El tercer nivel es la convivencia entre nosotros. Hace algunos años Claudio Alvarado planteó que la crítica a la Constitución escrita nacía de problemas que se anidaban en la Constitución histórica o profunda. Desde luego, agregaba, “los cambios a la Constitución son incapaces de solucionar todos los problemas involucrados en esto, pero de ello no se sigue que dichos cambios sean insignificantes”56. A mi juicio, la tesis ha envejecido bien. Ciertamente, el modo como convivimos se trata de una cuestión que se configura sobre elementos lejanos a cualquier constitución. Pese a ello, un momento constitucional puede remecer algunos de sus fundamentos y facilitar un cambio. El cambio puede ser positivo o negativo, es decir, abrir el camino a una nueva forma de entender aquello que es correcto y decente en nuestras relaciones sociales, o alejarnos de una sana convivencia.
Hay que reconocer que muchos ponen demasiada confianza en el proceso constituyente como un motor de cambio en la convivencia. No se trata solo que la nueva constitución supuestamente resolverá nuestros problemas más acuciantes en educación, salud y pensiones. También se le pide fundar una sociedad renovada, donde impere una nueva forma de relacionarnos. Rápidamente tomaremos conciencia de que pedirle a la Constitución algo como eso es absurdo.
Hace ya más de un siglo y medio Andrés Bello escribía que “si la Constitución está en lucha con las costumbres, con el carácter nacional, será viciosa; si, por el contrario, armoniza con el estado social, será buena”. Bello nos recuerda entonces que las constituciones deben ser el reflejo de una sociedad más que una herramienta de cambio de ellas. Es cierto, también escribió que una constitución “construida con algún acierto, si no ha sido inspirada por falsas teorías, si consulta los intereses de la comunidad, podrá influir sobre toda ella, modificar sus sentimientos, sus costumbres y representarla verdaderamente algún día”57. Ese “algún día” da cuenta de un lento proceso evolutivo. Por eso, si debemos atender a nuestra convivencia, el camino no es tanto la Constitución, pues esta es un reflejo de aquella. Si debemos enfocarnos en nuestra convivencia, debemos prestar atención a lo que la configura. Vengan entonces historiadores, sociólogos, filósofos, políticos y tantos otros. Dejemos los constitucionalistas esa tarea a quienes corresponde.
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