Se alzó con la presidencia en las elecciones de 1972 Suleiman Franyie, pero, en realidad, no fueron muchos los cambios y el líder en el bloque de la izquierda, Kamal Yumblat, seguía firme en sus demandas contra el confesionalismo. Los estudiantes protagonizaban los levantamientos y, si la tendencia de izquierdas se concentraba en la universidad pública Libanesa, la de derechas se reunía en torno a las universidades privadas. Entre los numerosos episodios de enfrentamientos entre el Gobierno y los estudiantes destacaron capítulos de lucha civil que aún hoy se recuerdan, como el ataque al cable submarino que conectaba el país con Europa y América, o el intento de atraco al Banco de América en Beirut por parte de un comando de la Organización Árabe Comunista para recaudar fondos para la resistencia y en el que la policía mató a dos de aquellos jóvenes y a dos de los rehenes. A este incidente, significativo en cuanto representaba muchos de los intereses en conflicto en aquel momento, le sucedieron numerosas manifestaciones en todo el país. Cuando al poco tiempo Henry Kissinger lo visitó, de nuevo muchos sectores estudiantiles se echaron a la calle. En la Universidad Americana de Beirut algunos estudiantes ocuparon los edificios durante semanas y, a lo largo de todo el año, salieron a escena numerosas organizaciones comunistas y panarabistas. Finalmente, se restauró la paz durante el periodo conocido como “al-hudu al-nisbi” (de calma relativa), y así siguió la situación de inestable, hasta que detonó el conflicto en 1975. El 13 de abril de aquel año, cuando Pierre Gemayel inauguraba una iglesia en el barrio de ´Ayn Ar-Rumana, unos hombres dispararon y mataron a tres personas.[56] Como represalia, aquel mismo día miembros de las Falanges mataron a todos los pasajeros de un autobús de palestinos que venían de un encuentro deportivo, y, a partir de ese momento, los enfrentamientos entre las Falanges y diferentes grupos armados se multiplicaron por toda la capital. En la nueva formación de gobierno, Kamal Yumblat intentó aislar a las Falanges alegando que, tras los incidentes, no podían formar parte de la cámara, y se nombró primer ministro al líder sunní Rachid Karameh, quien intentó que se cumplieran cinco premisas que, de haberse llevado a cabo, podrían haber cambiado el rumbo del Líbano: desmantelar el sistema confesionalista del país; redefinir en la Constitución las tareas del poder ejecutivo; un cambio de la ley electoral; la reorganización del Ejército, y, finalmente, cambiar los derechos de naturalización y de obtención de los derechos nacionales ciudadanos. Pero lo cierto es que el combate perduró y gran parte del escenario de las luchas eran los campos de refugiados y la zona del puerto, lugar donde las Falanges tenían su cuartel general y que representaba el área más importante de entrada de mercancías a Beirut.[57]
Todos estos factores y los múltiples fenómenos y actores (los guerrilleros palestinos y los refugiados, las estrategias y actuaciones de Israel, y el día a día de la época marcado por la inestabilidad y la tensión creciente por los desequilibrios socioeconómicos y de carácter confesional) llevaron a una guerra civil larga y compleja.
La irrealidad del cine libanés y cómo irrumpe el cine de autor: características y “películas bisagra”
Estoy convencido de que la causa palestina constituye la vanguardia del movimiento de liberación árabe total. Para mí hacer cine es ante todo participar en la lucha contra el imperialismo.
Bourhane Alawieh[58]
Desde la primera película libanesa, Mughamarat Elias Mabrouk (Las aventuras de Elías Mabrouk, 1929) de Giordano Pidutti,[59] hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la producción local había sido exigua o casi inexistente. Posteriormente, la industria se mantuvo durante largo tiempo muy ligada al cine egipcio y bajo su órbita de influencia existiendo como uno de sus países satélite, por lo que se podría hablar de creación de una escena local a partir de los cincuenta. La falta de políticas proteccionistas por parte del Gobierno y de los distribuidores libaneses, principales agentes de las películas egipcias en el mundo árabe, propició que la cartelera del país se nutriera fundamentalmente de títulos mediocres egipcios y estadounidenses. Incluso durante los sesenta, cuando se rodaban localmente coproducciones con Egipto o Siria, se utilizaba Líbano como una mera postal y “de entre todas las corrientes que se producían de películas, bien de bailarinas, beduinos (especialmente con Samira Tawfik como estrella) o de los palestinos […] la única que faltaba, era la corriente libanesa”.[60] El escaso cine que se producía con director y reparto locales se limitaba a imitar los géneros egipcios, hasta el punto de que, sólo en la segunda mitad de los sesenta, los actores empezaron a dialogar en dialectal libanés en vez de en el dialecto egipcio utilizado anteriormente como lengua franca. El mayor exponente local de cine, el prolífico realizador Muhammad Salman, producía películas que eran sólo imitaciones de las fórmulas egipcias comerciales y de rápido consumo. Todas estas producciones ofrecían una imagen deformada del país y de su sociedad que no guardaba relación con la realidad general libanesa, por lo que, en definitiva, se podría afirmar que sólo se produjeron títulos originales de forma anecdótica, al igual que se podría afirmar lo mismo con respecto a las producciones en todos los países del Mashreq, esto es, Siria, Iraq, Palestina y Jordania.
Hacia finales de los sesenta nació una nueva corriente de cine en el Líbano como consecuencia de la interacción de distintos elementos sociales y políticos que también se daban en toda la región; surgió un lenguaje que partía de la necesidad de ofrecer un reflejo tanto de la realidad interna como de las interacciones con el resto de países árabes y causas comunes. En el caso del país que nos ocupa, los elementos que delimitaron y dibujaron el desarrollo del nuevo cine fueron, en esencia, los fenómenos políticos y sociales que hemos perfilado en el anterior marco histórico. En esta primera época, más que las producciones en sí, lo más interesante es distinguir cómo se creaba el magma que abrió el camino a la experimentación e innovación, a la vez que se ponían de manifiesto la necesidad y la voluntad de replantear la escena local cinematográfica. Así, a lo largo de este epígrafe se dibuja cómo este país encontró su espacio entre las nuevas corrientes de cine árabe para crear una cartografía audiovisual del Líbano de la preguerra que parte de las publicaciones locales especializadas, la constatación de la presencia de los nuevos cines tanto internacionales como árabes en las pantallas locales y, finalmente, vemos cómo en la escena audiovisual emergente aparecieron “títulos bisagra” entre un periodo y otro. Todo esto para exponer tanto la importancia como el enraizamiento de la nueva tendencia de esta filmografía que se estaba cimentando justo antes del arranque del conflicto civil armado.
Los cineclubes
Uno de los desafíos de este nuevo movimiento cinematográfico consistía en fomentar la accesibilidad a lo audiovisual entre la población local, así como impulsar el debate y la reflexión intelectual en torno al cine, es decir: la creación de públicos. En la difusión de este nuevo lenguaje y de entender el cine no sólo como entretenimiento sino también como una posibilidad para pensar y educar, desempeñaron un papel fundamental los foros y espacios colectivos como los cineclubes y las revistas, una característica importante que igualmente alimentó las nuevas olas en el resto del mundo. Aunque desde 1960 se celebraba en Beirut un festival internacional de cine,[61] se podría afirmar que el fenómeno de los cineclubes desempeñó un papel más significativo en cuanto a la creación de una verdadera cultura audiovisual local. En el marco del festival, lo más relevante en cuanto al nuevo cine árabe se refiere, fue la celebración de mesas redondas que se daban cada año en torno a “Cine y cultura árabes” y en las que se aspiraba a “estudiar los problemas del cine árabe y encontrar