En el ámbito nacional, la crítica sostiene que los actuales criterios de evaluación imponen una barrera para que los investigadores transformen el conocimiento básico en aplicado u orientado a la resolución de problemas.[24] Dicho de otro modo, tales criterios dificultan que el conocimiento científico y tecnológico y la innovación se pongan al servicio del desarrollo económico y social de México (Esteinou, 2013a),[25] no equilibran el vínculo entre ciencia básica y aplicada y no reconocen la complejidad del fenómeno ni la necesidad de la inter, trans y multidisciplina para enfrentar los desafíos del conocimiento y el estudio y exploración de soluciones para los problemas nacionales.[26]
En cuanto al factor de impacto de las revistas, se ha objetado que este puede ser bajo por la alta especialización de la revista, lo que deriva en una masa crítica pequeña de investigadores en el área. Por su parte, la bibliografía especializada internacional documenta que los factores de impacto no están normalizados y de ese modo distorsionan la importancia y relevancia de una contribución científica (Gläser y Laudel, 2007). Paralelamente, los indicadores construidos a partir del Social Science Citation Index subrepresentan la producción de conocimiento en ciencias sociales y humanidades y están sesgados hacia publicaciones en inglés (Kostoff, 1997; Katz, 1999; Hicks, 2004, 2006). Una crítica recurrente en el ámbito nacional se refiere a que los indicadores bibliométricos no reflejan adecuadamente la producción en ciencias sociales y humanidades y que hay una preferencia por la publicación extranjera y en inglés frente a la nacional (Esteinou, 2013b).
Relacionado con ello, pero desde una perspectiva más general, los criterios de evaluación basados en indicadores bibliométricos desconocen las diversas formas en que se difunden los resultados de investigación y sus audiencias objetivo (De Jong et al., 2011; Hicks, 2004, 2006, 2013). En el ámbito nacional, se destaca que es necesario acercar el conocimiento y sus instituciones a la sociedad ya que, para explotar estratégicamente la riqueza cognitiva acumulada por México, es indispensable difundir el conocimiento a públicos más amplios y externos a la academia.[27]
Van Dalen y Henkens (2012) sugieren que la presión por publicar ha obligado a los científicos a producir resultados publicables a cualquier costo. La presión en este rubro ha llevado a que a los investigadores les importe más cuan seguido se escribe y con quién, que lo que se escribe y para quién (audiencias), y ha provocado que los científicos se alejen de proyectos de alto riego y en su lugar apliquen el salami tactics (dividir una contribución intelectual en varios artículos y publicarlos en diferentes revistas). Asimismo, a través de la metáfora “carrot-and-stick logic behind the publish-or-perish culture”, señalan que la confianza en las citas y en las publicaciones ha estimulado la productividad individual por lo que la producción de artículos ha aumentado. Sin embargo, se observan consecuencias no deseadas cuando los académicos se enfrentan a otras múltiples tareas, que son desplazadas y que tradicionalmente se atribuyen a las instituciones académicas.
Puesto que el SNI presenta problemas que en interacción podrían estar llevando a consecuencias no deseadas para el desempeño de la CTI y para su contribución y articulación con el desarrollo económico y social de México, académicos, autoridades y formadores de opinión han coincidido en que el sistema debería reformarse. En general, el énfasis está puesto, por un lado, en el reequilibrio entre la producción de conocimiento fundamental y aplicado y su orientación hacia la atención de los problemas estratégicos nacionales; y, por otro, en una evaluación más cualitativa que valore la trayectoria académica en su contexto disciplinar e institucional y que contemple las diversas actividades que desarrollan los investigadores-académicos en México.
Hay que decir, sin embargo, que algunas de estas propuestas —como el predominio de la calidad sobre la cantidad, la consideración del contexto o el equilibrio entre la investigación y el resto de las actividades del investigador— ya están contempladas en los criterios internos de evaluación de algunas áreas del SNI. Pero si se consideran los estudios referidos, las declaraciones en prensa y las de diversos foros, parecería que la comunidad no ha percibido todavía su sistemática utilización al momento de ser evaluados, como se manifiesta reiteradamente en los grupos de discusión que se celebraron en el marco de esta investigación.
La bibliografía especializada internacional apunta ese problema y señala que, dependiendo del tipo de producción de conocimiento (fundamental/aplicado), los requerimientos de evaluación y sus formas variarán considerablemente si el objetivo último es incentivar la diversidad y la calidad en todas las áreas del conocimiento, cuidando sus diferencias y premiando sus resultados de acuerdo a sus objetivos de investigación (Jong et al., 2011; Regeer et al., 2009; Hemlin y Barlebo, 2006; Bunders y Broerse, 1991; Bunders, 1990; Elzinga, 1988). En particular, Jong et al. (2011) destacan que la producción científica tiene muchos públicos (sociedad civil, tomadores de decisiones en el ámbito de la política pública, empresarios, otros científicos, etc.) y que las formas en que se produce ese conocimiento y su difusión no siempre se traducen en papers publicables en revistas internacionales de alto impacto. En ese sentido, sostienen que la evaluación de la investigación debería incorporar esa producción como resultados de investigación y desempeño.
Finalmente, otro tema de suma importancia que requiere de solución tiene que ver con el régimen de financiamiento que otorga los apoyos económicos del SNI y que significan ingresos extrasalariales importantes para los investigadores. Que dicho estímulo sea un alto porcentaje de ingresos, refuerza y profundiza las consecuencias no deseadas del sistema, en la medida en que no cumplir con sus requerimientos reconoce, valora, premia y representa un costo de oportunidad muy alto para los investigadores (Whitley, 2007).
Además, si a esto se le suma que las percepciones extrasalariales no están sujetas a cargas impositivas ni forman parte de las compensaciones jubilatorias, el problema se ve sustantivamente agravado ya que, por la misma razón, los investigadores no ejercen el derecho a la jubilación y con ello aumenta, por un lado, la presión sobre todo el sistema y, por otro, avanza el envejecimiento de la planta académica de las instituciones de educación superior del país (Bensusán et al., 2013).
Sobre este aspecto, la propuesta más sonada se refiere a incluir en el salario los estímulos económicos percibidos a través del SNI. Y aunque esto tiene muchos defensores en el sector académico mexicano, algunas autoridades gubernamentales y los responsables de la política pública en CTI, no la creen viable. Así, el debate continúa abierto y a la espera de soluciones innovadoras.
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