Una parte de los palestinos, la mayoría cristianos que habían accedido a la nacionalidad libanesa, vivían fuera de los campamentos y tenían buenos puestos profesionales. Uno de los episodios trascendentes que antecedieron a la guerra, lo marcó precisamente la quiebra en 1966 de Intra Bank, propiedad de dos palestinos, un cristiano y un musulmán. Al parecer, se debió a un complot de la burguesía libanesa antipalestina e hizo que la economía del país se resintiera enormemente poco antes del estallido de la Guerra de los Seis Días.[37] Tras ésta, Israel desafió a Naciones Unidas ocupando Jerusalén, Cisjordania y Gaza; además, supuso uno de los puntos de inflexión, ya que los palestinos pasaron de una tutela panarabista, en la que los otros líderes árabes —Siria o Egipto— eran sus valedores y representantes, a conformar un frente con líderes propios aprovechando el debilitamiento de la derrota militar de los grandes países árabes. El mismo paradigma se dio en la producción de cine, surgiendo entonces uno propiamente palestino.
El general libanés Al-Bustany, temiendo que la situación se fuera de control debido tanto al apoyo popular hacia los fedayines por una parte de la población —sobre todo musulmana y de ideología más panarabista— como al temor y rechazo que expresaba otra parte de la misma —sobre todo cristiano-maronita—, intentó llegar a acuerdos con las cúpulas de poder palestinas, pero el presidente libanés, Rashid Karame, no aceptó y en 1969 se produjeron de nuevo serios enfrentamientos entre los palestinos y el Ejército libanés, poniéndose de manifiesto la gran tensión interna entre las autoridades libanesas y los palestinos. También datan de 1969 los primeros enfrentamientos entre las Falanges Libanesas, cristiano-maronitas, y los palestinos.[38] En realidad, este partido libanés y sus milicias, claros valedores del discurso del libanismo antiárabe, se sentían cercanos a Israel y a su manera de entender la política regional, este partido y su actitud a lo largo de la historia son un claro ejemplo de lo que Samir Kassir definía como la paradoja de la comunidad maronita,[39] esto es, tener un enorme deseo de autonomía, aspirar a controlar y acaparar el poder, sentirse víctimas y, en gran medida por ello, pensar que debían defenderse y defender ferozmente el Líbano que ellos concebían. Una actitud de la que en gran medida fueron pioneros, pero que se reprodujo en otras comunidades durante la larga guerra civil.
Se intentó poner punto final al enfrentamiento con la firma del Acuerdo de El Cairo, el cual comprendía una división de poderes y control en la que los palestinos se hacían cargo de su propia seguridad respetando al Ejército libanés. También se acordaba, entre otras cosas, que fuera la olp el organismo responsable de la seguridad de los campamentos. La imagen del refugiado pobre se tornó, a partir de ese momento, en la de un revolucionario con esperanza[40] y la olp creó numerosos organismos de apoyo que tenían no tanto una importancia económica como repercusión social.
Pero a partir de 1972 se podría afirmar que se comenzaron a encender las distintas mechas que llevaron a la guerra. Aquel año los israelíes atacaron e intentaron ocupar por primera vez zonas del sur del Líbano, desencadenando dos años de gran actividad política y numerosas manifestaciones de los estudiantes libaneses. Un año más tarde, en 1973, Israel asesinaba en Beirut a tres figuras clave de la olp en el Líbano: Kamal Nasser, Kamal Odwan y Abu Youssef Nayyar.[41]
Mientras, en el seno de una parte importante de la población musulmana, la militancia pro-palestina cobraba relevancia, así como también se hacían cada vez más manifiestos la complicidad entre las Falanges Libanesas e Israel y el enfrentamiento entre el Ejército libanés[42] y la resistencia palestina. La actitud del Gobierno era opuesta al sentir en muchas de las calles beirutíes, donde se sucedían manifestaciones de estudiantes de izquierdas que mantenían dos frentes de lucha abiertos: por un lado, la causa palestina y, por otro, el fin del confesionalismo que imperaba en el sistema político. El agravamiento de la situación llevó a que el Ejército y los palestinos firmaran en 1973 un segundo acuerdo para intentar mejorar las relaciones entre palestinos y libaneses conocido como el Acuerdo Melkart, pero se podría decir que, en aquel punto, el país ya se había dividido entre pro-palestinos y anti-palestinos, fuerzas de izquierdas y de derechas, o aquellos que aceptaban el statu quo establecido por los regímenes coloniales y aquellos que querían cambiarlo.
Así, diversos episodios en los años anteriores a 1975 ponían cada vez más en evidencia la creciente tensión política que vivía el país, y las cruentas batallas entre los palestinos y las Falanges en Dekwane y los ataques a los campamentos palestinos de Tell Ez-Zatar, puntos de inflexión en el conflicto, encontraron su eco en las pantallas al producirse películas sobre ambos eventos. Asimismo, se podría afirmar que la presencia de los palestinos también ha marcado en gran medida la filmografía libanesa: por un lado, la olp fundó en el país unidades de cine en las que libaneses y palestinos colaboraron estrechamente en la elaboración de películas relacionadas con Palestina y sus refugiados, así como documentales militantes; por otro, la causa palestina fue la bandera de muchos cineastas locales. Finalmente, los enfrentamientos en las calles y la creciente tensión social interna en torno a este tema también conformaron el material, entre otras películas, del primer filme de autor libanés, Bairut, ya Bairut (Beirut, oh, Beirut, 1975) de Maroun Bagdadi.
El Sur y la influencia de Israel en la política interior libanesa
Mientras a nivel nacional ocurrían y se hacían patentes los distintos posicionamientos, por primera vez en su historia el sur del país generaba una identidad propia y veía la aparición de líderes aglutinadores.
El sur del Líbano es una región fundamentalmente agrícola poblada en su mayoría, junto con ciertos habitantes y pequeñas comunidades cristianas y sunníes, por musulmanes shiíes llegados a esta región desde el siglo xiv al xviii huyendo de las persecuciones de los mamelucos y los chehab.
La región es conocida localmente como Yebel ´Amil y se podría decir que no sólo es la continuación geográfica de Palestina, sino que también estuvo unida a ella administrativamente durante mucho tiempo. Por ello todo su devenir contemporáneo ha estado íntimamente relacionado con el acontecer palestino. En época otomana, la zona de la ciudad portuaria de Sidón (Saida en árabe) y gran parte del norte de Palestina formaban una misma wilaya, la de Sidón, mientras que la wilaya de Akka (San Juan de Acre) integraba a su vez otra parte importante del actual Sur,[43] por lo que ambos territorios comparten una larga historia de intercambios (fueron separados por el reparto colonial europeo de la región que se firmó en el Tratado de San Remo de 1919). Una realidad que favoreció y que explicaría en parte el enorme sentimiento de solidaridad con Palestina que la mayoría de habitantes del Sur han sentido desde el comienzo del conflicto. Durante la guerra de 1948, esta zona sufrió los ataques de las fuerzas sionistas, que ocuparon siete pueblos y llevaron a cabo dos masacres de civiles en las aldeas de Salha y Hula. Desde entonces, “un miedo casi obsesivo a la expulsión y la expoliación reina entre los habitantes de Yebel Amel”.[44] El Sur siempre ha constituido una región codiciada por Israel debido a dos motivos fundamentales: por un lado, es muy rica en agua y está bañada por el río Litani (tal es la importancia de este elemento que se ha llegado a hablar del enfrentamiento entre el Líbano e Israel como “la guerra del agua”); por otro, su configuración topográfica montañosa, dominando el resto del país y parte de Siria, le confiere un gran valor estratégico militar.[45] De hecho, la delegación sionista en el Congreso de Versalles en 1919 presentó una propuesta de fronteras para el futuro Estado de Israel que integraba en éste el sur libanés.[46]