de inmediato que ésta no era mi experiencia presente, ya que tenía miedo y estaba preocupada—no muy «victoriosa» que digamos. Confesando mi pecado, continué leyendo: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida» (IJuan 5.14-16, énfasis de la autora).
Yo no sabía cuál era el pecado que lleva a la muerte, pero estaba bastante segura de que mi hija no lo estaba cometiendo. Este pasaje me reveló que yo podía orar con confianza por lo que era lo más importante para mi hija: la voluntad de Dios y su vida espiritual. El pasaje me dio la promesa de que mis oraciones le traerían «vida». Cómo y cuando haría Dios su voluntad era cosa de Él; mi opción era si estaba o no dispuesta a confiar en que Él haría lo que había prometido. ¡Y si habré orado! El Espíritu de Dios, por medio de las Escrituras, le dio forma a mis oraciones.
El otro beneficio de orar en el Espíritu es que provee la energía del Espíritu Santo para orar, para dar fuerza a los cuerpos cansados, aun enfermos y para animar al deprimido para que oren con poder y convicción por la obra de Dios. Y eso sin duda me ocurrió a mí: me levanté de ese tiempo de oración con una paz y una confianza que no había experimentado en muchos meses.
La oración continua
El segundo ingrediente de la oración de petición es que es ininterrumpida: «en toda situación» (véanse Hechos 1.14; 2.42; 1 Tesalonicenses 5.17; Filipenses 4.6).
¿Es acaso posible la oración continua? Sí y no. Es imposible llevar adelante un diálogo corrido mientras que estamos trabajando o en otros momentos similares, pero la oración de la que hablamos aquí no es tanto la articulación de palabras como la postura del corazón.
El indomable monje medieval Hermano Lorenzo registró su experiencia de oración continua en el clásico La práctica de la presencia de Dios: «En medio del ruido y del alboroto de mi cocina, mientras varias personas piden diferentes cosas al mismo tiempo, yo poseo a Dios con tanta tranquilidad como si me encontrara de rodillas».16
Susana Wesley, la madre de diecinueve niños (incluyendo al teólogo Charles Wesley y al escritor de himnos John Wesley), solía disfrutar de la presencia de Dios justo en la mitad de su ruidosa cocina, simplemente sentándose y echándose su delantal sobre la cabeza. Ella creaba un espacio de serenidad, por pequeño que fuera, para estar con el Señor.
Su hijo John escribió sobre la persona que ora: «Su corazón se alza a Dios en todo momento y en todo lugar. En esto nada lo detiene, mucho menos interrumpe, ninguna persona o cosa... Su corazón está siempre con el Señor. Ya sea que esté acostado o que se levante, Dios está presente en todos sus pensamientos; él camina con Dios en todo momento».17
La vida de oración continua no es sólo para una elite espiritual sino que para todos nosotros. La oración continua es la voluntad de Dios para todos los cristianos, sin excepciones. Debemos mirar siempre hacia lo alto, aun cuando estemos manejando al trabajo o limpiando la casa.
La oración variada
El tercer aspecto de la vida de oración es que es variada: «con toda clase de oraciones y ruegos». Pablo le escribe a Timoteo: «Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres» (1 Timoteo 2.1). La oración variada emana de la oración continua porque, a medida que oramos ininterrumpidamente, las diversas situaciones con las que nos topamos exigen una variedad de oraciones: oraciones para resistir la tentación, oraciones por sabiduría, por poder, por autocontrol, por protección de los demás, por crecimiento, por convicción.
La oración persistente
El cuarto aspecto de la oración eficaz es la persistencia. «Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos » (Efesios 6.18, NVI). En una de sus parábolas sobre la oración, el Señor dramatizó lo que deseaba de todos los creyentes:
También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia (Lucas 18.1-5).
Al final del sermón en la montaña, Jesús les encomendó a sus seguidores que oraran con tenacidad: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7.7). Las palabras de Jesús en realidad dicen: «Sigan pidiendo, y se os dará; sigan buscando, y encontrarán; sigan llamando, y se les abrirá». Tal tenacidad es lo que Pablo tenía en mente cuando dijo: «Manténganse alerta y perseveren en oración». Dios responde la oración persistente.
La oración intercesora
El quinto aspecto de la oración es la oración intercesora: «por todos los santos», lo que significa, por los creyentes en Jesucristo. Mi forma favorita de orar es utilizando las oraciones que se encuentran en la Biblia. Ellas me permiten orar por otros de una manera en que yo no podría hacerlo. Algunas de éstas son Efesios 1.17-19 y 3.16-19, Filipenses 1.9-11, y Colosenses 1.9-10.
Las oraciones de petición por otros aportan gracia a nuestra vida. Por ejemplo, pocas personas saben que los estupendos logros de William Carey en india fueron alimentados por su hermana que estaba postrada en cama, quien oró por él por más de cincuenta años.
CÓMO HACER PARA QUE TENGA LUGAR LA ORACIÓN
La guía con los cinco aspectos de la oración petitoria es hermosa: oración en el Espíritu, continua, variada, persistente, e intercesora. Es muy sencillo sentirse desafiadas y motivadas, pero para poder lograr que esto ocurra en nuestra vida, tenemos que ser prácticas.
Una de las cosas que hago para orar