–Y has contratado a una persona para que te busque esposa.
–Eso fue antes.
–Nina continúa llamándote, hermanito. Déjame a ver si lo entiendo. Te estás acostando con la mujer a la que quieres quitar el rancho mientras vives con tu madre y estás intentando encontrar esposa –Shane le palmeó la espalda–. Supongo que puedes considerarte afortunado.
–Vete al infierno.
–¿Por qué no me cuentas cómo andan las cosas por allí, Rafe? Tengo la sensación de que lo sabes por experiencia propia.
Capítulo 13
Heidi bajó la mirada hacia las hojas que tenía en la mano. Las notas que le había entregado Shane ocupaban tres páginas.
–Cuando muera, quiero reencarnarme en uno de tus caballos.
–No es la primera vez que me lo dicen –contestó Shane, acariciando a la yegua–. Soy de la opinión de que hay que tratar bien a los animales.
Heidi contempló los seis caballos que Shane había llevado al rancho. Eran preciosos. Su pelo resplandecía y bajo él se dibujaban los músculos de los animales. Tenían una mirada inteligente y curiosa y se habían mostrado suficientemente sociables cuando Shane había hecho las presentaciones.
–Estaré aquí unos días –dijo Shane mientras salía de uno de los cubículos y cerraba la puerta tras él–. Tendremos oportunidad de revisarlo todo. Y me aseguraré de que montes a todos los caballos antes de irme. Esos de allí son fáciles. No deberías tener ningún problema con ellos.
–No sé si me hace mucha gracia lo que acabas de decir –admitió Heidi mientras le seguía fuera del establo–. Estás insinuando que algunos de tus caballos son difíciles de llevar.
–Algunos son muy temperamentales –admitió–. Tengo un semental que no para de causarme problemas. Pero físicamente es perfecto y además es increíblemente inteligente.
–Eres un jugador. Te gusta arriesgar.
–Solo en lo que se refiere a los caballos. He invertido en él prácticamente todo lo que tengo, así que espero que sea un negocio con éxito.
–Mi imperio del queso está demostrando tener un gran potencial. Si este caballo funciona, podrás venir a trabajar para mí.
Shane se echó a reír.
–Te lo agradezco.
Estaban al lado del corral principal. A lo largo de los últimos días, el verano había ido llegando a Fool’s Gold. El cielo era azul, la temperatura cálida. Era la clase de tiempo que le hacía desear estar con alguien. Pero el único compañero que parecía interesado en ella en ese aspecto había resultado ser un embustero. Era una pena que no se hubiera enamorado de Shane, pensó sombría. El hermano de Rafe era tan atractivo como él. Pero además, era simpático y amable. Y se sentía más segura cuando estaba a su lado. Principalmente porque no le hacía sentir el más ligero cosquilleo. No podía decir que hubiera mostrado ningún interés en ella, pero no era esa la cuestión. Incluso en aquel momento, y a pesar de lo mucho que la enfurecía lo que había hecho Rafe, continuaba deseándole.
Se decía a sí misma que ese sentimiento no tenía nada que ver con el amor. Era más inteligente que eso. Lo único que sentía era ese estúpido vínculo que las mujeres experimentaban después de haber hecho el amor con un hombre. Se le pasaría.
–¿Puedo preguntarte en qué estás pensando? –Shane la miró con atención–. Pareces enfadada.
–Me gustaría que tu madre no me cayera tan bien. De esa forma me resultaría más fácil lisiar a uno de sus hijos.
–Teniendo en cuenta que seguramente yo soy el hombre más amable que has conocido nunca, supongo que te refieres a Rafe. Te está amargando la vida, ¿eh? No puedo decir que me sorprenda.
–¿Lo hace muy a menudo?
–Para ser un hombre tan inteligente como él dice que es, más de lo que debería. A veces presiona demasiado. Otras, demasiado poco. Pero, generalmente, el problema es que siempre espera que la gente haga lo que él quiere.
Heidi estaba de acuerdo. Probablemente Rafe esperaba que no le importara que le quitara su casa. Y eso probablemente lo entendía. Era el hecho de que se hubiera acostado con ella cuando en realidad estaba proyectando construir casas en todo el rancho lo que realmente la enfurecía.
–¿Quieres contarme lo que ha pasado?
–La verdad es que no.
Shane dejó escapar un suspiro.
–Mejor, porque solo estaba intentando ser educado.
–Sí, claro. Ahora la culpa la tendrá tu madre.
Shane se echó a reír. La miró a los ojos.
–No sé lo que hay entre tú y Rafe, pero quiero decirte algo. Si permite que te alejes de él, es que es más estúpido de lo que pensaba.
–Gracias.
–De nada –Shane fijó la mirada por encima de la cabeza de Heidi–. Y hablando de hombres autoritarios, aquí lo tenemos. ¿Te gustaría fastidiarle de verdad? Pues ríete como si yo fuera el hombre más divertido que has conocido nunca. Se pondrá como loco.
Imaginar a un Rafe incómodo la alegró lo suficiente como para echar la cabeza hacia atrás y soltar una carcajada. Se enderezó y posó la mano en el brazo de Shane.
–Gracias –musitó.
–De nada –contestó él–. Entonces, ¿salimos a montar mañana?
Formuló la pregunta en voz bastante alta, como si quisiera que le oyeran.
–Por supuesto –contestó Heidi, esforzándose en parecer entusiasmada–. Lo estoy deseando.
–En ese caso, quedamos mañana. ¡Eh, Rafe! –Shane volvió a ponerse el sombrero–. Le estaba enseñando los caballos a Heidi. Y alguna que otra cosa.
–Sí, ya lo veo.
Fulminó a su hermano con la mirada y él le dirigió una mirada similar. Heidi podría haber utilizado aquel momento para alimentar su frágil ego, pero sabía que no tenía sentido. Shane estaba fingiendo y ella no tenía ni la menor idea de cuáles eran los sentimientos de Rafe. Ni siquiera estaba segura de que estuviera sinceramente interesado en ella.
–Bueno, supongo que será mejor que me vaya –dijo Shane, guiñándole antes el ojo a Heidi.
–Sí, será mejor.
Heidi los ignoró a los dos y continuó caminando hacia el cobertizo de las cabras.
Rafe no tardó en alcanzarla.
–Parece que te llevas muy bien con Shane.
–Sí, es muy amable. Me gusta. Y voy a ocuparme de sus caballos mientras esté fuera.
–Eso es mucho trabajo.
–Tengo tiempo y necesito el dinero. Quiero demostrarle a la jueza que estoy esforzándome para devolverle el dinero a tu madre –se detuvo en seco y se volvió hacia él–. Lo entiendes, ¿verdad? Seguro que eres capaz de comprender que esta es mi casa y no quiero marcharme de aquí. De entender lo mucho que Fool’s Gold significa para mí. De lo importante que es pertenecer a un lugar, tener amigos. Supongo que todo eso tiene algún sentido para ti, ¿verdad?
Heidi esperó en silencio, le observó mientras él la miraba, esperando el mínimo gesto que pudiera indicarle que en realidad Rafe no estaba haciendo lo que ella pensaba. Que pudiera indicarle que se había equivocado con él.
–Sí, lo comprendo –contestó.
Le sostuvo la mirada con expresión bondadosa. Heidi no entendía cómo podía hacer algo así. Cómo podía fingir que le importaba y,