—Suena como una historia conocida.
—Se te hará cada vez más conocida —aseguro—. Se enamoraron y se fueron a vivir juntos. Todo estaba bien, solo notamos que se molestaba muy rápido y que de repente no quería pasar tanto tiempo con el niño de su mujer y le molestaba que él llorara. Entonces, un año y medio después mamá quedó en cinta. Y todo se fue al carajo.
»Paul perdió su trabajo y venía otra vida que alimentar. Su mujer se puso gorda, sus palabras. Y de repente, Emma era una mujer embarazada que no podía complacerlo en todo. Cuando Doug nació, yo tenía tres años y él me pareció la cosa más interesante. Al principio lloraba mucho y eso estresaba a Paul que no dejaba de gritarle a mamá.
Era muy pequeño para mantener esos recuerdos, pero creo que mi mente los recrea muy bien. Y con exactitud puedo recordar gritos, no imágenes, pero si muchos ruidos.
—Luego empezó su negocio. —Su maldito negocio—. No sabíamos de qué era, pero le iba bien y eso lo hacía feliz. Así que Doug y yo crecimos sin que nada nos faltara y con una infancia tranquila, notábamos que mamá era más nerviosa, intentaba ser perfecta y cuando se equivocaba en algo parecía frenética intentando arreglarlo. Pero solo éramos dos niños que no podíamos sacar conclusiones de ello.
Me giro hacia ella, sus ojos están muy abiertos y está pálida. Ella puede intuir lo que se avecina.
»Cuando yo tenía once años fue la primera vez que lo vi golpear a mi mamá. En mi interior sé que sucedía desde antes, solo que esa vez fue cuando lo vi y fue horrible. Estuve asustado durante dos minutos y luego intenté quitárselo de encima. Estuve después de eso en un hospital con las costillas magulladas y mamá nos dijo a Doug y a mí que no intentáramos detenerlo. Nos intentaba proteger siendo nuestro escudo.
—Oh, Dios…
—Fueron años, Naomi. Tenía veinte años cuando conseguimos sacarlo de nuestras vidas. Mi mamá soportó más de diez años de maltrato con miedo a hablar. Hubo más que golpes, y eso no la hace culpable de haber confiado en que él la amaría, que nos amaría.
»No es culpable de cada lágrima que la hizo derramar, ni de cada herida que en ocasiones Doug o yo debimos curar. Ella estaba asustada, tenía una pesadilla de carne y hueso que la aterraba. No se trata de verte como el culpable, eres una víctima. Somos víctimas de monstruos que se sienten gigantes cuando dañan a otros.
»Lo importante es que decidiste hablar. No callaste más y luchaste por ti. Eso es de valientes, luchar contra el miedo y querer avanzar. No eres tu propia enemiga, eres tú salvadora. —Mis palabras son crudas y llenas de honestidad.
Su labio inferior tiembla antes de que un par de lágrimas caigan, no puedo evitar estirar mi mano y limpiarlas. Cuando alejo mi mano ella la toma y le da un suave apretón.
—Gracias por ayudarme, Jeremy.
—No tienes qué agradecerme.
—Sí, me ayudas a tener esperanzas. Y gracias por confiar en mí para contarme tu historia.
Es un buen resumen de la historia. No es la historia completa real, esa… Esa prefiero no contarla ni pensarla.
—Gracias a ti por también confiar en mí.
Una niña se acerca a nosotros y ve de Naomi a mí. Ha de tener unos siete u ocho años. Ella nos sonríe con complicidad.
—Hola, señor.
—Hola.
Se acerca a mí y pone una mano alrededor de su boca intentando que sea un secreto.
—Tengo algo que podría darle a su novia.
—¿Qué sería eso? —pregunto siguiéndole el juego.
—Esto. —Me extiende su mano mostrándome un par de flores. Escucho risas risueñas y tres niñas están riendo, viéndonos expectantes. Supongo que son un equipo.
—Gracias. —Tomo las flores y me giro hacia Naomi quien me observa divertida—. Estas flores han viajado desde muy, muy, muy lejos.
Escucho las risas de las niñas que se acercan un poco más, aclaro mi garganta e imito la pose de alguien elegante. Sus risas aumentan.
»Y son especialmente para ti. Mis ángeles mensajeros las enviaron para que ellas se opacaran ante tu propia belleza.
Volteo para ver a las ahora cuatro niñas y les guiño un ojo, ellas ríen y juegan con su cabello. Naomi toma las flores con su mano libre y solo entonces noto que su otra mano se mantiene sobre la mía. Y me gusta.
—Gracias.
La niña vuelve a acercarse, pero está vez parece dispuesta a contarnos el secreto a ambos. Por lo que Naomi y yo nos inclinamos hacia ella.
—Él es un príncipe, tú eres una princesa. Él te da las flores y ahora…
—¿Ahora? —preguntamos al unísono.
—Un beso de amor.
Vale, ya veo las enseñanzas de las princesas. Muchas gracias, Blancanieves, Bella durmiente y todas ellas. Escucho a Naomi reír.
—¿Un beso de amor? Bueno, un beso será de amor siempre que se dé con amor —declara. Suelta mi mano, toma mi mejilla y deja un beso en mi otra mejilla—. Ahí, un beso.
—Gracias por mi beso de amor, Naomi.
La niña nos da una gran sonrisa antes de irse corriendo con sus amigas, ríen y nos señalan. Parecen felices.
—¿Sabes, Naomi? Quizá no puedas llevar a un bebé en tu vientre, pero eso no quita que un día puedas ser madre. Hay muchos niños esperando por alguien que les dé un hogar, incluso mujeres dispuestas a ayudar a personas que quieren ser padres dando su vientre en alquiler. Te aseguro que el que no pase nueve meses en tu vientre no te hará sentir menos madre o amor por ese niño o niña.
»Incluso lo has visto de primera mano. Dexter nunca ha sido infeliz, nunca ha recibido menos amor que sus hermanos y no creo que con otra familia él haya sido así de feliz.
—Supongo que es una buena idea para ser madre soltera.
—¿Por qué soltera?
—No creo que vuelva a estar dispuesta a estar con alguien más.
—¿Nunca?
—Siempre dicen nunca digas nunca, sé que podría retractarme, pero no me veo en ninguna relación, con alguien más. Creo que no me sentiré nunca dispuesta a abrirle mi corazón a alguien más.
Esa declaración me da una especie de malestar, de manera distraída froto mi pecho, porque siendo un dolor sordo en esa área específica de mi cuerpo. No sé qué decir.
»¿Y tú? ¿Te planteas ser papá alguna vez?
—No lo descarto, creo que me gustaría, ya sean propios o no. —Me encojo de hombros—. No quiero una vida de hombre soltero para siempre. Quiero tener una compañera, alguien que me complemente. Alguien que vea al despertar y que me conozca como ninguna otra persona.
»Supongo que soy de la vieja escuela y un poco romántico. Soy terrible en relaciones de una noche. —Rio recordando todos mis intentos—. Así que voy a casarme un día y me dedicaré a ser feliz. Me he tropezado con muchas piedras en el camino, pero un día será la indicada.
Todo lo que hace es observarme con fijeza, rasco mi cabello un poco incómodo porque parece que intenta descifrarme.
—¿Eres